Beata Estefanía Quinzani, virgen
fecha: 2 de enero
n.: 1457 - †: 1530 - país: Italia
otras formas del nombre: Estéfana Quinzani
canonización: Conf. Culto: Benedicto XIV 14 dic 1740
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1457 - †: 1530 - país: Italia
otras formas del nombre: Estéfana Quinzani
canonización: Conf. Culto: Benedicto XIV 14 dic 1740
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Soncino, de la Lombardía, beata
Estefanía Quinzani, virgen, de la Tercera Orden de Santo Domingo, dedicada
enteramente a la contemplación de la Pasión del Señor y a la instrucción
cristiana de las jóvenes.
Stefana Quinzani nació en 1457, cerca de
Brescia, en el seno de una familia de clase media. Se cuentan algunas cosas
extrañas de su infancia, y se dice que consagró a Dios su virginidad desde muy
niña. Sin embargo, su vocación no se definió del todo, sino hasta que sus
padres se transladaron a Soncino, donde tuvo ocasión de conocer la orden de
Santo Domingo. En dicha población tuvo una visión en la que se le apareció san
Andrés apóstol llevando la cruz. A raíz de esa visión, tomó el hábito de la
tercera orden de Santo Domingo y se consagró al cuidado de los enfermos y al
socorro de los pobres, hasta el momento en que ella misma fundó un convento en
Soncino. El documento más interesante que poseemos sobre nuestra beata es un
relato contemporáneo, escrito en 1497 y firmado por veintiún testigos, en el
que se describe uno de los éxtasis en los que ella vivía físicamente toda la
Pasión, sin excluir la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión.
Parece que en el curso de tales éxtasis, los estigmas de la Pasión aparecían
sobre sus manos y sus pies. Su cuerpo se ponía tan rígido que los testigos eran
incapaces de hacerla cambiar de posición, o simplemente de flexionar sus
miembros. Se cuenta que realizó muchas curaciones milagrosas y que multiplicó,
en algunas ocasiones, la comida y el dinero.
La «Legenda Volgare», en la que se basan
en último término todos los relatos de la vida de la beata, constituye, según
la expresión de su editor, Mons. Guerrini, «una novela mística en plenitud,
escrita más para la edificación ascética que para la historia, y está llena de
elevaciones y malabarismos místicos, dirigidos a los lectores del sexo
femenino». Los fragmentos de las cartas de la beata, que son otra fuente de
información, no han sido todavía explorados y estudiados detenidamente. La
beata tuvo una extensa correspondencia con muchos habitantes del norte de
Italia. Su muerte aconteció el 2 de enero de 1530, y su culto fue confirmado en
1740.
Ver P. de Micheli, La b. Stefana Quinzani:
memori e documenti, y P. Guerrini, La prima Legenda Volgare de la b. Stefana
Quinzani (1930). Ver asimismo M. C. Ganay, Les Bses. Dominicaines ( 1913 ), pp.
545-548, en la que se encuentra una parte de las relazione de las que hemos
hecho mención en el artículo.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
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Beata María Ana Soureau-Blondin, virgen y fundadora
fecha: 2 de enero
n.: 1809 - †: 1890 - país: Canadá
canonización: B: Juan Pablo II 29 abr 2001
hagiografía: Vaticano
n.: 1809 - †: 1890 - país: Canadá
canonización: B: Juan Pablo II 29 abr 2001
hagiografía: Vaticano
Elogio: En la ciudad de Lachine, en la
provincia canadiense de Quebec, beata María Ana (María Stella) Soureau-Blondin,
virgen, la cual, aunque analfabeta en su juventud, fundó la Congregación de las
Hermanas de Santa Ana, para la educación de los hijos de los campesinos, y dio
siempre muestras de un carisma extraordinario en favor de la enseñanza a los
jóvenes.
Esther Blondin, Hermana Marie-Anne, nace
en Terrebonne (Québec, Canada), el 18 abril de 1809, dentro de una familia
hondamente cristiana. Hereda de su madre una piedad centrada en la Providencia
y la Eucaristía; de su padre, una fe sólida y una gran paciencia en el
sufrimiento. Esther y su familia son víctimas del analfabetismo reinante en los
medios canadienses-franceses del siglo XIX. En la edad de 22 años, se la
contrata como doméstica al servicio de las Hermanas de la Congregación de
Nuestra Señora recién llegadas a su pueblo. Al año siguiente se inscribe como
interna con vistas a aprender a leer y escribir. Se la encuentra después en el
noviciado de la misma Congregación, de donde saldrá, sin embargo, a causa de su
salud demasiado frágil.
En 1833, Esther se vuelve maestra de
escuela en el pueblo de Vaudreuil. Allí, se da cuenta que un reglamento de la
Iglesia prohibiendo a las mujeres enseñar a los niños, y a los hombres a las
niñas puede ser una de las causas del analfabetismo. Los sacerdotes, en la imposibilidad
de financiar dos escuelas, elijen financiar ninguna. Y los jóvenes se sumen en
la ignorancia, sin poder aprender el catecismo y hacer la primera comunión. En
1848, con la audacia del profeta movido por la llamada del Espíritu, Esther
somete a su Obispo, Monseñor Ignace Bourget, el proyecto de fundar una
Congregación religiosa «para la educación de los niños pobres del campo, en
escuelas mixtas». El proyecto es innovador para la época. Pero, puesto que el
Estado favorece este tipo de escuelas, el Obispo autoriza un intento modesto,
para evitar un mal más grande.
La Congregación de las Hermanas de Santa
Ana se funda en Vaudreuil, el 8 de septiembre de 1850. En adelante, Esther se
llama «Madre Marie-Anne». Está nombrada primera superiora. El crecimiento
rápido de la joven comunidad requiere muy pronto una mudanza. En el verano de
1853, el Obispo Bourget traslada la Casa madre a Saint-Jacques de l’Achigan. El
nuevo Capellán, Louis-Adolphe Maréchal, va a meterse en la vida interna de la
comunidad de una manera abusiva. Por ejemplo, en ausencia de la fundadora, él
cambia el precio de la pensión de las alumnas. Y, cuando él debe ausentarse,
las hermanas tienen que esperar su vuelta para confesarse. Después de un año de
conflicto entre el capellán y la superiora muy preocupada por los derechos de
sus hermanas, el Obispo Bourget piensa encontrar una solución. El 18 de agosto
de 1854, manda a Madre Marie-Anne «deponerse». Convoca las elecciones y exije
de la Madre «que no acepte el mandato de Superiora si las hermanas quieren
reelegirla». Despojada del derecho que le da la Regla de la Comunidad, Madre
Marie-Anne obedece al Obispo que es para ella el instrumento de la Voluntad de
Dios sobre ella. Bendice «mil veces a la Divina Providencia por la conducta
materna que tiene para ella, haciéndola pasar por el camino de las
tribulaciones y cruces».
Entonces, nombrada Directora del Convento
de Sainte Geneviève, Madre Marie-Anne se vuelve un blanco de hostigamiento de
parte de las nuevas Autoridades de la Casa madre, subyugadas por el despotismo
del Capellán Maréchal. Con el pretexto de mala administración, se la llama a la
Casa madre en 1858, con la orden episcopal de «tomar los medios para que no
haga daño a nadie». Desde esa nueva destitución hasta su muerte, se la mantiene
fuera de todas responsabilidades administrativas. Más aun, se la aleja de las
deliberaciones del Consejo general donde tendría que estar según las elecciones
de 1872 y 1878. Asignada a los más oscuros trabajos de la lavandería y del
planchado, lleva una vida de renuncia total, lo que asegura el crecimiento de
su Congregación. Allí está la paradoja de su influencia: quisieron
neutralizarla en el sótano oscuro del planchado de la Casa madre, pero muchas
generaciones de novicias recibirán de la Fundadora ejemplos de humildad y de
caridad heroica. Una vez, una novicia se asombró en ver a la Fundadora
mantenida en tan humildes trabajos y se le pidió la razón a la Madre. Ella
contesto con calma: «Más un árbol hunde sus raices en el suelo, más posibilidad
tiene de crecer y producir frutos.»
La actitud de Madre Marie-Anne frente a
las situaciones injustas, siendo ella víctima de ellas, nos permite descubrir
el sentido evangélico que ella supo dar a los acontecimientos de su vida. Como
Cristo apasionado por la gloria de su Padre, ella no buscó otra cosa en todo
que la gloria de Dios, lo que es el fin de su Comunidad. «Dar a conocer el Buen
Dios a los jóvenes que no tenían la felicidad de conocerle» era para ella el
medio privilegiado de trabajar a la gloria de Dios. Despojada de sus más legítimos
derechos, expoliada de su correspondencia personal con su Obispo, ella cede
todo sin resistencia, esperando de Dios el desenlace de todo, sabiendo que Él
«en su Sabiduría sabrá discernir lo verdadero de lo falso y recompensar a cada
uno según sus obras». Las autoridades que le sucedieron prohibieron llamarla
Madre. Madre Marie-Anne no se aferra celosamente a su título de Fundadora. Mas
bien, acepta su anonadamiento como Jesús «su Amor crucificado», a fin de que
viva su comunidad. Sin embargo, no abdica su vocación de «madre espiritual» de
su Congregación; se ofrece a Dios «para expiar el mal cometido en su Comunidad;
todo los días, pide a Santa Ana en favor de sus hijas espirituales, las
virtudes necesarias a las educadoras cristianas».
Al igual que todo profeta investido por
una misión en favor de los suyos, Madre Marie-Anne vivió la persecución,
perdonando sin restricción, pues estaba convencida que «hay más felicidad en
perdonar que en vengarse». Este perdón evangélico era para ella la garantía de
«la paz del alma» que ella consideraba como "el más precioso bien".
Dió un último testimonio de eso en su lecho de agonía cuando pidió a su
superiora llamar al Padre Maréchal «para edificar a las Hermanas». Frente a la
muerte, Madre Marie-Anne deja a sus hijas a manera de testamento espiritual,
estas palabras que resumen su vida: «Que la Eucaristía y el abandono a la
Voluntad de Dios sean vuestro cielo en la tierra». Entonces se apagó
apaciblemente en la Casa madre de Lachine, el 2 de enero de 1890, «feliz de irse
donde el Buen Dios» a quien ella había servido toda su vida. Fue beatificada
por SS Juan Pablo II el 29 de abril de 2001.
fuente: Vaticano
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