Santa Margarita María Alacoque, virgen
fecha: 16 de octubre
n.: 1647 - †: 1690 - país: Francia
canonización: B: Pío IX 18 sep 1864 - C: Benedicto XV 13 may 1920
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1647 - †: 1690 - país: Francia
canonización: B: Pío IX 18 sep 1864 - C: Benedicto XV 13 may 1920
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Santa Margarita María Alacoque, virgen, monja de la Orden de la
Visitación de la Virgen María, que progresó de modo admirable en la vía de la
perfección y, enriquecida con gracias místicas, trabajó mucho para propagar el
culto al Sagrado Corazón de Jesús, del que era muy devota. Murió en el
monasterio de Paray-le-Monial, en la región de Autun, en Francia, el día
diecisiete de octubre.
Oración: Infunde, Señor, en nuestros
corazones el mismo espíritu con que enriqueciste a santa Margarita María de
Alacoque, para que lleguemos a un conocimiento profundo del misterio
incomparable del amor de Cristo y alcancemos nuestra plenitud según la plenitud
total de Dios. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén
(oración litúrgica).
A pesar de los grandes santos y del
inmenso número de personas piadosas que hubo en Francia en el siglo XVII, no se
puede negar que la vida religiosa de dicho país se había enfriado, en parte
debido a la corrupción de las costumbres y, en parte, a la mala influencia del
jansenismo, que había divulgado la idea de un Dios que no amaba a toda la
humanidad. Pero, entre 1625 y 1690, florecieron en Francia tres santos, Juan
Eudes, Claudio de la Colombiére y Margarita María Alacoque, quienes enseñaron a
la Iglesia, tal como la conocemos actualmente, la devoción al Sagrado Corazón
como símbolo del amor sin límites que movió al Verbo a encarnarse, a instituir
la Eucaristía y a morir en la cruz por nuestros pecados, ofreciéndose al Padre Eterno
como víctima y sacrificio.
Margarita, la más famosa de los «santos
del Sagrado Corazón» nació en 1647, en Janots, barrio oriental del pueblecito
de L'Hautecour, en Borgoña. Margarita fue la quinta de los siete hijos de un
notario acomodado. Desde pequeña, era muy devota y tenía verdadero horror de
«ser mala». A los cuatro años «hizo voto de castidad», aunque ella misma
confesó más tarde que a esa edad no entendía lo que significaban las palabras
«voto» y «castidad». Cuando tenía unos ocho años, murió su padre. Por entonces,
ingresó la niña en la escuela de las Clarisas Pobres de Charolles. Desde el
primer momento, se sintió atraída por la vida de las religiosas, en quienes la
piedad de Margarita produjo tan buena impresión, que le permitieron hacer la primera
comunión a los nueve años. Dos años después, Margarita contrajo una dolorosa
enfermedad reumática que la obligó a guardar cama hasta los quince años;
naturalmente, tuvo que retornar a L'Hautecour. Desde la muerte de su padre, se
habían instalado en su casa varios parientes y una de sus hermanas, casada,
había relegado a segundo término a su madre y había tomado en sus manos el
gobierno de la casa. Margarita y su madre eran tratadas como criadas.
Refiriéndose a aquella época de su vida, la santa escribió más tarde en su
autobiografía: «Por entonces, mi único deseo era buscar consuelo y felicidad en
el Santísimo Sacramento; pero vivíamos a cierta distancia de la iglesia, y yo
no podía salir sin el permiso de esas personas. Algunas veces sucedía que una me
lo daba y la otra me lo negaba». La hermana de Margarita afirmaba que no era
más que un pretexto para salir a hablar con algún joven del lugar. Margarita se
retiraba entonces al rincón más escondido del huerto, donde pasaba largas horas
orando y llorando sin probar alimento, a no ser que alguno de los vecinos se
apiadase de ella. «La mayor de mis cruces era no poder hacer nada por aligerar
la de mi madre».
Dado que Margarita se reprocha amargamente
su espíritu mundano, su falta de fe y su resistencia a la gracia, se puede
suponer que no desperdiciaba las ocasiones de divertirse que se le presentaban.
En todo caso, cuando su madre y sus parientes le hablaron de matrimonio, la
joven no vio con malos ojos la proposición; pero, como no estuviese segura de lo
que Dios quería de ella, empezó a practicar severas penitencias y a reunir en
el huerto de su casa a los niños pobres para instruirlos, cosa que molestó
mucho a sus parientes. Cuando Margarita cumplió veinte años, su familia
insistió más que nunca en que contrajese matrimonio; pero la joven, fortalecida
por una aparición del Señor, comprendió lo que Dios quería de ella y se negó
rotundamente. A los veintidós años recibió el sacramento de la confirmación y
tomó el nombre de María. La confirmación le dío valor para hacer frente a la
oposición de su familia. Su hermano Crisóstomo le regaló la dote, y Margarita
María ingresó en el convento de la Visitación de Paray-le-Monial, en junio de
1671. La joven se mostró humilde, obediente, sencilla y franca en el noviciado.
Según el testimonio de una de sus connovicias, edificó a toda la comunidad «por
su caridad para con sus hermanas, a las que jamás dijo una sola palabra que
pudiese molestarlas, y por la paciencia con que soportó las duras reprimendas y
humillaciones a las que fue sometida con frecuencia». En efecto, el noviciado
de la santa no fue fácil. Una religiosa de la Visitación debe ser
«extraordinaria, en lo ordinario», y Dios conducía ya a Margarita por caminos
muy poco ordinarios. Por ejemplo, era absolutamente incapaz de practicar la
meditación discursiva: «Por más esfuerzos que hacía yo por practicar el método
que me enseñaban, acababa siempre por volver al método de mi Divino Maestro (es
decir, la oración de simplicidad), aunque no quisiese». Cuando Margarita hizo
la profesión, Dios la tomó por prometida suya «en una forma que no se puede
describir con palabras». Desde entonces, «mi divino maestro me incitaba
continuamente a buscar las humillaciones y mortificaciones». Por lo demás,
Margarita no tuvo que buscarlas cuando fue nombrada ayudante en la enfermería.
La hermana Catalina Marest, la directora, era una mujer activa, enérgica y
eficiente, en tanto que la santa era callada, lenta y pasiva. Ella misma se
encargó de resumir la situación en las siguientes palabras: «Sólo Dios sabe lo
que tuve que sufrir allí, tanto por causa de mi temperamento impulsivo y
sensiIde como por parte de las creaturas y del demonio». Hay que reconocer, sin
embargo, que si bien la hermana Marest empleaba métodos demasiado enérgicos,
también ella tuvo que sufrir no poco. Durante esos dos años y medio, Margarita
María sintió siempre muy cerca de sí al Señor y le vio varias veces coronado de
espinas.
El 27 de diciembre de 1673, la devoción de
Margarita a la Pasión fructificó en la primera gran revelación. Hallábase sola
en la capilla, arrodillada ante el Santísimo Sacramento expuesto y de pronto,
se sintió «poseída» por la presencia divina, y Nuestro Señor la invitó a ocupar
el sitio que ocupó san Juan (cuya fiesta se celebraba ese día) en la última
Cena, y habló a su sierva «de un modo tan sencillo y eficaz, que no me quedó
duda alguna de que era Él, aunque en general tiendo a desconfiar mucho de los
fenómenos interiores». Jesucristo le dijo que el amor de su Corazón tenía
necesidad de ella para manifestarse y que la había escogido como instrumento
para revelar al mundo los tesoros de su gracia. Margarita tuvo entonces la
impresión de que el Señor tomaba su corazón y lo ponía junto al Suyo. Cuando el
señor se lo devolvió, el corazón de la santa ardía en amor divino. Durante
dieciocho meses, el Señor se le apareció con frecuencia y le explicó claramente
el significado de la primera revelación. Le dijo que deseaba que se extendiese
por el mundo el culto a su corazón de carne, en la forma en que se practica
actualmente esa devoción, y que ella estaba llamada a reparar, en la medida de
lo posible, la frialdad y los desvíos del mundo. La manera de efectuar la
reparación consistía en comulgar a menudo y fervorosamente, sobre todo el
primer viernes de cada mes, y en velar durante una hora todos los jueves en la
noche, en memoria de su agonía y soledad en Getsemaní. (Actualmente la devoción
de los nueve primeros viernes y de la hora santa se practican en todo el mundo
católico). Después de un largo intervalo, el Señor se apareció por última vez a
Santa Margarita, en la octava del Corpus de 1675 y le dijo: «He aquí el Corazón
que tanto ha amado a los hombres, sin ahorrarse ninguna pena, consumiéndose por
ellos en prueba de su amor. En vez de agradecérmelo, los hombres me pagan con
la indiferencia, la irreverencia, el sacrilegio y la frialdad y desprecian el
sacramento de mi amor». En seguida, pidió a Margarita que trabajase por la
institución de la fiesta de su Sagrado Corazón, que debía celebrarse el viernes
siguiente a la octava del Corpus. De esa suerte, por medio del instrumento que
había elegido, Dios manifestó al mundo su voluntad de que los hombres reparasen
la ingratitud con que habían correspondido a su bondad y misericordia, adorando
el Corazón de carne de su Hijo, unido a la divinidad, como símbolo del amor que
le había llevado a morir para redimirlos.
Nuestro Señor había dicho a santa
Margarita: «No hagas nada sin la aprobación de tus superiores, para que el
demonio, que no tiene poder alguno sobre las almas obedientes, no pueda
engañarte». Cuando Margarita habló del asunto con la madre de Saumaise, su superiora,
ésta «hizo cuanto pudo por humillarla y mortificarla y no le permitió poner en
práctica nada de lo que el Señor le había ordenado, burlándose de cuanto decía
la pobre hermana». Santa Margarita comenta: «Eso me consoló mucho y me retiré
con una gran paz en el alma». Pero esos sucesos afectaron su salud y enfermó
gravemente. La madre de Saumaise, que deseaba una señal del cielo, dijo a la
santa: «Si Dios os devuelve la salud, lo tomaré como un signo de que vuestras
visiones proceden de Él y os permitiré que hagáis lo que el Señor desea, en
honor de su Sagrado Corazón». La santa se puso en oración y recuperó
inmediatamente la salud; la madre de Saumaise cumplió su promesa. Sin embargo,
como algunas de las religiosas se negaban a prestar crédito a las visiones de
Margarita, la superiora le ordenó someterlas al juicio de ciertos teólogos;
desgraciadamente esos teólogos, que carecían de experiencia en cuestiones
místicas, dictaminaron que se trataba de meras ilusiones y se limitaron a
recomendar que la visionaria comiese más. Nuestro Señor había dicho a la santa
que le enviaría un director espiritual comprensivo. En cuanto el P. de la
Colombiére se presentó en el convento como confesor extraordinario,
Margarita comprendió que era el enviado del Señor. Aun que el P. de la
Colombicre no estuvo mucho tiempo en Paray, su breve estancia le bastó para
convencerse de la autenticidad de las revelaciones de Margarita María, por
quien concibió un gran respeto; además de confirmar su fe en las revelaciones,
el P. de la Colombiére adoptó la devoción al Sagrado Corazón. Poco después
partió para Inglaterra (donde no encontró «Hijas de María, ni mucho menos a una
hermana Alacoque») y Margarita atravesó el período más angustioso de su vida.
En una visión, el Señor la invitó a ofrecerse como víctima por las faltas de la
comunidad y por la ingratitud de algunas religiosas hacia su Sacratísimo
Corazón. Margarita resistió largo tiempo y pidió al Señor que no le diese a
beber ese cáliz Finalmente. Jesucristo le pidió que aceptase públicamente la
prueba, y la santa lo hizo así, llena de confianza, pero al mismo tiempo
apenada porque el Señor había tenido que pedírselo dos veces. Ese mismo día, 20
de noviembre de 1677, la joven religiosa, que sólo llevaba cinco años en el
convento, obtuvo de su superiora la autorización de «decir y hacer lo que el
Señor le pedía» y, arrodillándose ante sus hermanas, les comunicó que Cristo la
había elegido como víctima por sus faltas. No todas las religiosas tomaron
aquello con el mismo espíritu de humildad y obediencia. La santa comenta: «En
aquella ocasión, el Señor me dio a probar el amargo cáliz de su agonía en el
huerto». Se cuenta que, a la mañana siguiente, los confesores que había en
Paray no fueron suficientes para escuchar las confesiones de todas las
religiosas que acudieron a ellos. Desgraciadamente, existen razones para pensar
que no faltaron religiosas que mantuvieron su oposición a santa Margarita María
por muchos años.
Durante el gobierno de la madre Greyfié,
que sucedió a la madre de Soumaise, santa Margarita recibió grandes gracias y
sufrió también duras pruebas interiores y exteriores. El demonio la tentó con
la desesperación, la vanagloria y la compasión de sí misma. Tampoco las
enfermedades escasearon. En 1681, el P. de la Colombiére fue enviado a Paray
por motivos de salud y murió allí en febrero del año siguiente. Santa Margarita
tuvo una revelación acerca de la salvación del P. de la Colombiére y no fue ésa
la única que tuvo de ese tipo. Dos años después, la madre Melin, quien conocía
a Margarita desde su ingreso en el convento, fue elegida superiora de la
Visitación y nombró a la santa como ayudante suya, con la aprobación del
capítulo. Desde entonces, la oposición contra Margarita cesó o, por lo menos,
dejó de manifestarse. El secreto de las revelaciones de la santa llegó a la
comunidad en forma dramática (y muy molesta para Margarita), pues fue leído
incidentalmente en el refectorio en un libro escrito por el beato de la
Colombiére. Pero el triunfo no modificó en lo más mínimo la actitud de
Margarita. Una de las obligaciones de la asistenta consistía en hacer la
limpieza del coro; un día en que cumplía ese oficio, una de las religiosas le
pidió que fuese a ayudar a la cocinera y ella acudió inmediatamente. Como no
había tenido tiempo de recoger el polvo, las religiosas encontraron el coro
sucio. Esos detalles eran los que ponían fuera de sí a la hermana de Marest, la
enfermera y, probablemente, debió acordarse entonces con una sonrisa de la que
fuera su discípula doce años antes. Santa Margarita fue nombrada también
maestra de novicias y desempeñó el cargo con tanto éxito, que aun las profesas
pedían permiso para asistir a sus conferencias. Como su secreto se había divulgado,
la santa propagaba abiertamente la devoción al Sagrado Corazón y la inculcaba a
sus novicias. En 1685, se celebró privadamente en el noviciado la fiesta del
Sagrado Corazón. Al año siguiente, los parientes de una antigua novicia
acusaron a Margarita María de ser una impostora y de introducir novedades poco
ortodoxas, lo que suscitó nuevamente la oposición durante algún tiempo; pero el
21 de junio de ese año, toda la comunidad celebró en privado la fiesta del
Corazón de Jesús. Dos años más larde, se construyó allí una capilla en honor
del Sagrado Corazón, y la devoción empezó a propagarse por todos los conventos
de las visitandinas y por diversos sitios de Francia.
En octubre de 1690, después de haber sido
elegida asistenta de la superiora por un nuevo período, Margarita cayó enferma.
«No viviré mucho -anunció-, pues ya he sufrido cuanto podía sufrir». Sin
embargo, el médico declaró que la enfermedad no era muy seria. Una semana
después, la santa pidió los últimos sacramentos: «Lo único que necesito es estar
con Dios y abandonarme en el Corazón de Jesús». Cuando el sacerdote le ungía
los labios, Margarita María expiró. Su canonización tuvo lugar en 1920.
En la biografía escrita por el P. A.
Hamon, Vie de Ste Marguerite-Marie (1907), que es muy completa, hay casi
treinta páginas consagradas al estudio de las fuentes y la bibliografía.
Nosotros nos contentaremos con mencionar la semblanza autobiográfica, escrita
por la santa cinco años antes de su muerte, a petición de su director
espiritual, así como las 133 cartas suyas y las notas espirituales escritas de
su mano. Existen, además, un interesante memorial escrito por la madre Greyfié
y los testimonios de sus hermanas, con miras a la beatificación. El primer
resumen biográfico de la santa fue publicado en 1691; el P. Croiset lo incluyó
en forma de apéndice en su libro sobre la "Devoción al Sagrado
Corazón". A este resumen siguió una cuidadosa biografía escrita por Mons.
Languet, obispo de Soissons (1729). Generalmente se citan las obras de la santa,
refiriéndose a Vie et Oeuvres, publicado por las religiosas de la Visitación de
Paray-le-Monial en 1876. En la página de Corazones.org
dedicada a santa Margarita María, además de las semblanzas
biográficas e introducciones teológicas hay, al final de todo, una pequeña
selección de escritos de la propia santa.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
accedida 3880 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente
enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_3772
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