jueves, 26 de mayo de 2016

CURSO “EL HOMBRE NUEVO” (EL SECRETO, DEL AMOR Y EL GOZO, ESTÁ EN EL CORAZÓN DEL HOMBRE ) (HN-19)

EL  SECRETO, DEL AMOR Y EL GOZO,  ESTÁ  EN  EL  CORAZÓN  DEL  HOMBRE (HN-19)


Es verdad que la lectura de los textos del Evangelio debemos hacerla siempre bien, para evitar malentendidos; pero esto no implica que, aunque pase el tiempo y la inspiración se acumule, ya no puedan desvelarse ni novedades ni ciertos matices complementarios de interpretación. Por tanto no debiera sorprendernos que pasados dos mil años algo pudiera decirse distinto o más en resonancia con los nuevos tiempos, pues todo tiene su camino y su tiempo; si bien también debe quedar muy claro que, lo desvelado o matizado hoy será gracias al largo camino recorrido por la teología durante todo el tiempo anterior. Y, de la misma forma, hará falta también todo lo que digamos hoy para que en el futuro se puedan decir otras cosas todavía mejor: para que se puedan leer más en profundidad los textos del Evangelio, a los que estamos y seguiremos acudiendo. Es verdad que el Evangelio se puede interpretar de varias formas, y San Pablo ya lo decía: “toda Escritura puede ser utilizada para argumentar”. Pero San Pablo lo dice en los dos sentidos: puedes utilizar la Escritura para madurar, o para justificarte. En cualquier caso -y esto es muy serio-, Dios es tan grande que cuando uno lee la Palabra de Dios, esta suele resonarnos a la manera de cada uno: en efecto, si uno la lee desde la teología lógica Dios nos suena lógicamente; y si uno está en la fase del comportamiento fariseo –es decir, del hombre que pretende ser santo cumpliendo y así lo cree– Dios le suena así también; y si uno está en la teología del gozo, o pretende inaugurarla, Dios empieza a sonarle también así. Pero lo verdaderamente malo sería que Dios no nos resonase: pues Dios suena en todas partes, menos en aquellos que sustituyen a Dios por un “cumplir con lo prescrito”; o sea, menos en aquellos que hacen de la religión una meta. Y esto lo ha dicho Cristo (o sea Dios en Jesús), y no es una interpretación del Evangelio. Por tanto, ya conocemos el peligro y lo que debemos vigilar. Cristo, al desmontar la religión del cumplimiento, instaura la religión del gozo; que siempre provoca agobio en los espíritus pusilánimes. Si bien estos deben saber que la falta de seguridad no solo es inevitable sino que así debe ser, para mantener la tensión; y por tanto no deben olvidar que el gozo siempre es algo volátil, como toda situación de inestabilidad. Al cristiano del s. XXI, si quiere ser verdaderamente cristiano, le tendrán que crecer unas alas más grandes que la jaula de seguridades donde ahora está prisionero; por lo que tendrá que romper su jaula, y esto lo hará siempre con dolor. La obligación del cristiano es romper siempre jaula tras jaula; pero nosotros llevamos mucho tiempo y muy cómodos reclinando nuestra cabeza en una jaula dorada. Al hombre nuevo le van creciendo sus alas, de forma que su nueva capacidad de vuelo ya no cabe en una jaula; por eso no solo debemos romper jaulas, sino levantar la vista del suelo y tratar de volar más. Y aquellos que no las rompan, ya sea por miedo o comodidad, al final comprobarán “si son reconocidos o no”; y esto “cuando llamen a la puerta”, siendo ellos unos “fuera de tiempo”.  Adelantemos ahora algo, que nos puede ayudar a entender la siguiente expresión de Mateo: Cuando Cristo habla del “Hijo del hombre”, habla de sí mismo. En hebreo, “Hijo del hombre” significa el hombre; en contraposición al hijo de la maldición, que es el maldito. El “Hijo de Dios” es el divino, el que ya ha llegado a Dios; en cambio, el “Hijo del hombre” es el que camina todavía por las sendas de la evolución para llegar a ser Hombre, y el hijo de la maldición es el que vive maldiciéndolo todo. Pues bien, cuando Cristo habla del “Hijo del hombre” se está refiriendo a sí mismo; está hablando del modelo de hombre que es él, y del que también tú has de llegar a ser. Esta es la traducción: “El Hijo del hombre (y según Cristo: no solo El sino también tú, si eres como El) no tiene dónde reclinar la cabeza” [(Mt. 8, 20)… Incluso las  raposas tienen cuevas y las aves del cielo tienen nidos, tienen un cobijo, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.] Si tú te apoyas solo en el cumplimiento de algo exterior –impuesto por tu religión como meta– y reclinas sobre esto tu cabeza, no llegarás a ser Hijo del hombre; te extraviarás. Pero si entiendes bien la religión, como esa religación interior con Dios que no te permite dormirte y por tanto que evita te extravíes, tendrás la definición del hombre por su religación. Fíjense qué maestro es Cristo: Todo hombre que –para andar– necesite que le dirijan desde fuera, es un hombre que no es Hombre. Cristo es magistral pues, sin negar las ayudas exteriores, dice: El secreto, del amor y el gozo, no está fuera sino “en el corazón del hombre”.   O sea, depender de lo de fuera –del cumplimiento religioso y las leyes– es como estar dependiendo de andadores; hasta que queden estos minimizados una vez aprendamos a caminar: quedando de ellos, su memoria y nuestro agradecimiento. El secreto está en el corazón del hombre. El hombre o se salva por “lo que es” o mil millones de leyes no le salvan. Y esto es lo que transmite Jesús, cuando dice: "El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Los pájaros pueden tener nido y los zorros madriguera, pero el hombre es aún más volátil que un pájaro asustado y más escurridizo que el zorro al que se acosa. 

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