Santos Urso y Víctor, mártires
fecha: 30 de septiembre
fecha en el calendario anterior: 22 de septiembre
†: c. 320 - país: Suiza
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 22 de septiembre
†: c. 320 - país: Suiza
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Solothurn, en el territorio de
Helvecia, santos Urso y Víctor, mártires, que, según la tradición,
pertenecieron a la legión Tebea.
A fines del siglo III, varios miles de
«bagaude», pobladores de las Galias, se levantaron en armas, y el Augusto
Maximiano Herculio marchó de Roma para sofocar la rebelión, al frente de un
gran ejército en el que figuraba la Legión Tebana. Los guerreros de aquella
legión habían sido reclutados en el alto Egipto y todos eran cristianos. Cuando
el ejército llegó a Octodurum (Martigny), sobre el Ródano, poco antes de su
desembocadura en el lago de Ginebra, el Augusto Maximiano dio una orden para
que todos sus soldados se uniesen a la ceremonia de ofrecer sacrificios a los
dioses por el éxito de su expedición. Todos los miembros de la Legión Tebana se
retiraron para acampar en las proximidades de Agaunum (que en la actualidad se
llama Saint Maurice-en-Valais, en homenaje a san Mauricio), después de anunciar
que se negaban rotundamente a tomar parte en los ritos. Repetidas veces,
Maximiano envió mensajeros al campamento de los tebanos para exigirles
obediencia y, en vista de las reiteradas y unánimes negativas, condenó a los
legionarios a ser diezmados. Así, un hombre de cada diez fue sacrificado.
Cumplida la sentencia, se reiteraron los llamados de Maximiano para que los
tebanos acataran las órdenes o se arriesgaran a ser diezmados nuevamente, pero
todos, sin faltar uno, respondieron que estaban dispuestos a sufrir cualquier
penalidad, antes que tomar parte en un culto contrario a su religión. En
aquella general manifestación de fe, los legionarios fueron alentados y
asesorados, sobre todo, por tres de los oficiales: Mauricio, Exuperio y
Cándido, que desempeñaban los puestos de primicerius, campiductor y senator
militum, respectivamente. Maximiano llegó en persona al campamento de los
rebeldes para advertirles que no confiaran en salvarse una vez pagado aquel
segundo diezmo, puesto que, si persistían en su desobediencia, ni un solo
hombre de la legión quedaría con vida. Los soldados comisionaron a uno de los
suyos para que respondiera a Maximiano en nombre de los demás, con todo
respeto:
«Somos vuestros soldados, señor, pero ante todo somos servidores del verdadero Dios. Os debemos la obediencia en las obligaciones militares, mas no podemos renunciar a Aquél que es nuestro Creador y nuestro Amo y que es también el vuestro, aunque vos lo rechacéis. En todas las cosas que no sean contrarias a Su ley, os obedeceremos con nuestra mejor voluntad como lo hemos hecho hasta ahora. Siempre hemos hecho frente a vuestro enemigo, cualquiera que fuese, pero no podemos manchar nuestras manos con la sangre de gentes inocentes. Nos hemos comprometido con un juramento a Dios antes de haber jurado serviros en el ejército, y ni vos mismo podríais confiar en nuestro segundo juramento, si no somos capaces de cumplir fielmente con el primero. Nos ordenáis castigar a los cristianos, pero no miráis que nosotros mismos somos cristianos. Confesamos a Dios Padre, autor de todas las cosas y a su Hijo Jesucristo. Hemos visto cómo mataban a nuestros compañeros, sin lamentarnos por su muerte y, antes bien, nos regocijamos por el honor que les cupo en suerte. No penséis, señor, que vuestra provocación nos incita a la rebeldía. Tenemos armas en las manos, pero no por eso nos resistimos a obedeceros, sino por la razón de que preferimos morir inocentes a vivir en pecado.»
La Legión Tebana constaba de seis mil
seiscientos hombres y, como Maximiano perdió toda esperanza de doblegar su
constancia, ordenó al resto de su ejército que cercara a los tebanos y les
hiciera pedazos. Ninguno de los cristianos ofreció resistencia y todos se
ofrecieron al sacrificio con la mansedumbre de los corderos. La matanza fue
espantosa: un vasto espacio de terreno quedó cubierto por el montón de
cadáveres del que manaban arroyos de sangre. Maximiano acudió a inspeccionar la
obra y, evidentemente satisfecho, mandó a sus soldados que despojaran a los
muertos de sus ropas y sus armas y se quedasen con ellas como botín. Se
hallaban todos entregados a la macabra tarea, cuando un veterano llamado Víctor
rehusó participar en ella. Sus compañeros le preguntaron si también era
cristiano, a lo que respondió afirmativamente. En seguida se precipitaron sobre
él y le mataron. A otros dos soldados de aquella legión, llamados Víctor y
Urso, que habían quedado rezagados en la marcha, en cumplimiento de alguna
orden, se les buscó hasta encontrarlos en la ciudad de Soloturno donde fueron
asesinados. De acuerdo con diversas leyendas locales, los pocos miembros de la
legión que no fueron exterminados en la matanza general por haberse hallado
ausentes en aquellos momentos, como san Alejandro de
Bérgamo, lossantos Octavio,
Adventor y Solutor, en Turín, y san Gereón,
en Colonia, fueron igualmente localizados y muertos por su fe.
San Euquerio,
al referirse a las reliquias de los legionarios que se conservaron en Agaunum
por aquel entonces, dijo: «Mucha gente acude de las diversas provincias para
honrar devotamente a estos santos, y no son pocos los que dejan en su santuario
presentes de oro y plata y diversos objetos. Yo sólo puedo ofrecerles,
humildemente, esta obra de mi pluma y les ruego que intercedan por el perdón de
mis culpas y que no cesen de otorgarme su protección.» El mismo autor hace
mención de numerosos milagros que ocurrieron en aquel santuario y habla de
cierta mujer paralítica que recuperó el movimiento gracias a los santos mártires,
«y ahora porta con ella, por todas partes, el testimonio del milagro», agrega
san Euquerio. Este santo fue el testigo principal en la historia que acabamos
de relatar. Era obispo de Lyon durante la primera mitad del siglo quinto y, a
pedido de otro obispo, llamado Salvio, realizó investigaciones y escribió un
relato sobre la matanza de Agaunum y los mártires de la Legión Tebana, en cuyo
honor se erigió en aquella ciudad una basílica hacia fines del siglo cuarto,
con motivo de una visión que tuvo el entonces obispo de Agaunum, llamado
Teodoro, sobre el lugar donde se hallaban sepultados sus restos. Euquerio
afirma que obtuvo sus informes de Isaac, obispo de Génova, quien, a su vez,
según piensa el autor, las consiguió del propio Teodoro. Debe observarse que,
como se dice en nuestro relato, los legionarios, en su manifiesto, aluden a su
negativa para derramar la sangre de los cristianos inocentes. Parece indudable
que, por lo menos, esa parte de la protesta haya sido agregada por san
Euquerio, quien declara que los tebanos fueron muertos por negarse a tomar
parte en la matanza de los cristianos y no hace ninguna mención sobre la
rebelión de los «bagaude» en las Galias. En otras narraciones sobre estos
mártires se dice que sufrieron la muerte por haber rehusado sacrificar ante los
dioses. San Mauricio y sus compañeros de la Legión Tebana han sido objeto de
muchas discusiones, investigaciones y estudios. Es improbable que la legión
entera haya sido sacrificada, no porque los generales del imperio romano no fuesen
capaces de emprender una matanza en masa como aquélla, sino porque las
circunstancias de la época y la carencia absoluta de pruebas contemporáneas
están en contra de la completa autenticidad de la historia. Alban Butler se
lamenta de que «la veracidad de aquel sucedido» haya sido puesta en tela de
juicio por algunos historiadores protestantes, pero también los investigadores
y estudiosos católicos han manifestado sus vacilaciones para aceptarla, y
algunos han llegado a decir que toda la historia es falsa e inventada. Sin
embargo, parece evidente que la matanza de san Mauricio y sus compañeros de
Agaunum es un hecho histórico; el número de hombres que murieron entonces, es
otra cuestión; hay muchas posibilidades de que, con el correr del tiempo, se
haya llegado a creer que una simple escuadrilla era una legión.
La iglesia construida por san Teodoro de
Octodurum, en fechas posteriores al suceso, se convirtió en el centro de una
abadía que fue la primera en Occidente que mantuvo el rezo continuo del oficio
divino, de día y de noche, con turnos de coros. Aquel monasterio quedó en manos
de los canónigos regulares y es ahora una abadía nullius. Ahí se conservan las
reliquias de los mártires en un relicario que data del siglo sexto, pero tanto
las reliquias como la veneración a los legionarios tebanos se han extendido
mucho más allá de las fronteras de Suiza. En la liturgia de la Iglesia de
Occidente se les conmemora. San Mauricio es el patrón de Saboya y de Cerdeña,
de diversas ciudades, de los soldados de la infantería, los forjadores de
espadas, los tejedores y los tintoreros.
El texto de san Euquerio, que ha sufrido
muchos agregados y modificaciones, se encontrará en los insertos de Ruinart en
el Acta Sanctorum, sept. vol. VI; pero es de primera importancia consultar la
edición de B. Krusch en Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Merov., vol.
III, pp. 32-41. Sobre la cuestión del martirio en masa, el escrito más sobrio y
digno de confianza es el de M. Besson, Monasterium Acaunense (1913). Besson
disiente de los puntos de vista extremados de Krusch, a pesar de que también
los suyos se prestan a críticas (cf. Analecta Bollandiana, vol. XXXIII, pp.
243-245). El asunto se trata también extensamente en el Dictionnaire
d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, vol. X (1932), cc. 2699-2729, de H.
Leclercq. Ver también a O. Lauteburg y R. Marti-Wehrn, en Martyrium von sankt
Mauritius. Die Legende (1945).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
accedida 726 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3562
San Gregorio el Iluminador, eremita y obispo
fecha: 30 de septiembre
n.: c. 240 - †: c. 326 - país: Armenia
otras formas del nombre: Grigor
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: c. 240 - †: c. 326 - país: Armenia
otras formas del nombre: Grigor
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Armenia, san Gregorio, llamado el «Iluminador», obispo, que
después de sobrellevar muchos trabajos se retiró a una cueva cercana a la
confluencia de unos ramales del Éufrates, y allí descansó en paz, luego de
ganar fama como apóstol de los armenios.
Patronazgos: patrono de la Iglesia armenia.
refieren a este santo: San Isaac de los
armenios, Santas Rípsimes,
Gayana y compañeras
Probablemente los primeros que predicaron
la fe cristiana en Armenia, durante el segundo y el tercer siglo de nuestra
era, fueron los misioneros llegados de Siria y de Persia, pero las creencias y
tradiciones locales en relación con las primeras evangelizaciones, son
distintas y contradictorias. Las fabulosas leyendas dicen que los primeros
evangelizadores fueron los apóstolessan Bartolomé y san Judas Tadeo y,
en relación con este último santo, le adjudicaron la historia del rey Abgar el
Negro y su parecido con Nuestro Señor Jesucristo, asunto éste que, en realidad
pertenece a san Addai, que vivió en Edessa. Sin embargo, los armenios veneran
también a san Gregorio de Ashtishat como al apóstol que llevó la luz del
Evangelio a su país, por lo que le llaman el «Iluminado» o «Iluminador», y le
tienen como al patrono principal. Gregorio vino al mundo en Armenia durante el
siglo tercero, en la época en que el país había sido invadido por los persas.
Sus orígenes y hasta su nacionalidad son inciertos. De acuerdo con las
tradiciones armenias, poco dignas de crédito, era hijo de aquel famoso Anak, el
parto que asesinó al rey Khosrov I de Armenia. Este monarca, antes de morir,
pidió a sus súbditos que le vengaran por medio del exterminio de la familia de
Anak y sólo escapó de la matanza el recién nacido Gregorio, al que secuestró un
mercader de Valarshapat y lo llevó a Cesárea, en la Capadocia. Se sabe con
certeza que ahí fue bautizado y, a su debido tiempo, se casó y tuvo dos hijos,
Aristakes y Vardanes (santos, en las tradiciones armenias).
Tiridates, uno de los hijos del asesinado
rey Khosrov, quien había vivido exilado en diversas partes del imperio romano,
logró reunir un ejército, al frente del cual regresó a Armenia y reconquistó el
trono de su padre. A Gregorio se le dio un palacio para que viviese en la corte
de Tiridates (algo muy singular por cierto, si es que Gregorio era el hijo del
asesino del rey), pero no pasó mucho tiempo sin que cayese en desgracia a causa
de sus actividades en favor de los cristianos y por el celo que ponía en la
conversión de almas. No tardó en estallar la persecución activa contra éstos y,
en el curso de la misma, uno de los que más sufrió fue Gregorio. Pero, a fin de
cuentas, triunfó puesto que consiguió convertir y bautizar al propio Tiridates
(también al rey se le venera como a un santo) y, mientras los cristianos del
imperio morían por centenares durante la persecución de Diocleciano, en Armenia
se proclamaba al cristianismo como la religión oficial, y por eso se dice que
el país fue (superficialmente) el primer estado cristiano en la historia del
mundo.
Gregorio se trasladó a Cesárea donde fue
consagrado obispo por el metropolitano Leoncio. Estableció su sede en Ashtishat
y, con la asistencia de los misioneros sirios y griegos, organizó su Iglesia,
instruyó a los nuevos convertidos y conquistó a otros muchos. Con el propósito
de contar con un mayor número de sacerdotes, reunió a un grupo de jóvenes y,
personalmente, los instruyó en las Sagradas Escrituras, en la moral cristiana y
en las lenguas griega y siria. Pero el episcopado fue hereditario y, un siglo
después, el obispo primado de Armenia era un descendiente directo de Gregorio.
«Sin detenerse ni retroceder, nuestro 'Iluminador' llevó el nombre vivificador
de Jesús de un extremo al otro de la tierra, en todas las estaciones y los
climas, sin temor a las fatigas y siempre diligente en el cumplimiento de los
deberes de un evangelizador, en lucha contra los adversarios, en ardientes
prédicas ante los caudillos y los nobles, para iluminar todas las almas que,
tras su renacimiento en el bautismo, se convertían en hijas de Dios. Para que
resplandeciera la gloria de Jesucristo, rescataba a los prisioneros y cautivos
y también a aquellos que vivían oprimidos por los tiranos, deshacía o enmendaba
los contratos injustos, tan sólo con su palabra consolaba a muchos de los que sufrían
o de los que vivían bajo el temor, al infundirles la esperanza en la gloria de
Dios y plantarles en el alma la simiente de la gracia de Nuestro Señor
Jesucristo, a fin de que llegasen a ser enteramente felices».
Gregorio envió a su hijo, san Aristakes,
como representante suyo en el primer Concilio ecuménico de Nicea y, se afirma
que cuando el obispo leyó el acta de aquella asamblea, exclamó: «En cuanto a
nosotros, alabamos a Dios que fue antes de todos los tiempos y adoramos a la
Santísima Trinidad y al solo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y por
todos los siglos». Esas son las palabras que, las haya dicho o no san Gregorio
en aquellos momentos, repite el celebrante en la liturgia eucarística armenia,
cuando el diácono ha recitado el anatema conciliar, después del Credo. Al poco
tiempo, Gregorio consagró a Aristakes para que le sucediera en la sede
episcopal y él se retiró a una ermita del Monte Manyea, en la provincia de
Taron. Ahí le encontró muerto un pastor al año siguiente. Sus restos fueron
sepultados en Thortan.
Los datos que hemos dado son muy
inciertos, pero si escasean las auténticas informaciones, abundan en cambio las
leyendas. Estas sirvieron de base para el relato que escribió un tal
Agatángelo, quien asegura que fue el secretario del rey Tiridates. Esa obra no
fue escrita antes de que hubiese transcurrido la mitad del siglo quinto. De
acuerdo con ese escrito, Gregorio tuvo un primer conflicto con Tiridates, por
haberse rehusado a colgar una guirnalda de flores al cuello de la imagen de la
diosa Anahit en su templo de Ashtishat. El rey hizo cuanto estuvo de su parte
para convencerlo a obedecer, pero al ver que las palabras eran inútiles,
sometió a Gregorio a doce tormentos distintos, crueles algunos, ingenuos los
otros, pero todos diferentes a los que practicaban los romanos para martirizar
a los cristianos. Después, Gregorio fue arrojado a un foso nauseabundo, donde
se le dejó olvidado durante quince años entre cadáveres putrefactos, basura y
animales inmundos. Gracias a los buenos servicios de una viuda que a diario se
acercaba al foso para dar de comer al desdichado, pudo mantenerse con vida.
Tras el martirio de santa Rípsima,
el rey Tiridates se transformó en un oso y vivió en los bosques, con los de su
especie. Pero la hermana del rey tuvo una visión en la que le fue revelado que
únicamente las plegarias de san Gregorio podrían devolver al monarca su forma
natural. Entonces fue una comitiva de cortesanos hasta el foso pestilente para
sacar a Gregorio de entre las inmundicias; el santo se puso en oración y, en
seguida, reapareció el rey, en persona, lleno de contrición y de gratitud,
pidiendo el bautismo para él y toda su familia. Gregorio pasó una temporada en
la corte, tratado como el propio rey, y luego se retiró a las soledades de
Valarshapat, en las estribaciones del Monte Ararat, donde se entregó al ayuno y
la oración. Al cabo de setenta días, se le apareció Nuestro Señor Jesucristo y
le dijo que en aquel lugar debía edificarse la gran iglesia catedral de
Armenia. Gregorio se apresuró a cumplir con las órdenes celestiales y en poco
tiempo se construyó una gran iglesia que se llamó Etshmiadzin, que significa
«el Único Esperado descendió». Es muy posible que la historia de la aparición
haya sido inventada para reforzar la solicitud de que la Iglesia de Armenia
fuese independiente de la Iglesia de Cesárea. Cada uno de estos maravillosos
sucesos: los doce tormentos, los quince años en el foso, la liberación del foso
y la visión, son conmemorados por los armenios con una fiesta particular,
aparte de las otras festividades en honor de san Gregorio. En algunas partes,
como en Grecia, se le venera, equivocadamente, como a un mártir. Los emigrantes
armenios introdujeron la devoción a san Gregorio en el sur de Italia, y aún hay
una iglesia en Nápoles que asegura poseer algunas reliquias del santo que, sin
embargo, se conservan íntegras en la catedral de Armenia. A san Gregorio se le
menciona en el canon de la misa armenia.
En el caso de los santos armenios y
georgianos, los que no conocemos las lenguas orientales, tenemos que
contentarnos con fuentes de información de segunda mano. Incluso los
bolandistas, en el siglo dieciocho (Acta Sanctorum, sept. vol. VIII), tuvieron
que arreglárselas con las versiones griegas o los resúmenes incluidos en el
Metafrasto de las fabulosas narraciones armenias, atribuidas a Agatángelo. Los
originales armenios no existen ya, pero hay una versión muy antigua en árabe,
que data del período inmediatamente posterior al pseudo Agatángelo. Esta
versión se encuentra en una carta (c. 714) de Gorge, un obispo árabe, dirigida
al sacerdote Josué. Véase a von Ryssel, en Ein Brief Georgs an den Presb. Joshua (1883); A. von Gutschmid, en Kleine
Schriften, vol. III (1892), pp. 339-420; a Gelzer, en el Berichte del
Sachsischen Gesellschaft, 1895, pp. 109-174; a P. Peeters en la Analecta
Bollandiana, vol. XXVI (1907), pp. 117-120 y vol. I (1932), pp. 3-58; a G.
Garitte, en Documents pour l´étude du livre d´Agathange, en Studi e testi, No.
CXXVII (1946), donde se incluye un texto inédito en griego sobre los escritos
de Agatángelo, del que se deriva el texto árabe.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3563
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