Aprender a ser
cristiano
En estos días del mes de
septiembre y por estas latitudes del hemisferio norte de nuestra casa del
mundo andamos despidiendo al verano y colocando cada pieza en su sitio
para comenzar un nuevo curso en muchos ámbitos, como el educativo, escolar o
académico. Sin embargo, en el ámbito eclesiástico no hay comienzo de nada
importante, sino continuación del llamado 'Tiempo Ordinario'. Es decir, estamos
ante la oportunidad de volver a profundizar en el Evangelio del Ciclo A,
que es el del Evangelista Mateo.
Sin interrupciones
significativas en las celebraciones festivas se nos invita a leer y meditar
semana tras semana durante más de dos meses la amplia narración que este
Evangelista nos propone para comprender de qué Jesús de Nazaret nos deseó
hablar aquella comunidad de seguidores que alrededor de los años setenta del
siglo primero se preguntaban por sus opciones en el seguimiento de aquel judío
laico de Galilea llamado Jesús de Nazaret.
La mano narradora
identificada con el nombre de Mateo nos ha dejado una 'biografía muy peculiar'
de aquel Jesús que seguramente seguía cautivando a quiénes se seguían
preguntando por él.
Recuerdo todo esto con la
única pretensión de sugerir que en estos dos meses largos os lectores del
tercer milenio tenemos la oportunidad de saborear cómo nos ha dejado contado
este Evangelio de Mateo lo que sus estudiosos llaman 'el camino de subida
desde Galilea hasta Jerusalén, la capital de Israel'. En todo este camino
(según, Mateo 16,13 hasta Mateo 20,34) el Evangelista pone en boca de su
Jesús de Nazaret qué significa ser 'mesías' como lo fue el propio Jesús. Creo
que esto ya lo he comentado y no dejaré de hacerlo. Es muy importante esta
cuestión para seguir aprendiendo cada día a ser 'cristiano', porque no se nace
como tal ni por el propio bautismo. Aquel Jesús del siglo primero decidió ser
'cristiano-mesías' siendo ya adulto entrado en años. Y a nosotros (a cada
uno de cuantos así lo deseamos) nos toca igualmente decidir cómo ser
'cristiano-mesías'. Y, queriéndolo o no, lo solemos hacer.
El final de este camino
del aprendizaje 'cristiano-mesiánico' es siempre 'Jerusalén, la ciudad del
'templo de Yavé-Dios y de todas las instituciones'. Un final del camino,
sobre todo, muy conflictivo, como bien puede leerse en Mateo desde 21,1
hasta 27,66. Este final se desarrolla en Jerusalén, la ciudad del conflicto. Y
esa Jerusalén de entonces, por la que pisó y paseó Jesús de Nazaret en tantas
ocasiones, sigue estando presente en la actual Jerusalén, la amurallada,
la de los cuatro barrios con sus características tan peculiares. Tan peculiares
por ser asuntos de incumbencia internacional. Recordaré, para terminar ya esta
presentación, que esta experiencia de aquel Jesús de Nazaret en su vieja
Jerusalén nos la han contado los cuatro Evangelios y con muchísimas variantes.
En este par de meses nos vendría muy bien conocer muy a fondo como nos presenta
Mateo a su Jesús de Nazaret acusado, condenado, ejecutado y sepultado por
aquella Jerusalén convertida en el Huerto de los Callados como su judío Jesús y
como todos los allí recordados como enterrados.
Creo que es suficiente
para esta nueva semana.
Espero seguir comentando,
aquí y contigo, asuntos semejantes dentro de siete días.
A continuación pueden
leerse los dos comentarios. Considero curiosa la aportación de Silvio Rodríguez
que no hace otra cosa que afirmar una evidencia: el amor es dios. También se
encuentran estos comentarios en el archivo adjunto.
Carmelo Bueno Heras
Domingo XXIII TO Ciclo
A (10.09.2023): Mateo 18,15-20. Así lo comento y comparto CONTIGO:
TODOS PUEDEN PERDONAR TODO
Se
recordará que la semana pasada comentaba el breve relato con el que el
Evangelista Mateo acababa el capítulo decimosexto de su Evangelio. Y para este
nuevo domingo la ilustre, que no ilustrada, comisión de la Liturgia vaticana
nos propone la escucha y meditación del relato de Mateo 18,15-20. ¿Por qué
jamás se nos lee a las gentes del pueblo todo el relato del capítulo 17º y la
primera mitad del capítulo 18º? A veces pienso en mis meditaciones que esta
Iglesia nuestra no desea acercarse al mensaje de su Jesús de Nazaret sobre la
tarea de ‘aprender a hacerse pequeño’. ¿Por qué?, me sigo preguntando. Tal vez
porque siempre deseó esta Iglesia nuestra ser grande, inmensamente rica y hasta
la más bella de la casa común del mundo. Estoy equivocado, me digo.
No
me puedo callar un dato muy importante: En este capítulo 18º del Evangelio, su
autor ha colocado en labios de su Jesús de Nazaret el cuarto de sus cinco
discursos. Ya presenté meses atrás en estos comentarios el mensaje de los tres
primeros discursos: la felicidad del Evangelio del reino, la misión
evangelizadora de los seguidores y las parábolas de Jesús y de su reino. En
este cuarto discurso, aquel Jesús de Mateo nos presenta a las personas más
importantes de su Evangelio, a las personas que se deben colocar en los
primeros lugares, a las personas primeras y principales. Así lo leo, que no
deseo inventarme nada propio:
“Se
acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron: ¿quién es el mayor en el Reino
de los Cielos?”
Ni
esta explícita pregunta ni su precisa respuesta se nos leerán en la liturgia de
las eucaristías y misas dominicales. Así que me leeré personalmente siete
veces, como poco, Mateo 18,1-14.
El
relato de Mateo 18,15-20 se nos leerá este domingo día 10 de septiembre
del año 2023. En este evangelio sigue hablando el propio Jesús de Nazaret del
Evangelista Mateo y nos constata una realidad que está por estrenarse en
nuestra Iglesia. El día en que sea admitida, por todos, esta práctica de Jesús
de Nazaret es posible que muchos queden sorprendidos. El asunto es la práctica
del perdón. Todos pueden perdonar todo. A más de un lector le sonará
blasfemo. Pero esto es lo que proclama alto y claro este cuarto discurso del
nuevo Moisés que es Jesús.
Imagino
que no es complicado caer en la cuenta que esto del perdón de los pecados es
cosa de dos. Dos que acaban por hacerse uno, en su abrazo. Y cuando esto sucede
se inicia una nueva historia de paz, de convivencia, de humanización… ‘Donde
están dos o tres reunidos conmigo, allí estoy yo con ellos’ (Mateo 18,20).
Dicho
esto que ya está escrito, retomo la referencia de los cinco discursos que Mateo
coloca en boca de su Jesús de Nazaret. Estos cinco discursos podrían
considerarse como ‘la TORÁ de Jesús de Nazaret’. ‘La TORÁ de Moisés’ llegó y
llega a ser la Ley del Dios y de la Religión de Israel y de todo buen judío.
Sin embargo, aquel judío laico de Galilea llamado Jesús de Nazaret, según lo
entiende el narrador Mateo, se atrevió a colocarse en lugar de aquel Moisés y
de su Ley. Se hizo blasfemo y hereje y, por ello arriesgó su voz, su palabra,
su proyecto y su vida. Y, en apariencia, lo perdió todo, pero tú y yo sabemos
que esa es la manera de ser persona en plenitud.
Cuando
se aprende a ser pequeño se comprende que todos pueden perdonar todo. Esto que
ya lo he escrito una trinidad de veces en esta página me gustaría leerlo en
papel impreso con el sello de la Sinodalidad del Sínodo. ¿Soñar es gratis?
Soñar descansa. Carmelo Bueno Heras
CINCO MINUTOS de AIRES BÍBLICOS
.
Si se puede decir en un artículo de revista, ¿para qué escribir un libro de 200
páginas?
.
Si se puede decir en una página, ¿para qué escribir un artículo de revista?
.
Si se puede decir en un puñado de versos, ¿para qué escribir una página?
.
Este ‘Cinco minutos de aires bíblicos’ es una semilla que confío a la sabiduría
de tu saber leer, que es despertar; de tu saber interpretar, que es cuidar; de
tu saber compartir, que es saborear. Siempre pretenderé que esta ‘semilla de
los cinco minutos’ tenga la ‘denominación de origen’ de su autor.
Semana 42ª (10.09.2023):
Amor-Dios
SÓLO EL AMOR
Debes amar la arcilla que va
en tus manos.
Debes amar su arena hasta la
locura.
Y si no, no la emprendas que
será en vano.
Sólo el amor alumbra lo que
perdura.
Sólo el amor convierte en
milagro el barro.
Debes amar el tiempo de los
intentos.
Debes amar la hora que nunca
brilla.
Y si no, no pretendas tocar
lo yerto.
Sólo el amor engendra la
maravilla.
Sólo el amor consigue
encender lo muerto.
Silvio Rodríguez
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SÓLO DIOS (bis)
Debes amar la arcilla que
va en tus manos.
Debes amar su arena hasta
la locura.
Y si no, no la emprendas
que será en vano.
Sólo Dios alumbra lo que
perdura.
Sólo Dios convierte en
milagro el barro.
Debes amar el tiempo de
los intentos.
Debes amar la hora que
nunca brilla.
Y si no, no pretendas
tocar lo yerto.
Sólo Dios engendra la
maravilla.
Sólo Dios consigue
encender lo muerto.
Silvio
Rodríguez
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