Servido-Servidor
Hace unos
meses y hablando en familia con algunas de las personas con quienes convivo,
alguien hizo referencia a la importancia de la ‘r’ en este binomio de la lengua
de Cervantes: Servidor-Servido. Y señalaba que el orden de los factores
no alteraba su suma, resta, multiplicación o división. Era como las dos caras
de una misma moneda. Una moneda que somos tú y yo. Juntos o de uno en uno.
Somos como el binomio cervantino de Quijote y Sancho: Servido y Servidor.
Y si a uno se le alarga la mano en esto de las interpretaciones, este mismo
binomio puede constatarse entre el contratador y el contratado, el jefe y el
obrero, el que manda y el que obedece… Así está constituida la realidad más
permanente de los seres humanos.
Y, me
pregunto, ¿no habrá alternativa? En mis neuronas y en las de muchos de quienes
leen ahora, esa alternativa se llama: Todos somos ‘servido-s’; o, todos somos
¡servidor-es’. En nuestros adentros nos lo creemos, pero en la práctica del
vivir cotidiano esto no es así, más bien es imposible. Nos lo sabemos muy bien.
Nacido para servir, ¿yo? Nacido para ser servidor, ¿yo?
Servido-Servidor.
Me quedo con
el dato de la profunda diferencia de la desigualdad de unos en relación con los
otros. Será muy sabio saberse lo uno o lo otro, servidor o servido. Pero
la vida real es tan variopinta que nos creeremos una cosa y, seguramente,
seremos la otra. Y esto nos lo sabemos tan bien, tan bien, porque nos lo han
dicho y lo hemos oído hasta dejarlo de sobra.
¿Cómo olvidar
palabras tan agradecidas como las emitidas por los proclamados o investidos de
autoridad?: Me habéis escogido para ser vuestro servidor, confiáis en mí para
estar a vuestro servicio en todo cuanto necesitéis. Siempre me tendréis a
vuestro lado... Los ‘servido-s’, ¿llegan a creerse los mensajes de sus
proclamas de servicialidad? Pregunte esto quien desee acercarse a la realidad
de los políticos, empresarios, patronos o administradores apostólicos (desde el
proclamado papa hasta el nombrado párroco).
Servido-Servidor
Algo más que
un mero binomio de palabras o un ejercicio curioso de la lengua en la que nos
entendemos tú y yo.
Y en este domingo,
este asunto del ‘servidor-servido’ se encuentra en el meollo, centro,
culmen, raíz y fruto del mensaje de Jesús de Nazaret que leeremos en serena
meditación según nos lo cuenta Mateo en el undécimo capítulo de su Evangelio.
No me alargo
más en los motivos de esta presentación. En las opciones de cada quien está ser
lo uno o lo otro. Sana y asumida elección. Solo, pues, retener el binomio: SERVIDO-SERVIDOR.
A
continuación se encuentran los comentarios del Evangelio del domingo 9 de julio
Carmelo Bueno
Heras
Domingo
14º del TO Ciclo A (09.07.2023): Mateo 11,25-30
Así lo comento y comparto CONTIGO:
EL SEÑOR DEL VIERNES,
DEL SÁBADO, DEL DOMINGO…
Transitamos
ya por el mes de julio. Pleno verano en este hemisferio del norte en donde se
suele instalar la presencia del calor y color del sol. Hasta donde sepamos y
podamos tendremos que imaginarnos domingo a domingo a Jesús de Nazaret por sus
tierras de Galilea, tan calurosas o más que las de estos lares desde donde
escribo. Las decisiones programadas de la autoridad litúrgica nos proponen la
lectura de Mateo 11,25-30. Este puñado de versículos serán los
únicos que se nos leerán del capítulo undécimo de este Evangelio. Sólo pretendo
ser consciente de tantos olvidos interesados por quienes así lo deciden.
El judío
laico de Galilea llamado Jesús de Nazaret se encuentra a estas alturas del
Evangelio de Mateo como peculiar profeta de una buena noticia nueva. Y, parece
ser, que sólo los más pequeños, los sin prejuicios, los limpios de mente, los
siempre despiertos, los escuchadores… se atreven a pararse y contemplar lo que
está llegando, lo que están oyendo y lo que están viendo: “Venid a mí todos
los que estáis fatigados y sobrecargados y os daré descanso” (Mateo 11,28).
Resuenan
aún en los oídos de mis adentros el comentario que este Evangelista Mateo hace
a propósito de su protagonista Jesús de Nazaret cuando hace su primer balance
de la tarea evangelizadora en estas tierras de la Galilea: “Al ver a la
muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como
ovejas sin pastor” (Mateo 9,35-38).
Es ya
hora de aceptar que tanta fatiga, sobrecarga, vejación o abatimiento, como se
denuncia en este mensaje del Jesús de Nazaret de Mateo, se debe a la Ley del
Moisés del monte Sinaí y del Salomón del monte de su Templo con el Sacerdocio,
su Liturgia sacrificial y sus tradiciones de fiestas, comidas y relaciones
entre familiares, amigos, y enemigos. En síntesis, aquella RELIGIÓN judía, que
tan bien conoce el galileo Jesús, es la causa de tanta parálisis que
despersonaliza y deshumaniza.
Los
sabios e inteligentes, que el texto evangélico desenmascara y denuncia, son las
autoridades del sistema de la Ley y del Templo. Para esta autoridad de la
Religión judía todo buen judío debe ser puro de sexo (varón), puro de raza
(haber nacido de una mujer judía), puro cuerpo (sin enfermedad alguna) y puro
de ley (fiel cumplidor de los mandatos y prohibiciones prescritos). En cambio,
quienes no pueden acreditar su pureza de sexo, raza, cuerpo o ley serán siempre
los ‘pequeños’ de los que nos habla el texto que tenemos entre manos (Mateo
11,25-26).
De esta
realidad tan discriminadora de la Religión judía nos habla y escribe este
Evangelista Mateo en el siguiente capítulo, el duodécimo completo, que no se
nos proclamará jamás a la asamblea reunida para alimentarse de la palabra de la
vida. Quienes se atreven a leer despacio, y con sentido crítico el relato de
estas denuncias de Mateo, escucharán como si fuera la ‘voz de un trueno
liberador’ aquello de “este hombre es señor del sábado”. Este hombre, el
judío laico de Nazaret, es también ‘señor del viernes y del domingo’ (Mateo
12,8).
¿Cuál es
‘el día’ de este ‘señor’? ¿Cuál es ‘el día del señor’ Jesús de Nazaret?, me
pregunto en mi diálogo con el Evangelista que así me escribe como la buena
noticia de su protagonista. E inmediatamente no puedo dejar de recordar aquello
de que todos los días son días del señor Jesús de Nazaret, porque “todo cuanto
deseas que los demás hagan contigo, házselo a ellos. Esta es toda la Ley y los
Profetas” (Mateo 7,12). Muchas gracias, Mateo. Y muchas más, Jesús de Nazaret. Carmelo
Bueno Heras
CINCO MINUTOS de AIRES BÍBLICOS
. Si se
puede decir en un artículo de revista, ¿para qué escribir un libro de 200
páginas?
. Si se
puede decir en una página, ¿para qué escribir un artículo de revista?
. Si se
puede decir en un puñado de versos, ¿para qué escribir una página?
.
Este ‘Cinco minutos de aires bíblicos’ es una semilla que confío a la sabiduría
de tu saber leer, que es despertar; de tu saber interpretar, que es cuidar; de
tu saber compartir, que es saborear. Siempre pretenderé que esta ‘semilla de
los cinco minutos’ tenga la ‘denominación de origen’ de su autor.
Semana 33ª
(09.07.2023): El color de la mañana. La palabra
La herramienta de la literatura y el alma de la
política es la palabra, puesto que es el inevitable soporte y el más idóneo
vehículo de la idea, pero ni la literatura ni la política son jamás un juego de
palabras ni podrían serlo nunca porque, en justo castigo, morirían por asfixia;
el pueblo, que suele ser sagaz en la adivinación del lenguaje, llama palabrería
a esos volatines de la palabra que usan los escritores y los políticos para disfrazar
la oquedad de su discurso cuando no tienen nada que decir.
Hasta bien entrado el siglo XX -y en España quizá
hasta la guerra civil- duraron, incluso con lozanía y sin duda alguna con
eficacia, dos firmes supuestos previos al hecho literario en cuyo meollo habría
que bucear, si se quería arribar a buen puerto, antes de tomar la pluma en la
mano; uno era el prolijo debate sobre el fondo y la forma, que es lo más
parecido que se conoce a la parábola de la pescadilla frita que se muerde la
cola, y el otro era el axioma de que la narración y el teatro -y quizá, para
algunos, también la poesía épica- debían admitir con naturalizad el corsé de las tres ballenas del planteamiento, del
nudo y del desenlace.
Andando el tiempo se desmoronó este doble tingladillo
por dos razones; porque se adivinó que el fondo y la forma eran las dos caras
de una y la misma cosa y que se mostraban y expresaban la una en función de la
otra, y que la literatura, si quería ser un reflejo de la vida y comportarse
como la vida misma, debía volver la espalda al aludido corsé constreñidor, puesto que esa vida que aspiraba a disecar y
reflejar ignoraba cualquier otro desenlace que no fuera la muerte, esa postrera
y definitiva abdicación.
Ninguna vida se redondea del todo, aunque la órbita de
las muy fructíferas pudiera probar a querer demostrárnoslo, y es tan frecuente como cierto el trance del hombre
que se muere de viejo con la cabeza rebosante de proyectos para los que jamás
se presentará la ocasión propicia.
El escritor y el político se guarecen en la palabra,
sí, y se sirven de ella para expresarse y deleitar y gobernar, pero jamás deben
jugar ni abusar con ella ni de ella, puesto que puede ser vengativa y tiene
mucha memoria.
Camilo
José CELA
ABC,
viernes 17 de diciembre de 1993.
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