sábado, 9 de mayo de 2015

LA MUERTE QUE DA SENTIDO A MI CREDO 6 (PEDRO CASALDÁLIGA)

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«Marzo. Día 30. (Estoy recogiendo los latidos atrasados de mi Diario):
«Las cosas surgen por mandato divino, el hombre por llamamiento» (Guardini).
«El hombre, única criatura terrestre a la cual Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud sino en el don sincero de sí mismo a, los demás» (Gaudium et Spes, 24/274).
Estoy leyendo «A Graça Libertadora no mundo», de Leonardo Boff.
El libro de Boff es una espléndida síntesis -pedagógica, crítica, creativa- de la teología de la Gracia. (Recuerda lo que aprendimos, bien o mal, y abre nuevos horizontes que no nos mostraron.) Es un libro como rezado. Me hace bien. Me encanta esa visión global de un sólo Dios y una sola Humanidad y un Mundo sólo. La fuerza de «encuentro» que da a la Gracia. Lo «gratificante» que se hace «el día a día» del hombre amado de Dios, en su Hijo hecho hombre. Ireneo estaría muy de acuerdo con esta teología de Boff. Porque realmente la gloria del Dios vivo es el Hombre viviente».

Y aquí terminaba, de nuevo, el intermitente Diario.
Es mayo; un poco frío, pero luminoso. Mes de María.
Mes del Espíritu.
Juntamente con las denuncias y las solidaridades, uno sigue viviendo la solicitud de esta pequeña Iglesia de São Félix.
El problema de la Tierra, que es el problema raíz de la región, sigue igualmente imposible, oficialmente fatal.
Sigue, imperturbable en su programación, aun en medio de los fracasos económicos de tantas empresas latifundistas, la integración capitalista y multinacional de la Amazonia -que es una verdadera reserva de las multinacionales- y la mecanización selectiva del campo.
Se añade, apenas, el espejismo del financiamiento de tierra y maquinaria que sólo es para los que ya tienen recursos y están habituados a la máquina y al banco.
El INCRA se ha parado, en el aire: impotente en sus pequeños funcionarios y cómplice en sus jefes y sus fines. Yo que tanto he recurrido al INCRA, debo declararlo, una vez más, con cierta desesperación.
Los posseiros que han conseguido permanecer en sus lugares (la mayor parte formando poblado o «patrimonio») no consiguen sobrevivir con holgura:
- porque su producción es desvalorizada y por las distancias de todo género que hacen imposible un mercado;
-porque para ellos, los pobres, no hay ningún tipo de apoyo financiero o técnico, ni prácticamente asistencial.
(Sólo hay un hospital, con un médico, que asista por el Funrural -servicio gratuito de Sanidad Pública Rural- en la loca circunferencia de 150.000 kilómetros cuadrados. Un puesto de Sanidad en São Félix, con estudiantes de medicina y dentista ahora. Y algún otro servicio esporádico, en la región.
 El resto del atendimiento, al alcance de los pobres, está en la iniciativa o en las manos de la Prelatura: la «Únicas», cooperativa de Sanidad, que se ha creado en Santa Terezinha; el dispensario de Ribeirão Bonito; el de Serra Nova; el de Porto Alegre, que ahora se está transformando en cooperativa también...).
Siguen las presiones de los grandes. Curiosamente, la «posse» acaba siendo apenas «ocupación» y el posseiro un ocupante, porque los títulos, verdaderos o arreglados, acaban invadiéndolo todo.
Cito algunas de esas presiones, en nuestra región:
- la hacienda de los Abdalla sobre el poblado de Santo Antônio, en el Río das Mortes, queriendo estrangular incluso el área urbana; (con el tal Decio Felipe que «gerenció» trágicamente la Codeara, de gerente allí);
- el acoso de la Piraguassú (ahora también del Grupo Yamaha, japonés, además del Grupo Medeiros) sobre los posseiros antiguos de Porto Alegre;
- la Tapiraguaia (del Grupo Medeiros-Carneiro) negándose insolentemente a reconocer la tierra de los Tapirapé (y la FUNAI, impotente o cómplice);
- sin ninguna solución los moradores de Pontinópolis, de Serra Nova, de Ribeirão Bonito y Cascalheira o de Matinha y Chapadinha y los posseiros de Luciara que ahora están, por ejemplo, en tensión con la hacienda del Banco Boa Vista...
No hay tierra y no hay trabajo. Desde luego no lo hay en los poblados.
Los peones han disminuido notablemente, substituidos por las máquinas o escupidos por el Latifundio que ya no los necesita, una vez concluidos los primeros servicios brutos. Posseiros e hijos de posseiros se están convirtiendo en peones, más próximos, menos llamativos y más temporales, a veces. Los clásicos peones acabarán siendo «boias-frías» (contratados para el día fríamente), en cualquier lugar...
Para nueva ignominia nacional, y nuevo genocidio -sociológico, por lo menos- en las cuentas históricas del Sistema, se quieren cortar las tierras indígenas del Parque Indígena del Araguaia y del Parque Nacional del Xingú:
«Ya han empezado los trabajos de roturación de la nueva carretera federal -BR-2G2- que cortará tierras indígenas del Parque Indígena del Araguaia y del Parque Nacional del Xingú».
Según el director del Parque del Araguaia, que cubre casi toda la Isla del Bananal, donde viven los indios Karajá, Javaé y Tapirapé (estos fuera de la Isla pero dentro del Parque), el trazado de la carretera ya está siendo marcado con estacas y pasa cerca del Puesto de Canoanâ.
La carretera unirá el Valle del Araguaia con el valle xinguano, cortando el área indígena al sur. (Recuérdese que el Parque del Xingú ya fue cortado al norte).
Según la denuncia, la FUNAI aun teniendo conocimiento de ese trazado, pues está ampliamente divulgado en mapas oficiales, «hasta ahora no ha tomado ninguna providencia».
La denuncia es del propio director del Parque del Araguaia, el «sertanista» Sidney Possuelo.
Otros sertanistas y antropólogos temen, con demasiada razón, que esta carretera causará los mismos trágicos problemas que causaron a otras comunidades indígenas las carreteras Cuiabá-Santarém, Cuiabá-Porto Velho, Brasilia-Manaus, Manaus-Caracaraí, Perimetral Norte... (Véase «O Estado de São Paulo», 18 mayo, 1977).
Llega el Turismo, eso sí. ¿Habremos de dedicarnos a maldecir a «ese» Turismo como ya hemos tenido que maldecir el Latifundio?
Llega el Turismo, para los indios fatídico siempre. Como nos lo ha demostrado, en la región, la experiencia de los sofisticados «hoteles flotantes», por ejemplo.
Ahora la «Goiastur» ha conseguido gratis de la SUDECO el «Hotel Kennedy», de Santa Isabel, en la Isla del Bananal. El hotel será administrado por la Liquigás, dueña de la Suiá-Missu. (A estas alturas todavía es una incógnita, para mí, y un escándalo para muchos y un latiguillo en manos de los grandes, la cacareada participación del Vaticano en la Liquigás, en la Liquifarm, en la Suiá-Missu).
Para el Pueblo sertanejo el Turismo traerá los ilusorios beneficios momentáneos, que a la larga desin­tegran cultural, moral y socialmente. El Turismo es también un modo de integración violenta y por lo mismo desintegradora.
La vida pastoral continúa, bajo la animación de los diferentes equipos esparcidos por el territorio de la Prelatura. Crece la conciencia y la participación del Pueblo de cada lugar; y están brotando comunidades de base o «bases de Comunidad», humano-eclesial, como yo acostumbro a decir. Estamos reintegrando críticamente la Religiosidad popular (o la Religión popular, como quiere Eduardo Hoornaert). Luchamos, como casi todas las Iglesias, entre la sacramentalización y los Sacramentos vividos responsablemente. La Asamblea anual del Pueblo de Dios de la Prelatura, precedida de asambleas regionales, resulta un eficaz instrumento de cohesión eclesial y compromiso. «Alvorada», nuestra frágil y perseguida «Alvorada», está siendo un buen servicio de evangélica comunicación. A pesar de las cortapisas oficiales y por motivos de suplencia, atendemos en los campos de la Educación y de la Sanidad...
¿Qué más? Esperamos «contra toda esperanza», cada vez más unidos a toda la Iglesia de la Amazonia que atraviesa, con nueva conciencia, por las mismas angustias y con toda «la Iglesia que nace del Pueblo», por el Espíritu, en el Brasil, en América Latina, en el mundo.
Muchos me han preguntado cómo reacciona el Pueblo de la Prelatura ante esas denuncias e intrigas que alcanzan a su obispo (o al equipo de Pastoral). Me parece que nuestro Pueblo ya se está acostumbrando a ver y a oír la persecución, con sus mentiras.
Además, el Pueblo me conoce y me quiere, como yo lo quiero.
Un labrador de «Canabrava», allá por las florestas del río Tapirapé y el Libertade, respondía al periodista que nos trajo a Santa Terezinha la noticia de las denuncias de Don Sigaud: «No sé lo que es ser comunista... Si ser comunista significa ser un hombre «común», que vive como nosotros y que le abraza a uno donde lo encuentra, en ese sentido yo creo que nuestro obispo es comunista».
Ni «L'0sservatore Romano», para mí...
En Santa Terezinha, cuando ese labrador de Canabrava hablaba así, estábamos inaugurando iglesia nueva. Era el día 3 de marzo, aniversario de aquel 3 de marzo de 1972 en que los posseiros defendieron su dignidad frente a la Codeara y la Policía.


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