can.: B: Benedicto XVI 17 dic 2011
país: España - †: 1936
país: España - †: 1936
En Paracuellos de
Jarama, Madrid, España, beatos Francisco Esteban Lacal, Vicente Blanco
Guadilla, Gregorio Escobar García, Ángel Francisco Bocos Hernández, Juan José
Caballero Rodríguez, Justo Gil Pardo, Marcelino Sánchez Fernández, Publio
Rodríguez Moslares, José Guerra Andrés, Eleuterio Prado Villaroel, Daniel Gómez
Lucas, Justo Fernández González, Clemente Rodríguez Tejerina, sacerdotes,
clérigos y religiosos, todos ellos miembros del Instituto de Misioneros Oblatos
de María Inmaculada, muertos en época de la Guerra Civil por venerar el nombre
de Cristo.
23 mártires de la Guerra Civil, grupo de Francisco Esteban Lacal y
compañeros
Beatificados en Madrid,
España.
En este grupo:
El 17 de diciembre de 2011 fue
beatificados en Madrid otro grupo de mártires muertos en la persecución
religiosa de comienzos de la Guerra Civil española. Se trata en este caso de 21
religiosos profesos del Instituto de Misioneros Oblatos de María Inmaculada, y
de un laico. El conjunto se encabeza con el nombre del Padre Provincial, beato
Francisco Esteban Lacal.
Entre los beatificados había algunos
presbíteros, otros clñérigos muy jóvenes quee no habían recibido aun el
sacerdocio, y religiosos no clérigos, así como el mencionado laico. He aquí la
lista completa, con su fecha de nacimiento y procedencia geográfica:
Muertos el día 24 de julio en Pozuelo de Alarcon, Madrid:
1. Juan Antonio Pérez mayo
sacerdote profeso, nac.: 19 nov 1907 en
Santa Marina del Rey, León
2. Francisco Polvorinos Gómez
clérigo profeso, nac.: 29 ene 1910 en
Calaveras de Arriba, León
3. Manuel Gutiérrez Martín
clérigo profeso, nac.: 1 ene 1913 en
Fresno del Río, Palencia
4. Cecilio Vega Domínguez
clérigo profeso, nac.: 8 sep 1913 en
Villamor de Obrigo, León
5. Juan Pedro Del Cotillo Fernández
clérigo profeso, nac.: 1 may 1914 en Siero
de la Reina, León
6. Justo González Lorente
clérigo profeso, nac.: 14 oct 1915 en
Villaverde de Arcayos, León
7. Pascual Aláez Medina
clérigo profeso, nac.: 11 may 1917 en
Villaverde de Arcayos, León
8. Cándido Castán San José
laico de la Arquidiócesis de Madrid;
casado, nac.: 5 ago 1894 en Benifaió, Valencia
Muertos el día 7 de noviembre en Paracuellos de Jarama y Soto de
Aldovea, Torrejón de Ardoz, respectivamente:
9. José Vega Riaño
sacerdote profeso, nac.: 19 may 1904 en
Siero de la Reina, León
10. Serviliano Riaño Herrero
clérigo profeso, nac.: 20 abr 1916 en
Prioro, León
Muertos el día 28 de noviembre en Paracuellos de Jarama, Madrid:
11. Francisco Esteban Lacal
sacerdote profeso, nac.: 8 feb 1888 en
Soria
12. Vicente Blanco Guadilla
sacerdote profeso, nac.: 3 abr 1882 en
Frómista, Palencia
13. Gregorio Escobar García
sacerdote profeso, nac.: 12 sep 1912 en
Estella, Navarra
14. Ángel Francisco Bocos Hernández
religioso profeso, nac.: 28 ene 1883 en
Ruijas-Valderrible, Santander
15. Juan José Caballero Rodríguez
clérigo profeso, nac.: 5 mar 1912 en
Fuenlabrada de los Montes, Badajóz
16. Justo Gil Pardo
clérigo profeso, nac.: 18 oct 1910 en
Lúquin, Navarra
17. Marcelino Sánchez Fernández
religioso profeso, nac.: 30 dic 1910 en
Santa Marina del Rey, Léon
18. Publio Rodríguez Moslares
clérigo profeso, nac.: 12 nov 1912 en
Tiedra, Valladolid
19. José Guerra Andrés
clérigo profeso, nac.: 13 nov 1914 en León
20. Eleuterio Prado Villaroel
religioso profeso, nac.: 20 feb 1915 en
Prioro, León
21. Daniel Gómez Lucas
clérigo profeso, nac.: 10 abr 1916 en
Hacinas, Burgos
22. Justo Fernández González
clérigo profeso, nac.: 2 nov 1916 en
Huelde, León
23. Clemente Rodríguez Tejerina
clérigo profeso, nac.: 23 jul 1918 en
Santa Olaja de la Varga, León
A continuación, extractos de la homilía
del Cardenal Angelo Amato, SDB, durante la celebración de la beatificación de
los mártires. Después de resumir la historia de los mártires, dijo el Cardenal:
El llanto de mil madres no puede acallar
el dolor de la Iglesia por la pérdida de estos hijos suyos, muertos por el odio
contra Dios. La historia enseña, desgraciadamente, que cuando el hombre arranca
de su conciencia los mandamientos de Dios, rompe también de su corazón las
fibras del bien, llevándolo a cumplir actos monstruosos. Perdiendo a Dios, el
hombre pierde también su humanidad.
Podemos preguntarnos: ¿nuestros mártires
estaban preparados para el sacrificio supremo? La respuesta, fundada en los
testimonios y en sus mismas palabras, es positiva. Ellos eran conscientes y se
preparaban, a vivir en la plegaria y en el sacrificio, su entrega a los
verdugos. Ellos, ciertamente, conocían la actitud antirreligiosa de muchos de
los habitantes del lugar, airados porque los Oblatos llevaban el crucifijo bien
a la vista sobre el pecho y porque acogían en su instituto las reuniones de los
ferroviarios católicos.
A sólo cuatro días del estallido de la
guerra civil, el odio anticatólico, que había incendiado y destruido muchas
iglesias de Madrid, llegó a Pozuelo de Alarcón, ensañándose en el colegio
(escolasticado) de los Oblatos con una crueldad inaudita. Ocupado el instituto,
todos los religiosos fueron detenidos, sin interrogatorio, sin proceso, sin
pruebas, sin posibilidad de defenderse.
Un sacerdote, seis jóvenes estudiantes y
el señor Cándido Castán San José, esposo y padre de dos hijos, fueron
asesinados en seguida, al día siguiente de la detención. Los otros soportaron
cuatro meses de sufrimientos, siguiendo las dolorosas estaciones de un trágico
viacrucis: terror, refugio clandestino, riesgo constante de ser descubiertos,
arresto, cárcel, burlas, humillaciones de toda clase, torturas, mutilaciones,
muerte.
Es bueno no olvidar esta tragedia. Y es
también bueno no olvidar la reacción de nuestros mártires. A los gestos
malvados de sus asesinos, ellos respondieron con buenas palabras, rezando y
perdonando a sus perseguidores y aceptando con fortaleza la muerte, por amor a
Jesucristo. Su comportamiento llenó de luz las tinieblas del mal.
Conmueven las palabras del joven Oblato,
de dieciocho años, Clemente Rodríguez Tejerina, que, meses antes del martirio,
había dicho a su hermana Josefa: «Si hay que morir, estoy dispuesto, seguro de
que Dios nos dará la fuerza que necesitamos para ser fieles».
Nos parece oír las palabras del apóstol
Pablo que escribía así a los cristianos de Roma: « ¿Quién podrá separamos del
amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la
desnudez, el peligro, la espada? [...]. Pero en todo esto vencemos de sobra,
gracias a aquel que nos ha amado » (Rm 8,35.37).
El mismo Señor Jesús fue odiado,
perseguido, condenado y muerto. De ahí que advertía a los discípulos, diciendo:
« Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mi antes que a vosotros » (Jn.
15,18). La persecución es una de las bienaventuranzas del cristiano: «
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de
cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa
será grande en el cielo » (Mt 5,11-12).
Los mártires nos enseñan que nuestro
testimonio del Evangelio pasa, no sólo por una vida virtuosa, sino también, a
veces, por el martirio. El Santo Padre Benedicto XVI, en la Carta Apostólica de
beatificación, afirma que los veintidós Mártires Oblatos y el laico, padre de
familia, « fieles a su vocación, anunciaron constantemente el Evangelio y,
derramando la propia sangre, dieron testimonio de su amor puro al Señor Jesús y
a su Iglesia ».
Este es el mensaje que nos ofrecen los
Beatos Mártires. La sociedad no tiene necesidad de odio, de violencia y de
división, sino sólo de amor, de perdón y de fraternidad. A un mundo debilitado
por heridas de toda clase, el cristiano está llamado, también hoy, a darle un
testimonio fuerte de la presencia providencial de Dios y de la eficacia de su
gracia que, de modo misterioso pero real, cambia los pensamientos malvados en
pensamientos de bien.
Imitemos la fortaleza de los mártires, la
solidez de su fe, la inmensidad de su amor, la grandeza de su esperanza: « Oh
Dios - hemos rezado en la oración colecta- haz que, por los méritos y la
intercesión de los Beatos Mártires, podamos dar testimonio de la fe y de la
verdad ante el mundo ».
Que los nuevos Mártires sean, ante todo,
maestros de vida para sus Hermanos Oblatos de María Inmaculada; que, en la
escuela de estos mártires, puedan fortalecer el amor a Cristo y a la Iglesia, y
ser generosos y entusiastas misioneros de la nueva evangelización en todo el
mundo.
Más información sobre la ceremonia, en el sitio de los
Oblatos, de donde hemos tomado los extractos de la homilía.
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