SERMÓN XXXV(296)
Si consurrexistis cum Christo, quae sursum sunt etc.
allí donde Cristo está sentado a la diestra de su Padre, y gustad de las cosas que están
arriba y no permitáis que os gusten las cosas que se hallan en la tierra» (Colos. 3, 1 s).
Luego pronuncia otra palabra: «Estáis muertos y vuestra vida está oculta junto con Cristo
en Dios» en el cielo (Colos. 3, 3). En tercer [lugar], las mujeres buscaban a Nuestro
Señor en la tumba. Entonces, encontraron a un ángel «cuyo semblante era como un relámpago
y su vestidura [era] blanca como la nieve y él dijo a las mujeres: “¿A quién
buscáis? ¿Buscáis a Jesús que ha sido crucificado?… no está aquí”» (Cfr. Mateo 28, 1
Ss. y Lucas 24, 5 s.). Porque Dios no está en ninguna parte. De lo ínfimo de Dios todas
las criaturas están repletas, y su grandeza no se encuentra en ninguna parte. Ellas no le
contestaron, pues cuando no hallaron a Dios, el ángel les disgustó. Dios no se halla ni
acá ni allá ni en [el] tiempo ni en [el] espacio.
Ahora bien, San Pablo dice: «Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas que
están arriba». Con respecto a la primera palabra [=habéis resucitado] piensa en dos significados.
Alguna gente resucita a medias, se ejercita en una virtud y no en otra. Hay
otros, poco nobles por naturaleza, que están ansiosos por las riquezas. Otros son más nobles
por naturaleza y no se fijan en los bienes, pero quieren obtener honores. Dice un
maestro(297) que todas las virtudes necesariamente se dan en estrecha unión. Si bien sucede
que un hombre esté más dispuesto a ejercitarse en una virtud que en las otras, todas
están unidas, necesariamente, como una sola cosa. Ciertas personas resucitan del todo,
mas no resucitan con Cristo. Por eso, todo cuanto es propio de uno, tiene que resucitar
por completo. Por otra parte, se hallan algunas personas que resucitan del todo con Cristo;
pero quien haya de experimentar un verdadero renacimiento con Cristo, tendrá que
ser muy sabio. Los maestros dicen que es verdadera la resurrección cuando una persona
ya no muere más. En ninguna parte existe una virtud tan grande como para que no se
encuentre alguna gente que la haya puesto en práctica con fuerza natural, porque a menudo
la fuerza natural opera signos maravillosos y milagros. Si se han visto también en
296 Atribuciones: «S’<ermo> m<agist>ri eghardi». Según los encabezamientos correspondería «al santo
Día de Pascua de Resurrección». Los textos fueron tomados de la Epístola de la Vigilia de Pascua de
Resurrección. El editor considera posible que el texto sea incompleto.
297 Cfr. Thomas, S. theol. III q. 65 a. 1.
los paganos todas las obras exteriores que alguna vez se han comprobado en los santos.
Por eso dice [San Pablo]: Debéis resucitar con Cristo porque Él se halla arriba, adonde
no puede llegar ninguna naturaleza. Aquello que es nuestro, debe resucitar por completo.
Existen tres señales [para ver] si resucitamos por completo. La primera: si buscamos
«las cosas que están arriba». La segunda: si nos gustan «las cosas que están arriba». La
tercera: si no nos gustan «las cosas que están en la tierra». Ahora bien, San Pablo dice:
«Buscad las cosas que están arriba». Pues ¿dónde y de qué modo? El rey David dice:
«Buscad el rostro de Dios» (Salmo 104,4). Aquello que ha de existir [junto] con muchas
cosas, necesariamente debe hallarse arriba. Aquello que produce el fuego, tiene que estar,
necesariamente, por encima de lo [que enciende], como el cielo y el sol. Nuestros
más insignes maestros opinan(298) que el cielo es el lugar de todas las cosas y, sin embargo,
[él mismo] no tiene lugar, ningún lugar natural, y da lugar a todas las cosas. Mi alma
es indivisa y, no obstante, se encuentra del todo en cada uno de los miembros. Donde ve
mi ojo, no oye mi oído; donde oye mi oído, no ve mi ojo. Lo que yo veo u oigo físicamente,
se me infunde espiritualmente. Mi ojo recibe el color con la luz; pero éste no entra
en el alma porque aquello [=que entra en el alma] es una reducción [del color]. Todo
cuanto reciben los sentidos exteriores, para que sea introducido espiritualmente, viene
de arriba, de parte del ángel: éste lo estampa en la parte superior del alma. Ahora bien,
nuestros maestros afirman(299): Aquello que se halla arriba, ordena y ubica lo inferior.
Santiago dice al respecto: «Todos los dones buenos y perfectos descienden desde
arriba» (Santiago 1, 17). La señal de que alguien ha resucitado por completo con Cristo,
consiste en que busca a Dios por encima del tiempo. Busca a Dios por encima del tiempo
quien busca sin tiempo.
Ahora dice él [San Pablo]: «Buscad las cosas que están arriba». ¿Dónde se busca?
«Allí donde Cristo está sentado a la diestra de su Padre». ¿Dónde está sentado Cristo?
No está sentado en ninguna parte. Quien lo busca en algún lugar, no lo encuentra. Su
parte menor se halla por doquier, su parte superior no está en ningún lugar. Dice un maestro:
Quien conoce alguna cosa, no conoce a Dios. «Cristo» significa lo mismo que un
«ungido»(300) que está ungido con el Espíritu Santo. Los maestros dicen(301): El estar sentado
significa lo mismo que tranquilidad, e implica: allí donde no hay tiempo. Aquello
que da vueltas y cambia, no tiene tranquilidad; en segundo término: la tranquilidad no
agrega nada. Nuestro Señor dice: «Yo soy Dios y no cambio» (Malaquías 3, 6).
298 Se remite a Bonaventura, Sent. II d. 2 p. 2 a. 2 q. 1; y Albertus Magnus, Phys. IV tr. 1 c. 13.
299 Cfr. Thomas, S. theol. II II q. 185 a. 3 ad 3.
300 Se remite a Hieronymus, Liber interpret. Hebr. nom. El maestro sería Dionisio Areopagita.
301 Se remite a Aristóteles, Phys. VII t. 20.; y Thomas, S. theol I q. 10 a.4 ad 3.
301
Cristo está sentado a la diestra de su Padre. El mayor bien que puede ofrecer Dios, lo
constituye su mano derecha. Cristo dice: «Yo soy una puerta» (Juan 10, 9). El primer
efluvio violento y el primer derretimiento, allí donde Dios se derrite [sucede] donde se
derrite en su Hijo y allí, Éste vuelve a derretirse en el Padre. Yo dije un buen día que la
puerta es el Espíritu Santo: a través de ella se derrite en [su] bondad en todas las criaturas.
Donde hay un hombre natural, éste comienza a obrar con «la mano derecha». Dice
un maestro(302) que el cielo recibe inmediatamente de Dios. Otro maestro dice(303) que no es
así: porque Dios es un espíritu y una luz acendrada; por eso, aquello que ha de recibir
inmediatamente de Dios, ha de ser, con necesidad, un espíritu y una luz acendrada. Dice
un maestro(304): Es imposible que alguna cosa corpórea sea susceptible del primer efluvio
violento allí donde emana Dios, si no es una luz o un espíritu acendrado. El cielo se halla
por encima del tiempo y es la causa del tiempo. Un maestro dice(305) que el cielo, en su
naturaleza, es tan noble que no puede degradarse a ser la causa del tiempo. En su naturaleza
no puede ser causa del tiempo; [pero], en su trayectoria es la causa del tiempo, es
decir, en la deserción [de la naturaleza] del cielo, [mas] él mismo es atemporal. Mi color
no es mi naturaleza, antes bien, es una deserción de mi naturaleza, y nuestra alma se halla
muy por encima y «está oculta en Dios». Entonces no digo solamente: por encima
del tiempo, sino «oculta en Dios». ¿Es esto lo que significa el cielo? Todo cuanto es corpóreo
es una deserción y un azar y un rebajamiento. El rey David dice: «Ante la vista de
Dios, mil años son como un día que ha pasado» (Salmo 89, 4); porque todo cuanto es
futuro y cuanto ha pasado se halla todo allá en un solo «ahora».
Que Dios nos ayude para que lleguemos a ese «ahora». Amén.
302 Cfr. Albertus M., De div. nom. c. 4 n. 46.
303 Cfr. Albertus Magnus, Summa de creaturis III q. 16.
304 Cfr. Moses Maimonides, Dux neutrorum III c. 52.
305 Véase, también para lo que sigue hasta «la deserción del cielo», Augustinus, Confess. 1. XII 9, 9; y Thomas, De potentia q. 5 a. 4 ad 1.
302
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