Pan de sabor y saber
21, 22, 23. Viernes. Sábado.
Domingo. Fin de semana en pleno verano y con ola de calor incluida. Bueno, esta
ola, por estas tierras. Por otras tierras con otras olas, seguro. A cada cual
lo suyo.
Y sea donde sea, a todos se
nos proclamará el mismo texto del Evangelio. Jesús de Nazaret se hará presente
allá donde ya está real y verdaderamente presente. Y en su presencia
escucharemos una vez más unas parábolas suyas que nos hablan del Reino o
reinado de Dios. Quiero entender, en este domingo y ante tal lectura de las
parábolas, que sería preciso que quienes sois mujeres deberíais hablar y
quienes somos hombres, callarnos. Aquel Jesús os puso, de manera tan natural y
definitiva, en el centro de la realidad de este Reino. Vosotras sois el Reino.
Y, sin embargo, ya nos estamos percatando de que existe un nuevo sínodo en el
que no se hablará de otra cosa que de la sinodalidad. Mientras haya ahí tanto
varón, será complicado comprender qué es esa realidad de la sinodalidad.
Un dato lo ilustra con total
precisión: la parábola de Jesús por la que sabemos que el reino de Dios es una
mujer la llevamos proclamando veinte siglos en esta Iglesia y ahí sigue, inamovible y seguirá así, la autoridad del dogma del poder masculino. Se nos
vista como se nos vista la realidad de Pedro y de sus sucesores se volverá a
imponer. Y aquel Jesús de Nazaret seguirá en silencio, porque del Jardín de los
Callados nadie vuelve, ni habla.
Este reino de Dios del que
hablaba por Galilea Jesús de Nazaret sigue dependiendo de las manos de toda mujer
y del pan que ellas amasan como único alimento de sabor y de saber.
Me detengo aquí. Lo demás
pertenece a los comentarios que se encuentran a continuación. Y se los
encuentra también en el archivo adjunto, para los amantes de las colecciones.
Carmelo Bueno Heras.
Domingo 16º Ciclo A
(23.07.2023): Mateo 13,24-43. Así lo comento y comparto CONTIGO:
EL REINO RESPIRA CUANDO SE AMASA
Seguimos
un domingo más con el discurso del Jesús de Nazaret del Evangelista Mateo sobre
las llamadas ‘parábolas del reino de Dios’. Ya sabemos todo, porque no dudo ni
lo más mínimo de ti, Lector constante, que ya te habrás empapado a fondo del
mensaje de todo el capítulo decimotercero de este Evangelio. Y sabrás muy bien
que después de la primera parábola se nos cuenta la segunda, la tercera y la
cuarta (Mateo 13,24-33) y se atreve el autor a colocar en boca de su Jesús de
Nazaret la explicación sistemática de la parábola número dos, la segunda, la
del trigo y la cizaña de los sembradores. Sorprendente toda ella. Dejaremos para
el próximo domingo las tres últimas parábolas y la conclusión del tercer
discurso de Jesús. Los tres pronunciados por el judío y laico de Nazaret en su
propia tierra de Galilea.
No puedo
evitar decirlo o confesarlo, escribo este comentario en plena noche y
día de la luna llena de julio. Ni una nube en el cielo de arriba o
sobre mi cabeza, que no sabría decir si está arriba, al lado o debajo. La luna
está redonda y llena. Iluminada e iluminadora. Hasta podría leer a su luz y con
su serenidad una página de la parábola cervantina sobre Quijote y Sancho.
Quijote y Sancho, parábola inmensa de la persona que eres tú, que lees, y que
lo soy yo, que escribo. Parábola del reino de dios. Porque estoy llegando a la
conclusión de que esto del reino de dios es la luna, el sol y la tierra.
LUNA-SOL-TIERRA: la trinidad real y verdaderamente presente siempre. Ella lo
sabe todo, ella lo mira todo, ella lo sostiene todo, ella lo nace y
lo muere todo. Y nunca dice nada. Está, permanece. Estas tres personas
nunca dicen nada. Respetan. Nunca hacen mal a nadie. Son inmensas. Y yo, en
ellas, me siento pequeño y prescindible. Y me gusta que esto sea así. Confesado
queda. Y por escrito. No me importa la ausencia de sellos notariales, testigos
testimoniales de autoridades relativas o firmas de pagarés que son agua de
borrajas. Soy pequeño y prescindible.
Tal vez,
por esta confesión que acabas de leer, puedo decirte también que me quedo a la
escucha de la parábola cuarta que dice: “El reino de los cielos -dios,
sol, luna, tierra- es semejante a la levadura que tomó entre sus manos una mujer panadera y la metió en tres medidas de
harina, hasta que fermentó todo”.
Punto final, porque todo lector sabe que de ahí nace el pan. Siempre tierno,
esponjoso, con mil ojos, rico y sabroso siempre. ¡Qué gusto da
comer así este pan! ¡Qué gusto y qué sencillo todo!
¿Cuánta
humanidad se esconde entre los peregrinos dedos ilustrados de una panadera
madrugadora y laboriosa? Acabo de escribir el adjetivo ‘laboriosa’, porque ese
es el secreto que me enseñó mi madre, mujer y panadera, como la del Evangelista
Mateo en su parábola central del reino-reinado-de-dios. Tres por delante (Mt
13,1-32) y tres por detrás (Mt 13,34-51). Laboriosa por una sencilla razón. A
la tarea callada de la levadura en la masa se añade la tarea laboriosa de las
manos panaderas que amasan, amasan, amasan con paciencia y ternura, sin tiempo
y con la fe puesta en el pan. El pan que es la comida. El pan que es la vida,
el pan que es el reino. ¿No es esto el amor? No hay otra eucaristía, ni peor ni
mejor. El reino respira y vive cuando se amasa…
Llego
ya al último párrafo del comentario y vuelvo a escribir lo mismo con otras
melodías de vocales y consonantes: Amasar es reinar. El reino es la
masa y está aquí, en las manos y entre ellas. El reino, como el pan, respira y
vive en la paciente tarea de amasar la harina, el agua y la levadura. Paciente
tarea laboriosa, como la del popular castellano ‘quitameriendas’ del que me
habla Miguel de Unamuno en los siguientes ‘Cinco minutos de aires bíblicos’. Carmelo
Bueno Heras
CINCO MINUTOS de AIRES
BÍBLICOS
.
Si se puede decir en un artículo de revista, ¿para qué escribir un libro de 200
páginas?
.
Si se puede decir en una página, ¿para qué escribir un artículo de revista?
.
Si se puede decir en un puñado de versos, ¿para qué escribir una página?
.
Este ‘Cinco minutos de aires bíblicos’ es una semilla que confío a la sabiduría
de tu saber leer, que es despertar; de tu saber interpretar, que es cuidar; de
tu saber compartir, que es saborear. Siempre pretenderé que esta ‘semilla de
los cinco minutos’ tenga la ‘denominación de origen’ de su autor.
Semana 35ª (23.07.2023):
El quita-meriendas
¿Remedios?, me diréis; hay gentes que hablan de revolución; yo no creo en la revolución; ni en la revolución desde arriba, ni en la revolución desde abajo, ni en la revolución desde el medio; no creo más que en una revolución interior, en la personal, en el culto a la verdad; no creo en las cosas que se hacen a golpes, y eso sólo puede sucederle a un pueblo epiléptico, que procede por ataques, o a un pueblo en que todo se hace intermitentemente como por tercianas.
Muchos
de vosotros sabéis lo que en los campos de Castilla se llama el “quita-meriendas”, es
una flor deleznable; crece la planta bajo tierra, va subiendo su colora poco a
poco, rompiendo los terrenos más apelmazados, y se abre a flor de tierra. ¿Cómo
terrenos tan duros puede romperlos tan delicado tejido? Empujando siempre, no
setenta veces a la hora, ni setenta veces al minuto, ni al segundo; siempre, es
el efecto de la acción continua.
Miguel
de Unamuno, en El Imparcial (Madrid, 26 de febrero de 1906)
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