San Cesáreo, mártir
fecha: 1 de noviembre
†: s. inc. - país: Italia
otras formas del nombre: Cesario
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: s. inc. - país: Italia
otras formas del nombre: Cesario
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Tarracina, en la costa del Lacio,
san Cesáreo, mártir.
Existía en Terracina, Italia, la bárbara
costumbre de que, en ciertas ocasiones solemnes, un joven se ofreciese voluntariamente
en sacrificio a Apolo, que era el dios tutelar de la ciudad. Tras un período en
el que el pueblo satisfacía todos los caprichos del joven elegido, éste se
ofrecía como víctima y se arrojaba al mar desde un acantilado. Cesáreo, que era
un diácono africano, presenció en cierta ocasión la escena, y no pudiendo
contener su indignación, habló abiertamente contra una superstición tan
abominable. El sacerdote del templo le mandó arrestar y le acusó ante el
gobernador. Al cabo de dos años de prisión, Cesáreo fue condenado por el
gobernador a ser arrojado al mar en un saco, junto con un sacerdote cristiano
llamado Julián.
Aunque no sabemos qué fue lo que realmente
sucedió, lo cierto es que los nombres de san Cesario y san Julián figuran en
los martirologios primitivos. En Roma hubo desde el siglo VI una iglesia
consagrada a San Cesáreo, que es actualmente un título cardenalicio. Dado que
las actas son enteramente ficticias, lo único que puede asegurarse (y esto tan
sólo por los vestigios de una iglesia primitiva) es que existió y fue mártir.
El Martirologio Romano actual ha conservado el nombre de san Cesáreo, pero no
el de su compañero Julián, ni la caracterización de Cesáreo como diácono.
Véase Acta Sanctorum, nov., vol. I, donde
hay cuatro diferentes versiones de las actas y la paráfrasis griega de una de
ellas. La iglesia de San Cesario está en el Palatino. Se ha dicho que fue
erigida en ese barrio imperial porque el nombre del santo recordaba el de les
césares. Véase Delehaye, Origines du culte des martyrs. pp. 308-409; Lanzoni,
Rivista di archeologia cristiana, vol. I, pp. 146.148;
Duchesne, Nuovo bullettino di arch. crist., 1900, pp. 17 ss.; y J. P. Kirsch,
Des Stadtrrömische Fest-Kalender, p. 203.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3978
San Benigno de Dijón, presbítero y mártir
fecha: 1 de noviembre
†: s. inc. - país: Francia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: s. inc. - país: Francia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Dijón, en la Galia Lugdunense,
san Benigno, venerado como presbítero y mártir.
Sobre la historia de san Benigno poco
puede decirse de cierto. Alban Butler sólo se atreve a que fue un misionero
romano que sufrió el martirio en Dijon, «probablemente en el reinado de
Aureliano». Pero aun esto es demasiado, ya que no sabemos dónde nació san
Benigno, y la fecha que Butler fija es, probablemente, bastante posterior. No
es imposible que san Benigno haya sido discípulo de san Ireneo de Lyon y que le
hayan martirizado en Epagny. Aunque más tarde empezó a venerársele en Dijon, lo
cierto es que, a principios del siglo VI, no se le conocía allí. San Gregorio
de Tours dice que, en aquella época, los habitantes de Dijon veneraban una
tumba, y que su bisabuelo san Gregorio, obispo de Langres, opinaba que en ella
estaba enterrado un pagano; pero un ángel le reveló milagrosamente en sueños
que era el sepulcro del mártir san Benigno. Así pues, Gregorio de Langres
restauró el sepulcro y construyó una basílica sobre él. El obispo no sabía nada
sobre la vida del mártir, pero ciertos peregrinos que venían de Italia le
regalaron una copia de «La pasión de San Benigno». Es muy poco probable que tal
documento haya sido redactado en Roma, ya que, en realidad, el estilo de esa
obra indica más bien que fue escrita por un contemporáneo de Gregorio de
Langres en Dijon y es enteramente espuria.
La «Pasión de San Benigno» refiere que san
Policarpo de Esmirna, tras la muerte de San Ireneo (quien en realidad murió cincuenta
años después de san Policarpo), vio una aparición del santo. A raíz de ella,
envió a dos sacerdotes, Benigno y Adoquio, así como al diácono Tirso, a
predicar el Evangelio en las Galias. Tras una naufragio en Córcega, donde se
unió al grupo san Andéolo, los misioneros desembarcaron en Marsella y se
dirigieron a la Costa de Oro. En Autun los hospedó un tal Fausto, y san Benigno
bautizó a san Sinforiano, el hijo de su huésped. Los misioneros se separaron
allí. San Benigno convirtió en Langres a Santa Leonila y a sus tres nietos
gemelos. Después se trasladó a Dijon, donde predicó con gran éxito y obró
muchos milagros. Al estallar la persecución, el juez Terencio denunció a
Benigno ante el emperador Aureliano, quien estaba entonces en la Galia (por consiguiente,
el martirio de san Benigno tuvo lugar unos cien años después de la muerte de
san Policarpo). El santo misionero fue aprehendido en Epagny, cerca de Dijon.
Tras sufrir numerosos tormentos y pruebas, a las que opuso otros tantos
milagros no menos extraordinarios, el verdugo le deshizo la cabeza con una
barra de hierro y le perforó el corazón. El cadáver fue sepultado en una tumba
que semejaba un monumento pagano para engañar a los perseguidores.
Mons. Duchesne ha demostrado que esta
leyenda constituye el primer eslabón de una cadena de novelas religiosas,
escritas a principios del siglo VI, con el objeto de describir los orígenes de
las diócesis de Autun, Besançon, Langres y Valence (los santos Andoquio y
Tirso, Ferréolo y Ferrucio, Benigno, Félix, Aquileo y Fortunato). Tales obras
no merecen el menor crédito, y aun la existencia histórica de algunos de los
mártires es dudosa.
En Acta Sanctorum, nov., vol. I, hay seis
versiones diferentes de La pasión de San Benigno. Además del comentario de los
bolandistas, véase Duchesne, Fastes Episcopaux, vol. I, pp. 51-62, y Leclercq,
en Dictionnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, vol. IV, cc. 835-849.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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