Crisis originaria, 'mensualón' y STF
2012-10-30
Pongámonos, por un momento, en la piel de los magistrados y magistradas del Supremo Tribunal Federal (STF). Tuvieron que afrontar un proceso de 60 mil páginas: la Acción Penal 470, llamado también “mensualón” (sobre el caso de un enorme plus añadido al salario “mensual”). Se enfrentaban a una tarea hercúlea. Tras la lectura y meditación de la voluminosa documentación, se imponía a la Corte Suprema la primera y desafiante tarea: formarse una convicción sobre la condena o no de los acusados y el tipo de sanción a aplicar. Pero cuando se trata de quitar a un ciudadano su libertad, el regalo más precioso después la vida, especialmente a políticos que ocupaban altos cargos en el gobierno y que en sus biografías llevan marcas de detenciones, torturas y exilios, causadas en la reconquista de la democracia secuestrada por la dictadura militar, debe prevalecer estrictamente imparcialidad y la independencia; en el proceso deben hablar más fuerte las pruebas que los meros indicios, la presión de los medios de comunicación y el juego político. Para poner orden en la argumentación es necesario crear una narrativa coherente que, fundada en el expediente, sostenga una convicción independiente y justa.
Aquí aparece la subjetividad que es el momento ideológico natural e inevitable, ligado a la visión del mundo de los magistrados, a sus biografías, a las relaciones sociales que cultivan y a su lectura de la política nacional. Esto no se critica.
El sentido de crisis
En este contexto me vino a la mente una categoría fundamental de la filosofía moderna, al menos desde Kierkegaard, Husserl y Ortega y Gasset: la crisis. Para ellos y para nosotros, la crisis no es un mal que nos sucede, pertenece esencialmente a la vida. Donde hay vida hay crisis: de nacimiento, de crecimiento, de madurez, de vejez, y la gran crisis de la muerte. La investigación ha demostrado que el concepto de crisis en su génesis filológica es inherente al poder judicial y a la medicina. Por eso la abordamos en el contexto del "mensualón”. Su significado proviene del sánscrito, nuestra lengua originaria, el griego y el chino.
En sánscrito, crisis viene de kri o kir que significa desenredar (scatter, scattering), purificar (pouring out) y limpiar. De la palabra crisis vienen crisol y acrisolar. La crisis sirve como un crisol (vaso donde se purifica el oro de la ganga), refina (purifica, limpia) un proceso vital o histórico de los elementos que se le incrustaron hasta llegar a cubrir su verdadero núcleo. Crisis significa, por lo tanto, el proceso de liberar el núcleo de la cuestión, desembarazada de elementos accidentales. Después de una crisis, ya sea física, mental, moral o religiosa, el ser humano sale purificado, liberando fuerzas para una vida más vigorosa y con un nuevo sentido.
Todo proceso de purificación implica una de-cisión que instaura una cisión entre lo verdadero y lo falso, entre lo sustancial y lo accidental. De ahí, su carácter doloroso, y a veces, dramático. De crisis viene también la palabra criterio que es la medida por la cual se puede discernir lo auténtico de lo inauténtico y lo correcto de lo corrupto.
En griego crisis (krisis, krínein) significa también la de-cisión en un proceso judicial. El juez estudia las acusaciones, verifica las pruebas de los autos, procesalmente pesa y sopesa los pros y los contras y emite su de-cisión. Introduce una cisión entre la duda y la certeza, entre la prueba y los meros indicios. Lo mismo ocurre en una consulta médica. El médico estudia los síntomas, conjuga los distintos datos y decide: el diagnóstico es este.
A todo este proceso de maduración de una decisión los griegos lo llamaban crisis. Cuando se toma la decisión la crisis se acaba. Reina la certeza y la tranquilidad de conciencia. Cuando un enfermo supera el “punto crítico” es señal de que comienza la curación y el médico en poco tiempo podrá darle de alta del hospital.
Efectivamente, en la crisis no se trata de opinar sobre algo, sino de decidir sobre algo después de un proceso de creación de convicciones a partir de pruebas seguras.
En chino, la palabra crisis resulta de la combinación de dos caracteres: uno para peligro y otro para oportunidad. Vivir es peligroso (Guimarães Rosa) pero está preñado de oportunidades. Siempre es peligroso lanzar un juicio, sea por el juez sea por el médico, pero todo juicio da la oportunidad de poner en limpio las incriminaciones, responder a las dudas y, mediante una decisión conforme a la ley, consolidar la convicción.
¿Politización del STF?
Lo que hemos expuesto arriba designa el concepto ideal de crisis (Max Weber) que tiene una función heurística (orientadora). En la práctica, el tratamiento de la crisis es aproximativo y no exento de ambigüedades. En el caso de la Acción Penal 470 cabe preguntar: ¿hacer coincidir el juicio con las elecciones no es entrar en el juego político, ofreciendo una poderosa arma a uno de los dos contendientes? ¿No hay grave riesgo de comprometer los principios de independencia e imparcialidad? ¿Utilizar la polémica teoría “del dominio del hecho total” para encuadrar a la mayoría dentro de un raciocinio lógico-deductivo, no empalidece el principio básico de “presunción de inocencia”? ¿En el furor condemnandi visible en el lenguaje adjetivo de algunos magistrados, no se da un exceso de imputación?
La verdad es que los reos deben ser condenados por los crímenes y delitos que cometieron, irrefutablemente comprobados, sea del PT sean de la base aliada, sin importar lo elevado que sea su cargo y respetable su biografía. La ley vale indistintamente para todos.
Pero los delitos han sido de distinta naturaleza y cometidos en circunstancias diferentes. ¿Se puede meter a todos en el mismo saco, el famoso “dominio del hecho” sin apenas matizaciones? Cabe a la razón jurídica estudiar con cuidado esta cuestión crucial.
Seguramente el juicio fue legal (según las leyes) y moral (realizado por magistrados conscientes y doctos). ¿Pero fue suficientemente ético en el sentido de observación intachable de los principios de imparcialidad, independencia y presunción de inocencia, libre de la fuerte tendencia a condenar? Si se confirmase la sospecha de que la condena de José Genoino y José Dirceu se hizo solo a partir de indicios y por deducciones, sin pruebas suficientes en el expediente y por eso fueran enviados a prisión, aquellos podrían considerarse “prisioneros políticos”, algo imposible en un régimen democrático de derecho. Difícilmente puede escapar de la crítica de comportarse como un tribunal de excepción y de posible corrupción ética en el procedimiento judicial. Hay dudas que dirimir. La historia dirá la última palabra.
Llamamiento a la conversión y a la esperanza
Por último, es importante reconocer que el PT luchó por una ética en la política (políticos responsables y honestos) y por una ética de la política (instituciones y procedimientos según valores y principios). Con el “mensualón” de algunos de sus miembros se abrió una herida en el partido como un todo, que va a sangrar durante mucho tiempo. Muchas personas, incluso no inscritas en el partido como yo, habíamos depositado nuestra confianza en la seria dimensión ética de las prácticas políticas del PT. Los intelectuales podemos quedar frustrados ante los delitos eventualmente cometidos, pero el pueblo confiante no merece sentirse traicionado y engañado como tantas veces en la historia.
Quien cayó siempre puede volver a levantarse y recomenzar. Es lo que pedimos al PT, sin lo cual pierde credibilidad y difícilmente puede seguir presentándose como alternativa a un tipo de política que incorpora en sus hábitos la corrupción y el uso indebido del poder público para garantizar victorias. Se ha creado un vacío que clama ser llenado o por el PT reconvertido o por otros actores que levanten la bandera de la ética y orienten sus prácticas políticas por principios y valores. En esto nuestra esperanza no desfallece.
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