miércoles, 1 de julio de 2015

San Simeón el loco - San Teodorico de Reims - San Eparquio - Beatos Jorge Beesley y Montford Scott 01072015


San Simeón el loco

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San Simeón el Loco, anacoreta (522-c.a. 590)
San Simeón, apellidado el Loco, es uno de los santos más desconcertantes y originales que haya existido. Nació en Emesa, antigua ciudad de Siria, a las orillas del río Orontes, a principios del siglo VI.
Visitó los Santos Lugares con un amigo llamado Juan. En su viaje encontraron muchos ermitaños y decidieron imitar su vida sin tardanza. Primero estuvieron en un monasterio, cerca de Jericó. Después atravesaron el Jordán, en busca de mayor soledad, y se establecieron al oriente del Mar Muerto. Cada uno se construyó su laura o ermita, bastante distante la una de la otra, para no importunarse en sus oraciones.
Después de treinta años de vida de anacoreta, Simeón se sintió impelido a dejar aquellos parajes y volver al mundo para trabajar directamente por la salvación de las almas. Se separó de su amigo y regresó a su ciudad natal. Al pasar por Jerusalén meditó largamente ante el Santo Sepulcro sobre los peligros que podía acarrearle su nueva vida.-   Le parecía que había dominado todas las tentaciones que le habían asaltado en la vida eremítica. Sólo de una cosa dudaba: del amor propio, del orgullo.
¿En todas aquellas austeridades y rigores, no estaría de por medio la soberbia, el deseo de ser considerado como el mayor de los santos?.-   Para cortar de raíz este peligro, ideó un método original: hacerse pasar por loco. Y empezó sin demora. Entró en Emesa arrastrando de su cinturón un perro muerto que encontró en el camino.
El domingo entró en la iglesia bien provisto de nueces, y empezó a arrojarlas contra las velas, con tan buen tino que las apagó todas. Luego subió al púlpito y tiró las que le quedaban contra las mujeres. Y así otros disparates.
El Martirologio Romano dice de San Simeón: "Se hizo necio por Cristo, pero Dios reveló con milagros su alta sabiduría". San Juan Clímaco decía que el orgullo del espíritu es la bestia más feroz de los desiertos. Por eso Simeón trataba de encubrir su virtud bajo el velo de la locura.   Murió San Simeón hacia el año 590, después de realizar muchos milagros.
Su contemporáneo Evagrio, y un siglo más tarde, Leoncio, obispo de Chipre, nos han dejado muchas peripecias de su curiosa vida.   Profeta, taumaturgo, excéntrico escandaloso, payaso, comparte su vida con las prostitutas, los mendigos, los desechos de la sociedad, riéndose de todo y de todos, saboteando la lógica de los que le rodean con una rara alegría inexplicable que viene de arriba; así escarnece Simeón las seguridades de nuestra vida y se transforma en caricatura de nuestra precaria fe, tan envarada y solemne.   ¿Para qué estar tan serios, para qué tomarnos tan en serio, para qué respetar tantas normas y convenciones?
Todo es como una gigantesca broma que sólo tiene sentido si sabemos vivirla con humor, porque la voluntad de Dios y su Providencia, vista con ojos humanos, es un absurdo, y nuestras certezas, a la luz de Dios, deben de ser de una suprema comicidad.   El más sensato de los hombres, que vuelve al revés todo prejuicio, san Simeón el loco, nos valga a la hora de tomarnos a burla a nosotros mismos y a los demás, para ser fieles, para corresponder con abandono y humor a la sonrisa del Cielo.





Oremos

Concédenos, Señor todopoderoso, que el ejemplo de San Simeón nos estimule a una vida más perfecta y que cuantos celebramos su fiesta sepamos también imitar sus ejemplos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



San Teodorico de Reims

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Cerca de Reims, en Neustria, san Teodorico, presbítero, discípulo del obispo san Remigio.
Teodorico nació en el distrito de Reims. Su padre era un hombre de mal carácter. Teodorico contrajo matrimonio por complacer a su familia, pero persuadió a su esposa a que renunciara a los derechos conyugales. Más tarde, fue ordenado sacerdote en la época de san Remigio; fundó una comunidad religiosa en Mont d'Or, cerca de Reims. Teodorico llegó a ser famoso por las conversiones que obró exhortando a hacer penitencia a los pecadores. Uno de sus conversos fue su propio padre, el cual perseveró en sus buenos propósitos y murió en el monasterio fundado por su hijo. Se cuenta que San Teodorico curó milagrosamente al rey Teodorico I de una enfermedad de los ojos. Según la opinión más común, San Teodorico murió el l de julio del año 533.

Flodoardo escribió en el siglo X algunas páginas sobre san Teodorico. Existen, además dos cortas biografías latinas; pueden verse en Mabillon y en Acta Sanctorum. Desgraciadamente las fuentes son poco fidedignas.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI



San Eparquio

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En Angulema, en Aquitania, san Eparquio, presbítero, que pasó treinta y nueve años en completa soledad, entregado sólo a la oración y enseñando a sus discípulos que «la fe no teme el hambre».
Eparquio abandonó el mundo contra la voluntad de sus padres y se retiró a un monasterio, tal vez al de San Eparquio de Dordogne. Ahí sirvió a Dios a las órdenes del abad Martín. Como sus virtudes y milagros le hubiesen hecho famoso, el santo, para evitar la tentación de la vanagloria, dejó el monasterio y se retiró a la soledad en las cercanías de Angulema. Pero sus virtudes eran demasiado esplendorosas para permanecer ocultas, y el obispo de la región obligó a san Eparquio a aceptar el sacerdocio. Aunque vivía en la soledad, el santo tuvo algunos discípulos. Como deseaba que orasen sin interrupción, les prohibió el trabajo manual. Cuando alguno de sus monjes se quejaba de que no tenía lo necesario para vivir, san Eparquio le recordaba las palabras de san Jerónimo, «la fe no tiene miedo al hambre». Y así era en realidad, porque los fieles, que tenían en gran aprecio a san Eparquio por los milagros que obraba, le daban generosamente cuanto él y sus discípulos necesitaban. San Gregorio de Tours afirma que el culto de san Eparquio estaba muy extendido en el siglo VI. San Gregorio lo llama Cibardo; con el tiempo, dicho nombre se transformó en Separco y después en Eparquio. En realidad, sabemos muy poco acerca de este santo, fuera de lo que relata San Gregorio de Tours.

Bruno Krusch, que reeditó la biografía latina publicada en Acta Sanctorum, afirma que se trata de una falsificación y que data del siglo IX; pero véase L. Duchesne, en Bulletin critique, segunda serie, vol. III (1897), pp, 471-473. Véase también J. de la Martiniére, St. Cybard (1908), quien refuta la opinión de H. Esmein, según el cual algunos de los datos que poseemos sobre el santo datan del siglo VI.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI



Beato Jorge Beesley

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Beatos Jorge Beesley y Montford Scott
En Londres, en Inglaterra, beatos Jorge Beesley y Montford Scott, presbíteros y mártires, que en tiempo de la reina Isabel I, condenados a la pena capital por ser sacerdotes, tras pasar por crueles tormentos consiguieron la palma del martirio.
Fueron martirizados juntos en Londres el 1 de julio de 1591, en Fleet Street. Llevados hasta allí y ante el patíbulo, los mártires confirmaron su fe serena y firmemente, siendo seguidamente ahorcados, destripados y descuartizados, dando su vida terrena en homenaje a Cristo y a la verdad de su evangelio. Fueron beatificados por SS Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1987.

Jorge Beesley había nacido en Goosnargh, Lancashire, el año 1562. Elegido el sacerdocio católico, estudia en el Colegio Inglés de Reims, donde es ordenado presbítero en 1587. Vuelve a Inglaterra al siguiente año y ejerce su ministerio en Laton, junto a Lancaster, y en Londres. Aquí es arrestado en 1590 y llevado a la Torre donde es sometido a tortura, permaneciendo firme en la fe. Pasó luego a la cárcel de Newgate y fue condenado a muerte.

Montford o Monfordo Scott nació en Hawstead, Suffolk, en el seno de una familia acomodada. Marchó a Douai para hacer los estudios sacerdotales. Aún subdiácono, regresa a Inglaterra, donde es capturado, pero puede salir libre y vuelve al continente, siendo ordenado presbítero en Bruselas, en 1577; regresa a Inglaterra el 19 de junio del mismo año. Muy poco después fue arrestado en Cambridge y trasladado a Londres, con sus libros y pertenencias, por orden del obispo anglicano de la capital. No se sabe muy bien qué pasó y parece probable que lo desterraran, pero el hecho es que regresó enseguida a Inglaterra. Trabajó apostólicamente durante ocho años en la parte oriental de Gran Bretaña, y cuantos le conocían admiraban en él la austeridad y santidad de vida por su continua oración, sus ayunos y su celo apostólico. Conocida su presencia y actividad, Topcliffe, el famoso perseguidor de sacerdotes, puso especial empeño en su captura. En 1590 estaba en casa de William Kilbeck, en Hawstead, cuando fue arrestado y enviado a Londres. Ante el juez reconoció ser sacerdote y dijo haber vuelto a Inglaterra por la salvación de las almas. Poco antes de ser ejecutado reafirmó en público su fe y oró por la reina. Uno de los espectadores de su ejecución se convirtió al catolicismo.

fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003

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