Santos del día 19 de mayo
Quartodecimo Kalendas iunii
En Roma y en el cementerio de Calixto, en la vía Apia, san Urbano I, papa, que gobernó fielmente la Iglesia Romana durante ocho años, tras el martirio de san Calixto.
En la misma ciudad, santos Parteno y Calócero, mártires, que dieron insigne testimonio de Cristo en tiempo del emperador Diocleciano.
En Arrás, de Neustria, san Adolfo, obispo a la vez de esta ciudad y de Cambrai.
En Canterbury, en Inglaterra, san Dunstán, obispo, quien, como abad de Glastonbury, restauró y propagó la vida monástica. Fue promovido a la sede episcopal de Worcester, luego a la de Londres y, finalmente, a la de Canterbury, trabajando siempre en todas ellas para promover la concordia de los monjes y de las monjas prescrita en las reglas.
En Florencia, en la región de Toscana, beata Humiliana, de la Tercera Orden Regular de San Francisco, que como esposa soportó muy malos tratos con una paciencia y una mansedumbre admirables, y luego, habiendo enviudado, se entregó de lleno a la oración y a las obras de caridad.
En Fumone, cerca de Alatri, en la región del Lacio, muerte de san Pedro Celestino, el cual, después de haber abrazado la vida eremítica en el territorio de los Abruzos, célebre por su fama de santidad y conocido por sus milagros, fue elegido, ya octogenario, Romano Pontífice tomando el nombre de Celestino V, pero antes de que hubiese transcurrido un solo año, renunció al cargo y prefirió retirarse de nuevo a la soledad.
En un castillo cercano a Tréguier, en Bretaña Menor, en Francia, san Ivo, presbítero, que por el amor de Cristo ejerció la justicia sin distinción de personas, favoreció la concordia, defendió las causas de los huérfanos, viudas y pobres, y acogió en su casa a los desfavorecidos.
En Siena, en la Toscana, beato Agustín Novelli, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín, cultivador de la verdadera humildad y amante de la observancia religiosa.
En Granada, en la región hispánica de Andalucía, martirio de los beatos Juan Lorenzo de Cetina, presbítero, y Pedro de Dueñas, religioso, ambos de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, que fueron degollados por mano del propio monarca, al haber ido a aquel reino musulmán a predicar a Cristo.
En Suzuta, en Japón, beato Juan de Santo Domingo Martínez, presbítero de la Orden de Predicadores y mártir, que por Cristo murió en la cárcel.
En Londres, en Inglaterra, beato Pedro Wright, presbítero y mártir, que habiendo abrazado la fe de la Iglesia católica e ingresado en la Orden de la Compañía de Jesús, donde fue promovido a las órdenes sagradas, en tiempo de la República padeció el martirio en el patíbulo de Tyburn.
En Fucecchio, lugar de Toscana, san Teófilo de Corte, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que propagó de modo especial las casas de retiro para los frailes, y mostró una gran devoción a la Pasión del Señor y a la Virgen María.
En Roma, san Crispín de Viterbo, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que mientras recorría los pueblos de las montañas para mendigar limosna, enseñaba los rudimentos de la fe a los campesinos.
En un barco prisión frente a Rochefort, en Francia, beato Juan Bautista Javier (Juan Luis) Loir, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y mártir, el cual, casi octogenario, encarcelado durante la Revolución Francesa por ser sacerdote, fue encontrado muerto de rodillas, en actitud de orar.
En Fianarantsoa, Madagascar, beato Rafael Luis Rafiringa, religioso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que, convertido del paganismo, mantuvo la presencia y la vitalidad de la Iglesia en Madgascar cuando todos los sacerdotes habían sido expulsados.
En Cartagena de Nueva Granada, en Colombia, santa María Bernarda (Verena) Bütler, virgen, que, de origen suizo, fundó el Instituto de Hermanas Misioneras Franciscanas de María Auxiliadora.
En el campo de concentración de Dachau, cercano a la ciudad de Munich, en Alemania, beato José Czempiel, presbítero y mártir, el cual, natural de Polonia, en tiempo de guerra pereció en la cámara de gas, asociado al sacrificio de Cristo.
En Palermo, Italia, beata Pina Suriano, virgen, que ofreció sus sufrimientos físicos por la santificación de los sacerdotes.
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