San Mauricio, abad
fecha: 29 de septiembre
fecha en el calendario anterior: 5 de octubre
†: 1191 - país: Francia
canonización: culto local
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 5 de octubre
†: 1191 - país: Francia
canonización: culto local
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En la Bretaña Menor, san Mauricio,
primero abad del monasterio de Langonet y después del de Carnoet, de la Orden
Cisterciense, fundado por él mismo, donde murió en olor de santidad.
Este santo monje, a quien se venera en la
orden cisterciense y en la región de Cornouailles, nació en Loudéac, en
Bretaña. Aunque sus padres eran personas modestas, consiguieron darle una buena
educación. Mauricio era un hombre muy capaz, y ante él se abría una brillante
carrera, pero, sabedor de que el mundo está lleno de peligros para los hombres
cultos y brillantes, prefirió hacerse monje en la abadía cisterciense de
Langonnet, en Bretaña. La reforma cisterciense se hallaba entonces en todo su
apogeo y Mauricio, quien tenía entonces veinticinco años, se entregó tan
apasionadamente a la conquista de la perfección, que dejó atrás a todos sus
compañeros. Según se dice, fue elegido abad apenas tres años después de hacer
la profesión. Su fama de prudencia y sabiduría se extendió pronto más allá de
los muros del monasterio. Por consejo de san Mauricio, el duque Conán IV fundó
un nuevo monasterio cisterciense en el bosque de Carnoét para abrirlo al
cultivo, cosa que concordaba perfectamente con la tradición cisterciense.
Mauricio, que fue el primer abad de dicho monasterio, lo gobernó hasta su
muerte, ocurrida cerca de quince años después, el 29 de septiembre de 1191. El
culto del santo en la orden cisterciense y en las diócesis de Quimper, Vannes y
Saint-Brieuc, data de muy antiguo. El Papa Clemente XI autorizó a los
cístercienses a tributarle culto litúrgico, cosa que ya se hacía en las
diócesis mencionadas.
Existe una biografía latina bastante
larga, publicada en Studien und Mittheilungen Ben. u. Cist. Ord., vol. VII
(1886), pte. I, pp. 380 393, por Dom Plaine; en esa misma obra, pte. 2, pp.
157-164, se encontrará otra biografía latina más breve.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
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que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3549
Beato Carlos de Blois, laico
fecha: 29 de septiembre
n.: 1319 - †: 1364 - país: Francia
canonización: Conf. Culto: Pío X 29 nov 1904
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1319 - †: 1364 - país: Francia
canonización: Conf. Culto: Pío X 29 nov 1904
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Vannes, en el litoral de Bretaña
Menor, beato Carlos de Blois, varón piadoso, manso y humilde, duque de Bretaña,
que pese a su deseo de ingresar en la Orden de Hermanos Menores, se sintió
obligado a vindicar el principado en contra de un adversario y, hombre
constante en las desgracias, sufrió larga cárcel, siendo asesinado en una
batalla, junto al Aubray.
Este santo, perteneciente a una de las
familias reales de Francia y que tuvo la desgracia de pasar nueve años
prisionero en la Torre de Londres, vino al mundo en Blois, el año de 1320; su
padre era Guy de Chátillon, conde de Blois, y su madre, Margarita, era hermana
de Felipe VI, rey de Francia. Desde su infancia, Carlos demostró que poseía
grandes virtudes naturales, un valor a toda prueba y que estaba
maravillosamente dotado para destacarse en la alta dignidad donde había nacido.
En 1337, se casó con Juana de Bretaña y, por ese matrimonio, obtuvo para sí el
ducado de Bretaña. Pero aquel título le fue disputado por Juan de Montfort y,
como era costumbre en aquellos tiempos, la querella se convirtió en una guerra
feudal que se prolongó durante toda la existencia de Carlos. Éste hizo todo lo
que estuvo de su parte por restablecer la concordia, sobre todo para aliviar la
carga de los impuestos de guerra que pesaba sobre sus súbditos, y se afirma que
llegó incluso a proponer al de Montfort que se pusiera fin al asunto de una vez
por todas, mediante un combate personal, a muerte, entre ellos dos. Pero el
adversario no aceptó. Tras una de las innumerables batallas, las fuerzas de
Carlos de Blois tomaron la ciudad de Nantes, y la primera medida que adoptó el
conde al entrar en la plaza conquistada, fue la de distribuir abundantes
socorros entre los pobres y necesitados; lo mismo hizo en Rennes, en Guingamp y
en otras ciudades. Durante sus campañas, fundó iglesias y casas de religiosos,
donde él pudiese orar por su causa y por las almas de los que habían muerto en
las batallas.
Por regla general, se comportaba de tal
manera, que el menos devoto de sus soldados comentaba con sus compañeros que el
conde estaba destinado más bien a ser monje que guerrero. Descalzo y mal
cubierto por un hábito desgarrado, emprendió una peregrinación al santuario de
San Ivo, en Tréguier y, cuando puso sitio a la ciudad de Hennebont, dispensaba
a los soldados de montar la guardia para que asistieran a la misa. Por esta
razón, protestó uno de los oficiales. «Señor mío -le replicó Carlos- siempre
tendremos ciudades y castillos para conquistar. Si nos los arrebatan, Dios nos
ayudará a tomarlos de nuevo. También la misa la tenemos con frecuencia, pero
nos es imposible dejar de asistir a ella». A decir verdad, Carlos era tan buen
soldado como buen cristiano, pero detestaba la guerra. Contaba con el apoyo del
rey de Francia, en tanto que su enemigo, Juan de Montfort, tenía la ayuda del
rey Eduardo III de Inglaterra, el cual, por razones que él sólo conocía, había
anunciado su firme intención de recuperar las propiedades que «por herencia
legal» tenía en Francia. Durante cuatro años, Carlos pudo mantener a raya a sus
enemigos, pero en 1346, comenzaron sus repliegues y sus infortunios. A fin de
cuentas, Francia fue derrotada por Inglaterra en la batalla de Crecy, la ciudad
de Poitiers fue saqueada y medio destruida la de Poitou. Casi inmediatamente
después, Carlos de Blois Iibró una furiosa batalla en La Roche-Derrien, cerca
de Tréguier, fue derrotado, capturado y embarcado en una nave con rumbo a Inglaterra.
Desde su arribo fue encerrado en la
siniestra Torre de Londres y se pidió una suma fabulosa por su rescate. Como
era casi imposible reunir tanto dinero, el conde pasó nueve años en la infecta
prisión. Como lo hicieron tantos prisioneros en la Torre, antes y después de
Carlos de Blois, éste hizo más llevadero su castigo y aun lo santificó, por la
paciencia con que lo soportaba y sus constantes oraciones. Su resignación y la
tranquila mansedumbre que mostraba en las penalidades, le conquistaron la simpatía
y la admiración de los carceleros. En cuanto obtuvo su libertad, retornó a
Francia y continuó en la lucha armada, durante otros nueve años, para defender
su ducado de Bretaña, con períodos de mala y de buena fortuna, pero adquiriendo
siempre mayor respeto y admiración por parte del pueblo que gobernaba. Hizo
otra peregrinación a la iglesia de la Bonne Nouvelle en Rennes y, durante largo
tiempo, se creyó que aquel acto de piedad tenía como propósito conmemorar una
de las batallas que había ganado, pero se comprobó posteriormente que no había
otro motivo para la peregrinación, que la devoción del beato.
El último encuentro armado tuvo lugar en
Auray, el 29 de septiembre de 1364. Las fuerzas inglesas estaban al mando de
Sir John Chanclos. Los franceses, con Bertrand de Guesclin a la cabeza, fueron
derrotados. El de Guesclin fue hecho prisionero y, en el curso de la cruenta
batalla, Carlos de Blois, el hombre que siempre había deseado ser un fraile
franciscano y no un príncipe, quedó muerto en el campo. Sus restos fueron
sepultados en Guingamp y no pasó mucho tiempo sin que circularan
insistentemente los rumores de que se realizaban numerosos milagros en su
tumba. A pesar de las fuertes protestas de Juan de Monfort, que temía perder el
apoyo de Inglaterra si se llegaba a proclamar santo a su rival, se inició un
movimiento en favor de la canonización de Carlos de Blois. Se afirma que el
Papa Gregorio XI llegó a decretar la canonización de Carlos, pero, en el
tumulto y la confusión de la partida del Papa de su exilio en Aviñón, en 1376,
la bula no fue firmada ni emitida. Sin embargo, el pueblo continuó con su culto
al beato Carlos, y en algunas partes se celebraba una fiesta especial en su
honor. Por fin, en el año de 1904, el antiguo culto al beato fue confirmado por
el papa san Pío X.
Los bolandistas mencionan a Carlos de
Blois entre los praetermissi del 29 de septiembre, en el Acta Sanctorum, y
hacen referencias a la obra del Papa Benedicto XIV, De... Beatificatione, lib.
2, cap. 8. Ver el Monuments du procés de canonisation du B. Charles de Blois
(1921), de A. de Sérent, quien incluyó en la obra el relato que escribió Dom
Plaine en 1872 sobre el Beato Carlos. Véase a G. Lobineua, en Histoire de
Bretagne (1744), vol. II, pp. 540-570; a N. Mauric:e-Dénis-Boulet, en La
Canonisation de Charles de Blois, una nota publicada en la Revue d'histoire de
l'Eglise de France, vol. XXVIII (1942), pp. 216-224. Decreto de confirmación de
culto en ASS 38 (1905-6), pág. 36.
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