Haz un mundo acogedor y seguro
Cuando el pasado 1 de enero celebrábamos la Jornada Mundial de la Paz, pensaba en cómo decir a todos los hombres, y muy especialmente a los más jóvenes, el modo y la manera de construir un mundo más acogedor y seguro. ¿Por qué? Creo que no es muy difícil ver que el clima que estamos viviendo es de incertidumbre, de sufrimiento para muchos pueblos, de angustia para muchas personas que padecen en su propia carne la falta de acogida y de seguridad. Y recordaba al profesor Julián Marías, cuando decía que amar es que el otro sea tu «proyecto de vida». ¿Estamos dispuestos a vivir así? ¿Qué amor es el que tenemos en nuestro corazón? ¿No será ese amor que no es verdadero, y que nace de nuestras inseguridades e incongruencias, de nuestros egoísmos? ¿No será que no conocemos el amor verdadero y nos convertimos en dictadores que deseamos programar la vida de los otros, porque en el fondo queremos ser iguales a Dios y no ponemos en dinamismo lo que somos: imágenes de Dios?
Estas preguntas me hicieron pensar en el tema del Sínodo próximo que el Papa Francisco propone a la Iglesia y que va a tratar sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Entreguemos a los jóvenes las herramientas con las que se puede construir un mundo acogedor y seguro. No vale cualquier herramienta. No valen ni sirven las construidas por los hombres. Regalemos la experiencia de un Dios que nos ha creado, que se hizo hombre por nosotros, que nos ama incondicionalmente. No regalemos ni propongamos programas. Entreguemos y demos la persona de Jesucristo, rostro verdadero de Dios y del hombre.
Hace un siglo, el mundo se encontraba de lleno en una I Guerra Mundial, se sembraba muerte y dolor en este mundo y surgían totalitarismos que produjeron más división y enfrentamiento, que trajeron otro conflicto mundial. Hemos vivido tiempos de bienestar, pero no hemos logrado corazones que acojan y den la seguridad que necesita el ser humano. Quizá donde hemos querido asentar la paz, la verdad, la libertad y el bienestar, ha sido en dioses de barro. Hoy los conflictos surgen y se mantienen en diversas partes de la tierra. Como dice el Papa Francisco, estamos en una III Guerra Mundial «por partes»... Millones de personas viven en conflictos insensatos y el miedo se convierte en escaparate del mundo: violencias, dramas, emigración. ¿No seremos capaces de poner otro escaparate en este mundo, que dé confianza, acogida y seguridad a los hombres de toda la tierra y muy especialmente a los más pobres y a los que sufren en su propia carne los conflictos?
Os propongo algo atrevido, para algunos insensato, para otros sin sentido, pero para los que más sufren es la solución de los conflictos: utilicemos el arma de amar. Amemos con el amor mismo de Dios. Amemos haciendo del otro el proyecto de mi vida; amándolo como Dios mismo lo ama. Descubriendo que es una imagen verdadera de Dios que no puedo estropear y utilizar a mi capricho. Los que somos discípulos de Cristo, desarrollemos en plenitud en nuestra vida lo que el Señor en el Bautismo nos regaló como gracia: su Vida, su Santidad. Quienes no lo sois o no conocéis a Cristo, deteneos por un momento viendo lo que Él regaló en su vida, pues eso mismo lo podéis hacer dejándoos llenar de su Vida.
Y ahora entenderás quién es un santo y cómo tú también puedes serlo. Porque un santo es quien acepta vivir la vida desde la santidad que Dios le ha regalado, haciéndosela percibir a los demás. Haz del otro el proyecto de tu vida, como lo hizo Jesús mientras estuvo entre nosotros y lo sigue haciendo ahora dándonos su Vida. A todos los que encontraba por el camino les decía: «¿Qué quieres que haga por ti?». A quien se encontraba tirado lo levantaba, y nos alentaba: «Haz tu lo mismo». A todos nos dice: «Lo mismo que os he amado, hacedlo con los demás siempre».
El santo siempre remite a ser sal y luz del mundo: «Vosotros sois la sal de la tierra» (cfr. Mt 5, 13-16). Hay que ser sal y luz del mundo con la propia existencia. Y se es sal y luz solamente cuando encendemos la vida para iluminar a los demás; damos y ponemos sabor cuando sabemos, actuamos, prolongamos en los otros el sabor que da y engendra Jesucristo. De ahí que la gran tarea que os propongo sea dar rostro con nuestra vida a la acogida y seguridad que solamente Jesucristo da, que supone emprender un seguimiento radical de Cristo, conformarnos con su conducta, mirar con su mirada y escuchar con sus oídos, ampliar nuestro corazón al de sus medidas.
Me impresionan unas palabras de san Basilio, que pueden ser elocuentes para nosotros: «Habiendo desaprovechado un tiempo en vanidades, perdiendo casi toda mi juventud en un trabajo inútil al que me aplicaba para aprender las enseñanzas de una sabiduría que aparecía vana a los ojos de Dios, por fin un día, como si despertase de un sueño profundo, volví mis ojos a la admirable luz de la verdad del Evangelio y me di cuenta de lo inútil que resulta la sabiduría de los príncipes de este mundo que son perecederos» (Epístola 223; PG 32, 824ª). En este mundo hay necesidad de santos. Nuestra historia solamente la cambiarán santos. Ante las situaciones que hoy vivimos, como son las perturbaciones que se dan en la vida pública, de tonos muy diversos; la falta de diálogo, los vacíos de existencia; las incertidumbres sobre el futuro a causa del terrorismo, de la crisis económica, de las guerras, de los enfrentamientos entre los pueblos; las desigualdades que se dan entre países ricos y pobres... Qué importante es centrar la vida humana. Por ello te recuerdo que:
1. Tienes que poner en el centro de tu vida a Jesucristo. Él es el centro vital, absolutamente necesario, al que todas las realidades y acontecimientos deben referirse para que puedan adquirir un sentido y una sólida consistencia.
2. Tienes que descubrir el método para centrar la vida y que esta sea así expresión viva de que en verdad eres luz y sal. Ese método está descubierto, es el de siempre y se manifiesta de manera significativa en tu diálogo con el Señor, en la oración.
3. Tienes que atreverte a ser mensajero de la paz en un mundo roto y dividido, de esa paz que es Cristo mismo. Muestra que eres luz y la das. Muestra que das sabor a todo lo que te rodea. Ten el atrevimiento de significar algo para los demás.
4. Tienes que amar siempre la verdad y buscar el método para encontrarla. Se ama la verdad y se encuentra en la Palabra de Dios, pero no te acerques sin piedad y con la pretensión de querer discutirla.
5. Tienes que mostrar que la fuerza de la razón y de la fe cuando van unidas conducen al conocimiento de la verdad, del amor y de la libertad.
Atrévete a ser santo. Déjate provocar por Jesús, por sus palabras, por su vida, por su mensaje, por sus estrategias de comunión y de fraternidad.
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos Card. Osoro Sierra, arzobispo de Madrid
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