NO HAY MAYOR CIEGO QUE AQUEL
QUE NO QUIERE VER
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Escrito por InfoFamiliaLibre
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Publicado en Dar razones de
tu fe
Esta expresión,
sobradamente conocida, me resulta útil para profundizar en una reflexión que me
estoy realizando estos días y que quiero compartir: la palabra de Jesús ¿está
viva en nosotros o por el contrario, no nos dice nada nuevo cuando la
escuchamos?
Jesús hablaba a las
personas que se le acercaban a Él, unas veces se le presentaban por necesidad,
otras por interés y otras por maldad, pero a nadie le dejaba indiferente. Para
algunos, sus palabras eran camino de salvación en sus vidas, al reconocerse
pecadores y reconocerle como el enviado, el Hijo de Dios vivo, para otros, les
remordía la conciencia al verse pecadores y no querer cambiar ni aceptarlo…,
Jesús no les dejaba a nadie vacío en su interior, les hacía interpelarse ante
El. ¿Y nosotros? ¿Nos deja indiferente su palabra?
Les hablaba en
parábolas, exponiéndoles conceptos de Dios Padre muy profundos y comparándolos
con ideas familiares que todos podían reconocer, pero no todos entender,
cumpliéndose así lo que dijo el profeta “…porque viendo no ven, y oyendo no
oyen ni entienden…” tal y como pasa hoy, actualmente cuando muchos escuchamos
la palabra de Jesús y no nos cambia, no se hace carne en nosotros.
Es esa disposición del
corazón, un corazón preparado, deseoso de conocer la verdad, esperanzado en la
búsqueda, abierto a Dios… el que se realiza en plenitud al oír su palabra, la
hace meditar en su interior, la comparte con los demás, haciendo así no sólo
carne dentro de cada uno, sino luz para otros muchos que la escuchan, llegando
a ser una nueva fuente de agua viva…
Jesús nos llama
incesantemente, continuamente, a los desesperanzados, a los que sufren, a los
que tienen necesidad… para que Él nos cure, para que en Él aprendamos a vivir
con esperanza, a saber llevar cada uno su carga, como El llevó la de nuestros
pecados siendo el cordero de Dios, a no renunciar, a caer y levantase, como Él
hizo en el camino del calvario, … para que así a imitación suya, poder
completar el proyecto de Dios con cada uno de nosotros y llevarnos de vuelta a
la casa del Padre.
¿Qué nos hace
reconocer a Cristo como el único camino de salvación?... “he guardado a los que
me diste y ninguno de ellos se ha perdido…” dice Jesús, refiriéndose a los
discípulos, a los que había sido enviado por Dios Padre… Dios nos presenta y
nos invita a conocer a su Hijo para nuestra salvación… pero somos nosotros los
que debemos pedirle a Dios que nos ayude a encontrar a su Hijo, que nos dé un
corazón deseoso de encontrarlo, necesitado de Él, para que nuestra alma, que
gime con una voz inefable a Dios, encuentre la respuesta amorosa en Dios para
presentarlo ante nosotros.
Todos somos como el
ciego que Jesús curó: no vemos la realidad de nuestras vidas, el proyecto de
vida y amor que Dios tiene para cada uno de nosotros y que debemos encontrarlo,
para no solo ser felices ya aquí en la Tierra, sino para nuestra salvación y la
de nuestros semejantes.
A veces, es tan
sencillo como pedírselo de verdad a Dios Padre,… ¿se lo pedimos realmente?
Otras veces preferimos continuar como estamos y acudir a Jesús cuando le
necesitamos, cuando tenemos “un interés”, no queriendo crecer en nuestro camino
hacia el Padre que Él nos enseña y nos limpia de nuestros pecados y a veces,
sencillamente queremos continuar obstinadamente nuestra ceguera, no buscar nada
en El, sino en lo que nos ofrecen los placeres de la Tierra, sabiendo que estos
son efímeros y nunca nos llenan, … porque queremos seguir siendo ciegos, para
que Jesús no nos cure, no nos lleve al Padre y no encontremos nuestra
salvación.
Por eso, el dicho
conocido se hace realidad en nuestros días:” no es más ciego el que no ve, sino
aquel que no quiere ver…”
Autor: Eduardo
Jiménez Becerro
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