Memoria de san Francisco, el cual, después de una juventud despreocupada, se convirtió a la vida evangélica en Asís, localidad de Umbría, en Italia, y encontró a Cristo sobre todo en los pobres y necesitados, haciéndose pobre él mismo. Instituyó los Hermanos Menores y, viajando, predicó el amor de Dios a todos y llegó incluso a Tierra Santa. Con sus palabras y actitudes mostró siempre su deseo de seguir a Cristo, y escogió morir recostado sobre la nuda tierra. († 1226)
En Bolonia, de la Emilia, san Petronio, obispo, que pasó de las responsabilidades políticas a la función sacerdotal, y enseñó con sus escritos y su ejemplo la realidad del oficio episcopal. († c. 450)
En la región de la Galia Turonense, san Quintín, mártir. († s. VI)
En París, de nuevo en la Galia, santa Áurea, abadesa, designada por san Eloy para regir el monasterio que había fundado dentro de la ciudad según la Regla de san Columbano, en el cual llegaron a vivir trescientas vírgenes. († c. 665)
En Nueva Orleans, ciudad de Luisiana, en los Estados Unidos de Norteamérica, beato Francisco Javier Seelos, presbítero de la Congregación del Santísimo Redentor, que, oriundo de Baviera, atendió con todo celo a las necesidades de niños, jóvenes y emigrantes. († 1867)
En la aldea de Xaraco, en la región de Valencia, en España, beato Enrique Morant Pellicer, presbítero y mártir, que llevó a término su combate por la fe en tiempos de persecución religiosa. († 1936)
Cerca de Gandía, en la misma región española, beato José Canet Giner, presbítero y mártir, que mereció ser asociado al sacrificio del Salvador por su fidelidad a Cristo. († 1936)
En el lugar de Bellreguart, de nuevo en la región valenciana, beato Alfredo Pellicer Muñoz, religioso de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, a quien, en la misma persecución, la fe en Cristo lo confirmó hasta alcanzar la palma de la victoria. († 1936)
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