viernes, 28 de agosto de 2015

San Agustín de Hipona - San Hermes de Roma - San Julián de Brioude 28082015

San Agustín de Hipona

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San Agustín de Hipona, obispo y doctor de la Iglesia
Memoria de san Agustín, obispo y doctor eximio de la Iglesia, que, convertido a la fe católica después de una adolescencia inquieta por los principios doctrinales y las costumbres, fue bautizado en Milán por san Ambrosio y, vuelto a su patria, llevó con algunos amigos una vida ascética y entregada al estudio de las Sagradas Escrituras. Elegido después obispo de Hipona, en la actual Argelia, durante treinta y cuatro años fue maestro de su grey, a la que instruyó con sermones y numerosos escritos, con los cuales también combatió valientemente los errores de su tiempo y expuso con sabiduría la recta fe.
San Agustín ha sido uno de los santos más famosos de la Iglesia católica. Después de Jesucristo y de San Pablo es difícil encontrar un líder espiritual que haya logrado ejercer mayor influencia entre los católicos que este enorme santo.
Su inteligencia era sencillamente asombrosa, su facilidad de palabra ha sido celebrada por todos los países. De los 400 sermones que dejo escritos, han sacado y seguirán sacando material precioso para sus enseñanzas, los maestros de religión de todos los tiempos.    Cuando Agustín se convirtió al catolicismo escribió el libro Confesiones, que lo ha hecho famoso en todo el mundo.
Su lectura ha sido la delicia de millones de lectores en muchos países por muchos siglos. El comentaba que a la gente le agrada leer este escrito por gozan leyendo de los defectos ajenos, pero no se esmeran en corregir los propios. La lectura de "Las Confesiones de San Agustín" ha convertido a muchos pecadores. Por ejemplo Santa Teresa cambio radicalmente de comportamiento al leer esas páginas.   Cuando joven tuvo una grave enfermedad y ante el temor de la muerte se hizo instruir en la religión católica y se propuso hacerse bautizar.
Pero apenas recobro la salud se le olvidaron sus buenos propósitos y siguió siendo pagano. Más tarde criticara fuertemente a los que dejan para bautizarse cuando ya son bastante mayores, para poder seguir pecando.   Luego leyó una obra que le hizo un gran bien y fue el "Hortensio" de Cicerón. Este precioso libro lo convenció de que cada cual vale más por lo que es y por lo que piensa que por lo que tiene.    Pero luego sucedió que tuvo un retroceso en su espiritualidad. Ingreso a la secta de los Maniqueos, que decía que este mundo lo había hecho el diablo y enseñaban un montón de errores absurdos.
Luego se fue a vivir en unión libre con una muchacha y de ella tuvo un hijo al cual llamo Adeodato ( que significa : Dios me lo ha dado)   Luego leyó las obras del sabio filosofo Platón y se dio cuenta de que la persona humana vale muchísimo más por su espíritu que por su cuerpo y que lo que más debe uno esmerarse en formar es su espíritu y su mente. Estas lecturas del sabio Platón le fueron inmensamente provechosas y lo van a guiar después durante toda su existencia.
Se dedico a leer la Santa Biblia y se desilusiono, ya que le pareció demasiado sencilla y sin estilo literario, como los libros mundanos. Y dejo por un tiempo de leerla. Después dirá, suspirando de tristeza : "Porque la leía con orgullo y por aparecer sabio, por eso no me agradaba. Porque yo en esas páginas no buscaba santidad, sino vanidad por eso me desagradaba su lectura. ¡ Oh sabiduría siempre antigua y siempre nueva. Cuan tarde te he conocido!".
Al volver al África fue ordenado sacerdote y el obispo Valerio de Hipona, que tenía mucha dificultad para hablar, lo nombró su predicador. Y pronto empezó a deslumbrar con sus maravillosos sermones. Predicaba tan hermoso, que nadie por ahí, había escuchado hablar a alguien así, a gente escuchaba hasta por tres horas seguidas sin cansarse. Los temas de sus sermones, eran todos sacados de la santa Biblia, pero con un modo tan agradable y sabio que la gente se entusiasmaba.
Y sucedió que al morir Valerio, el obispo, el pueblo lo aclamo como nuevo obispo y tuvo que aceptar. en adelante será un obispo modelo, un padre bondadoso para todos. Vivirá con sus sacerdotes en una amable comunidad sacerdotal donde todos se sentirán hermanos. El pueblo siempre sabia que la casa del obispo Agustín siempre estará abierta para los que necesitan ayuda espiritual o material.
Será gran predicador invitado por los obispos y sacerdotes de comunidades vecinas y escritor de libros bellísimos que han sido y serán la delicia de los católicos que quieran progresar en la santidad. El tenía la rara cualidad de hacerse amar por todos.    Había en el norte de África unos herejes llamados Donatistas, que enseñaba que la Iglesia no debe perdonar a los pecadores y que como católicos solamente deben ser admitidos los totalmente puros ( pero ellos no tenían ningún reparo en asesinar a quienes se oponían en sus doctrinas ) Agustín se les opuso con sus elocuentes sermones y brillantísimos escritos, y ellos no eran capaces de responderles a sus razones y argumentos.
Al fin el Santo logró llevar a cabo una reunión en Cartago con todos los obispos católicos de la región y todos los jefes de los Donatistas y allí los católicos dirigidos por nuestro santo derrotaron totalmente en todas las discusiones a los herejes, restos fueron abandonados por la mayor parte de sus seguidores, y la secta se fue acabando poco a poco.
Vino enseguida otro hereje muy peligroso. Un tal Pelagio, que enseñaba que para ser santo no hacía falta recibir gracias o ayudas de Dios, sino que uno mismo por su propia cuenta y propios esfuerzos logra llegar a la santidad. Agustín que sabía por triste experiencia que por 32 años había tratado de ser bueno por sus propios esfuerzos y que lo único que había logrado era ser malo, se le opuso con sus predicaciones y sus libros y escribió un formidable tratado de "La Gracia", el cual prueba que nadie puede ser bueno, ni santo, si Dios no le envía gracias ni ayudas especiales para serlo, en este tratado tan lleno de sabiduría, se han basado después de los siglos, los teólogos de la Iglesia católica para enseñar acerca de la gracia.
Cuando Roma fue saqueada y casi destruida por los bárbaros de Genserico, los antiguos paganos habían dicho que todos estos males habían llegado por haber dejado de rezar a los antiguos dioses paganos y por haber llegado la religión católica. Agustín escribió entonces un nuevo libro, el más famoso después de las Confesiones, "La Ciudad de Dios" ( empleó 13 años redactándolo ).
Allí defiende poderosamente a la religión católica y demuestra que las cosas que suceden, aunque a primera vista son para nuestro mal, están todas en un plan que Dios hizo en favor nuestro que al final veremos que era para nuestro bien. ( Como dice San Pablo: "Todo sucede para bien de los que aman a Dios") .   En el año 430 el santo empezó a sentir continuas fiebres y se dio cuenta de que la muerte lo iba alcanzar, tenía 72 años y cumplía 40 años de ser fervoroso católico, su fama de sabio, de santo y de amable pastor era inmensa.
Los bárbaros atacaban su ciudad de Hipona para destruirla, y el murió antes de que la ciudad cayera en manos de semejantes criminales. A quién le preguntaba que si no sentía temor de morir, el les contestaba : "Quien ama a Cristo, no debe temer miedo de encontrarse con El". Pidió que escribieran sus salmos preferidos en grandes carteles dentro de su habitación para irlos leyendo continuamente ( él en sus sermones, había explicado los salmos ) durante su enfermedad curó un enfermo, con solo colocarle las manos en la cabeza y varías personas que estaban poseídas por malos espíritus quedaron libres ( San Posidio, el obispo que lo acompaño hasta sus últimos días, escribió después su biografía ).





Oremos  

Renueva, Señor, en tu Iglesia aquel espíritu que, con tanta abundancia, otorgaste al obispo San Agustín, para que también nosotros tengamos sed de ti, única fuente de la verdadera sabiduría, y en ti, único manantial del verdadero amor, encuentre descanso nuestro corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



San Hermes de Roma

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San Hermes, mártir
En Roma, en el cementerio de Basila, en la vía Salaria Antigua, san Hermes, mártir, que, como refirió el papa san Dámaso, vino de Grecia y Roma lo acogió como ciudadano suyo, cuando fue martirizado por el santo nombre.
Existen pruebas fehacientes de la historicidad del martirio de san Hermes en Roma y del culto que se le tributaba desde antiguo, allí y en otras ciudades. Su nombre figura en la «Depositio Martyrum» del año 354, en el Hieronymianum y en los itinerarios de los peregrinos. En cambio, no merece crédito alguno la «Pasión de san Hermes» que forma parte de las «actas» del papa Alejandro I, Según Delehaye, «se trata de una novela, cuyos principales héroes son mártires históricos, pero cuya trama, así como el papel que se atribuye a los diversos personajes, son invenciones del hagiógrafo».

San Hermes fue sepultado en el cementerio de Basilia, en la antigua Vía Salaria. Sobre su tumba se descubrieron los restos de una gran basílica. Entre los escombros se encontró también una inscripción fragmentaria con el nombre del mártir, redactada por el papa San Dámaso. San León IV regaló al emperador Lotario I en el 850, las presuntas reliquias de san Hermes, las cuales fueron depositadas en la iglesia de Renaix, en Flandes, que es todavía en la actualidad un centro de peregrinación. Naturalmente esto contribuyó a la difusión del culto de san Hermes en Europa occidental.

Ver Acta Sanctorum, agosto, vol. VI; Delehaye, Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp. 472-473; y Dictionnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, Cabrol y Leclercq, vol. VI , cc. 2303 ss.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI





San Julián de Brioude

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San Julián de Brioude, mártir
En Brioude, en el territorio de los arvernios, en Aquitania, san Julián, mártir, acerca del cual la tradición refiere que, por consejo de san Ferreolo, fue a aquel territorio en tiempo de persecución y allí alcanzó la palma del martirio.
San Julián fue uno de los más famosos mártires de las Galias. Algunos autores le llaman Julián de Auvernia. Sus «actas», que no merecen crédito alguno, cuentan que era soldado y que no veía oposición entre la carrera de las armas y las máximas del Evangelio. Como Crispín, gobernador de la provincia de Vienne, comenzase a perseguir a los cristianos, Julián se retiró a Auvernia; pero después, al saber que le buscaban, se presentó espontáneamente a los perseguidores y les dijo: «Ya he vivido demasiado tiempo en este bajo mundo. Quiero estar con Jesús». En cuanto los perseguidores oyeron ese reto, se lanzaron sobre él y le decapitaron.

El martirio tuvo lugar en las cercanías de Brioude. Más tarde, se construyó ahí una iglesia (cerca de Clermont-Ferrand) para las reliquias del mártir. Dicha iglesia se convirtió en un importante centro de peregrinación. San Gregorio de Tours relata muchos milagros obrados por la intercesión de san Julián, y hace alusión a una iglesia de París dedicada al mártir. Se trata de la iglesia de Saint Julien des Pauvres, que es la parroquia de los católicos melquitas de París. Sidonio Apolinar, Gregorio de Tours y el Hieronymianum dan testimonio suficiente de la antigüedad del culto de este mártir. San Gregorio de Tours hace notar que al principio existían ciertas dudas sobre el día en que había que celebrar la fiesta del santo.

 Delehaye, Les Origines du Culte des Martyrs, p. 357. Las actas pueden verse en Acta Sanctorum, agosto, vol. VI, y en la obra de E. Munding (1918) . En realidad, tienen poco valor histórico; sin embargo, E. C. Babut, en Revue d'histoire et de littérature religieuses (vol. y, 1914, pp. 96-116), intentó reivindicarlas.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI




 
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