Gustavo
Nace en Lima, 8 de junio de 1928 y después de 96 años bien cumplidos muere también en Lima, 22 de octubre de 2024. Como todo ser humano, al menos hasta ahora, tuvo un padre y una madre, por esa razón su nombre completo fue y lo seguirá siendo Gustavo Gutiérrez-Merino Díaz. He tenido el inmenso regalo de haberlo conocido personalmente durante una semana, de domingo a domingo. Una gota de agua en el inmenso mar de sus más de ocho décadas y media de vida. Y de esto hace más o menos 25 años. Pero...
Pero de aquel encuentro, de aquella semana y de aquella Escuela de Verano del Instituto Superior de Ciencias Religiosas y Catequéticas 'San Pío X' guardo el regalo de su presencia en la maleta que viajó con él hasta Madrid y en Madrid se quedó, porque ya no era capaz de aguantar viajar más.
Y esa maleta, diría su amigo el franciscano Leonardo Boff (Genézio Darci Boff), es uno de los siete y más sacramentos de la familia humana universal.
A esta maleta que me acompaña y acompañará allá donde vivo o viva le tengo bautizada con el nombre de 'Teología de la Liberación'. Nadie lo sabía hasta ahora. Y desde ya, como se dice en lenguaje popular, lo sabrán aquellas personas que esto lean y hablen de ello a otras personas. Por eso entiendo y creo que este Gustavo, como aquel Jesús en quien creía o aquel otro Bartolomé al que admiraba viven siempre en nuestros corazones. Siempre.
Ya he dicho cuanto tenía que decir de este hecho acontecido en la historia de nuestro mundo, aunque podría comentar un buen puñado de confesiones compartidas, pero esto es harina de otro costal y, seguramente, para otros panes y en otras mesas.
Con lo dicho es suficiente para volver a despertar el gusto por la lectura del Evangelio de la semana y para volver sobre las advocaciones marianas que deberán devolvernos a la señora María, la de José y Jesús. Y en ello sigo y estamos, que aún queda camino para completar las 366 teselas del mosaico.
Y nada más para este nuevo domingo del 27 de octubre de 2024.Y también esta otra: Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.
Domingo 30º TO Ciclo B (27.10.2024): Marcos 10,46-52. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO.
Tu decisión te ha curado... la ceguera
La mano narradora del relato llamado Evangelio de Marcos nos ha llevado hasta la última recta del camino de Jesús de Nazaret que finalizará en Jerusalén. La etapa final de este peculiar camino se desarrolla en torno a Jericó: “Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó acompañado de sus discípulos... El ciego recobró la vista y le seguía por el camino” (Marcos 10,46-52).
Esta mano narradora ya nos habló de la curación de otro ciego en Marcos 8,22-26. Aquel ciego estaba en Betsaida (la casa de la pesca) y con este relato finalizaba la evangelización de Jesús de Nazaret en Galilea. En aquella Galilea fue donde se recobró para siempre el sentido de la fe en la persona del galileo y laico Jesús.
Y también esta mano narradora del Evangelio nos habla a sus lectores de una tercera ceguera que desea ver. Es la ceguera de las mujeres en la madrugada del primer día de la semana (Mc 16,1-8). Aquellas mujeres sabían dónde había sido sepultado su Jesús de Nazaret y desearon seguir viéndolo, pero nada veían. Sin embargo, fueron capaces de escuchar y fiarse: “Id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis” (16,7).
¿Por qué esta insistencia en la experiencia de la ceguera en la narración de esta peculiarísima biografía de Jesús que es el Evangelio de Marcos? La mano narradora que nos podría liberar de la duda ya habló mientras escribía y se calló para siempre.
Para mí y sin ser ejemplo de nada tengo por cierto que quien escribe de estas cegueras es una persona ciega como pudo serlo la propia María Magdalena. Ciega no de vista, sino de comprensiones. Como grita un refrán de mi tierra de pueblo, ‘no hay peor ciego que quien no quiere ver’.
Tal vez, la nobleza económica, cultural, política y hasta religiosa de María Magdalena la tenía enceguecida. Esa aristocrática nobleza incendiada por la curiosidad le impulsó a conocer el mensaje de un hombre de Galilea, judío y laico, que anunciaba caminos nuevos dentro de la inmovilidad interesada de la Ley de los Ancianos, Escribas y Sacerdotes del Templo de Jerusalén. A esta ciega Magdalena, ¿se le cayeron sus seguridades ante el evangelio de Jesús?
Ya estoy oyendo a muchos que el ciego de Jericó tiene nombre propio y se llama BarTimeo (el hijo de Timeo) y es un mendigo que grita las fórmulas de fe de la religión judía: “Hijo de David, Jesús el Mesías, ten compasión de mí” (10,47.48). ¿Qué otra cosa quiere decir aquí Hijo de David’? Mesías, Liberador del poder esclavizador del nuevo imperio del faraón que es Roma.
No será cierto lo que escribo y comento, pero no puedo dejar de hacerlo, porque mis neuronas me lo despiertan. Este mesianismo que proclama Bartimeo en Jericó, igual que el que proclamó Pedro en Cesarea de Felipe (8,27-30), es el mesianismo que fue sembrado y ha crecido en los adentros religiosos de María de Magdala.
Este mesianismo es satánico y deshumanizador. Jesús lleva todo el camino de su propia vida (8,27-10,52) denunciando esta evidencia ante quienes le escuchan, los DOCE, las mujeres, los seguidores y hasta las muchedumbres. Sólo quien escucha..., y decide, se libera. ¡Tu fe, tu fe...!
Carmelo Bueno Heras. Madrid, 28 de octubre de 2018 y 27 de octubre de 2024.
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin. Semana 48ª (27.10.2024): Marcos 14,32-72
Los DOCE huyeron, las MUJERES se quedaron
Leímos y comentamos ya las siete primeras unidades literario-teológicas que nos dejó escritas la sapiencia de la narradora del capítulo decimocuarto del Evangelio de Marcos. Y en este comentario presento las cuatro últimas de estas once unidades que giran todas alrededor de su centro que es Mc 14,22-25. No sé si su autora deseó elaborar una perfecta palindromía. Pero sí parece seguro que ella se sirvió de este género literario para contarnos quiénes condenaron a muerte a Jesús, quiénes le entregaron y cómo aceptó compartirse este Jesús.
La octava unidad de este capítulo (Marcos 14,32-42) acontece en el huerto de Getsemaní o de los Olivos. Desde el lugar de la cena de pascua o de la despedida y en las horas de la noche, los comensales se han dirigido a este huerto o jardín en el que no sabemos muy bien qué y cómo sucedió lo que describe Marcos y lo que describen los demás Evangelistas. Una cosa parece muy cierta e histórica: a Jesús de Nazaret le ha llegado la hora (14,41).
La novena unidad (Marcos 14,41-52) también sucede en este mismo huerto y también encontramos muchas y significativas diferencias en las cuatro narraciones evangélicas. Quienes han decidido acabar con Jesús están aquí presentes. En persona, como el propio Judas, o en la persona de sus obedientes enviados como los soldados apresadores. Y sólo en este Evangelio se habla con claridad de dos datos: “Todos abandonaron a Jesús y huyeron. Un joven le seguía cubierto solo con un lienzo. Le detienen, pero él dejando el lienzo, escapó desnudo” (14,50-52). Todavía hoy siguen los investigadores buscando la identidad del joven. Que ninguno olvidemos esto tan explícito de que ‘todos abandonaron a Jesús y huyeron’.
La décima unidad (Marcos 14,53-65) es el juicio público que las autoridades religiosas realizan a Jesús y que el narrador certifica como la acusación que el propio Jesús les hace. Una acusación que se realiza sólo con el silencio. Esta tan clara la pretensión de la autoridad de la Religión que, sea como sea, se hará lo que ella decida. La apariencia de legalidad es sólo una burda apariencia mentirosa. El Sumo Sacerdote y Jesús de Nazaret. Frente a frente. Ante él y ante cualquier suprema autoridad religiosa, Jesús siempre acaba condenado.
La undécima y última de las unidades de este capítulo (Marcos 14,66-72) es una narración empapada de una imposible ternura: la consumación de las negaciones de Pedro ante una mujer del servicio. Dos servidores frente a frente. Pedro, el Satanás del mesías Jesús (Marcos 8,27-33), y una de las muchas servidoras del Sumo Sacerdote.
Si esta última secuencia del relato se lee en paralelo y a la vez que la primera (14,1-2) se puede constatar que aquellas autoridades religiosas buscaban modos y razones para eliminar a Jesús y éstas las llegan a encontrar en el mismísimo Pedro. Parece increíble, pero es tan real… Pedro también abandonó a Jesús: “Yo no conozco a ese hombre del que me hablan” (Marcos 14,71).
Las últimas líneas del comentario son para ‘las mujeres’, que no abandonan a Jesús, ya que “desde lejos contemplaban cómo Jesús moría en la cruz lanzando un fuerte grito. Entre ellas, María Magdalena, …, que le habían seguido y servido desde cuando estaba en Galilea” (15,37ss).
Carmelo Bueno Heras. Madrid, 22 de octubre de 2017
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