"Nos encanta que vengan los niños a Misa”
Domingo por la mañana en cualquier lugar del mundo. En medio de la Misa, en el momento de la consagración, el más recogido y solemne de la liturgia, un niño lanza un alarido monumental que eriza el pelo de todos los presentes, hiela la sangre del sacerdote y hace temblar hasta las paredes del templo. Es el momento más temido por los padres y madres que se atreven a acudir a la fiesta dominical acompañados de sus hijos pequeños.
Por Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Esta escena, a primera vista cómica, es una de las razones por las que muchos padres deciden quedarse en casa los domingos y no vuelven a la parroquia hasta años después de nacer su último hijo. Eso, si vuelven…
Para otros, la misa dominical es fuente de no pocas dudas: ¿Qué hacemos con los niños? ¿Vamos todos juntos o nos turnamos? ¿Buscamos una parroquia con guardería, con pecera, con Misa de niños? ¿Nos sentamos detrás? ¿Llevamos juguetes o les dejamos el móvil? ¿Qué hacemos si algún niño llora, grita, o ambas cosas?
Todas esas preguntas las aparcan Néstor y Vanessa cuando acuden a su parroquia con sus cuatro hijos, de 6 años el mayor y un año recién cumplido la pequeña. “Nosotros queremos ir a Misa con ellos, no queremos aparcarlos y nos negamos a ir por turnos, porque la Misa es importante para vivirla todos juntos” .
Para evitar cualquier escena parecida a la que encabeza este reportaje, Néstor y Vanessa tienen sus trucos. Ellos no llevan juguetes, ni comida, ni dejan a los niños jugar con el móvil, “vamos con tiempo y nos ponemos lo más adelante posible. De hecho, ya casi hasta tenemos ‘nuestro banco’ en la iglesia [risas]”. Se sientan delante porque “la distracción es proporcional a la distancia: cuanto más lejos estás, más fácil es distraerte. Si un niño tiene delante una persona, no ve nada ni entiende nada, lo normal es que se despiste” .
Otro truco es ir introduciendo a los niños poco a poco en la celebración. El Evangelio es “el cuento”, “porque a Jesús le encanta contar cuentos [parábolas], y nosotros se lo adaptamos a los niños, les preguntamos cosas después… Es llamativo cómo captan ellos las cosas, están más atentos de lo que parece”.
Después viene la consagración, “el momento en que viene Jesús, y ellos saben que tienen que estar callados y de rodillas como nosotros. Y luego al ir a comulgar ellos también se ponen en la fila para recibir la bendición del sacerdote”.
¿Qué pasa cuando uno de los niños tiene una rabieta o rompe a llorar? Néstor se bate en retirada desde el primer banco del templo “con naturalidad”, aunque en ocasiones afirma haber recibido “miradas que fulminan”, “pero no es lo habitual. Lo más normal es que haya alguien que te echa una mano si estás en un apuro” .
No dejéis de venir
“En realidad, estamos en una etapa distinta”, reconocen Iván y Adela, que tienen tres hijos entre los 3 y los 9 años. En todo el tiempo que llevan criando niños, “hemos tenido épocas mejores y otras peores. A veces, después de una celebración especialmente movida, piensas que a lo mejor no has estado ‘plenamente’ en Misa, pero quizá Dios no quiere eso en este momento de nuestra vida.
Te acuerdas de cuando eras joven y hacías tus ejercicios y tus oraciones con calma, y te puedes sentir frustrado porque crees que no vives tu fe a tope, pero al final todo esto lo vivimos también como una entrega, como algo que Dios nos pide en este momento concreto” .
Ellos procuran ir a la Misa de familias en su parroquia, pero cuando no han podido y han ido a otra, la experiencia no ha sido tan mala como para querer quedarse en casa: “Cuando hemos ido a alguna parroquia con más adultos, te sientes un poco incómodo porque quieres respetar a la gente para que vivan a fondo su celebración.
Pero cuando algún niño se ha revuelto un poco, la gente nos ha dicho: ‘No te preocupes, que no pasa nada’ . E incluso algún sacerdote nos ha dicho: ‘No dejéis de ir a Misa por los niños’ . Así que al final a nosotros nos da alegría ver cómo poco a poco va creciendo la fe de nuestros hijos, cómo señalan a Jesús o a la Virgen, o entran en la iglesia lanzándoles un beso”.
Hablan los párrocos
“¿Esto es para los apestados?», le dijo un padre con sorna a José María Calderón, párroco del Sagrado Corazón, de Madrid, cuando colocó una “pecera”, con peluches y juguetes sencillos y una pantalla para poder seguir la Misa desde dentro, y se la ofreció a los padres que la pudieran necesitar durante las misas dominicales.
Pero desde su instalación, José María ha ido enseñando a los fieles el verdadero sentido de la “pecera”: “Es algo opcional, y está pensado no tanto para que el resto de la gente pueda oír misa sin ‘interferencias’, sino para que muchos padres que no van a Misa por si sus hijos molestan, puedan acudir y vivirla con tranquilidad.
Buscamos más la comodidad de los padres que evitar que los niños puedan molestar. Porque había padres que nos contaban que sus hijos ‘son muy revoltosos y nos da vergüenza ir a Misa y que molesten’, ¡y se quedaban sin Misa los domingos! A nosotros nos encanta que vengan las familias y los niños a la parroquia”.
Otra opción para los niños es organizar una Misa para familias, como la que preside Daniel Navarro en su parroquia, la Virgen de la Fuensanta, en Madrid. Allí van niños de todas las edades, a los que Daniel lanza cada domingo unas preguntas relacionadas con el Evangelio, para después organizar una pequeña representación de tres minutos sobre lo que han escuchado.
“Es una manera de hacer llegar la Palabra de Dios a los niños, y también sirve para que los padres se lleven algo de alimento espiritual a casa”, dice Daniel.
Al final, se trata de “no poner impedimento a los padres que hacen el esfuerzo de venir con sus hijos, porque la Iglesia tiene que acoger a todos, y también a los niños pequeños”, afirma Calderón.
“Nosotros queremos ir a Misa con los niños porque la Misa es importante para vivirla todos juntos”. Néstor y Vanessa
“Cuando vas a Misa con los niños crees que no vives tu fe a tope, pero esta es la entrega que Dios nos pide en este momento concreto”. Iván y Adela.
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