sábado, 24 de septiembre de 2022

Domingo XXVI TO Ciclo C (25.09.2022): Lucas 16,19-31. ¿Qué es el Reino de Dios? y Semana 44ª: 25.09.2022: Cita de Pedro Simón, Los ingratos, Espasa, Barcelona, 2021, 286 páginas.

 Tres párrafos de cien

 Primero.

Hoy, veinticinco de septiembre, contemplo la espalda del verano, porque se va y se calla. Me contempla ahora la cara del otoño que ya comenzó a pintarse de colores. En el reinado de la naturaleza me sorprende la serenidad de la armonía junto a la presencia silenciosa de la tragedia por vivir. Las hojas secas se convertirán en tierra abonadora de las semillas nuevas. Y en mi mesa de labrador de frutas y harinas comienzan las horas del nacimiento del vino. Se trata de la eucaristía real de la vida que no se detiene, eucaristía única del único templo.

Segundo.

Toda Religión tiene su dios, templo, sacerdocio, dogma, liturgia y su piedad popular. ¡Y también su historia!, desde la leyenda de los orígenes en su nacimiento hasta el acabamiento con su muerte. Le pasa como a los árboles y plantas del reinado de la naturaleza. Toda religión se cree real y verdadera mientras sucede, mientras camina siendo semilla y luego brote y luego planta y luego árbol de frutos nuevos y nuevas semillas. En cambio, el Evangelio de aquel Jesús de Nazaret no fue ninguna religión, sino sólo la buena noticia de respirar a gusto el aire de vivir.

Tercero.

Como en cada comentario semanal, comparto contigo la recomendación de un libro para agrandar la inabarcable biblioteca de La Biblia (los libros). Se trata de un escrito que sabe a Evangelio, aunque se titule ‘Los ingratos’. Se trata de una novela de Pedro Simón. Se trata de la vida misma que desea ser el aprendizaje del respirar a gusto el aire del reinado de la naturaleza de nuestra tierra y de nuestras gentes. Se trata de una historia, pequeña e inmensa, que acontece en la geografía de don Quijote y Sancho, según su ‘plumilla universal’ don Miguel de Cervantes.

 

A continuación se encuentran los comentarios de este domingo 25 de septiembre.

También se encuentran estos mismos comentarios en el archivo adjunto.

Carmelo Bueno Heras

 

Domingo XXVI TO Ciclo C (25.09.2022): Lucas 16,19-31. ¿Qué es el Reino de Dios? Me lo pregunto CONTIGO,

A los oyentes de la asamblea en este último domingo de septiembre se nos propone el relato Evangélico de Lucas 16,19-31. Este relato completo corresponde a la llamada parábola de ’El rico y el pobre’. Bueno, popularmente conocida como parábola de ‘El rico Epulón y el pobre Lázaro’. El nombre del hombre rico nunca aparece en este Evangelio de Lucas ni en ningún otro Evangelio. Es muy probable que algún papa de Roma en alguno de sus comentarios del Evangelio bautizara al ‘rico’ con el nombre de ‘Epulón’, propio de la ostentación de los magnates de Roma. Sólo Lucas se imagina y cuenta esta parábola de su Jesús de Nazaret. ¿Fue de Jesús o de Lucas?

¿Cuántas veces se habrá relacionado el mensaje de esta parábola con los acontecimientos que experimenta, para siempre, ‘todo ser que respira’ cuando deja de ‘respirar’, cuando deja de vivir y muere? Entonces habrá salvación para los buenos y condenación para los malos. Y el criterio de esta separación definitiva será la práctica de los 613 mandamientos de la Ley de Moisés según el consenso de las investigaciones de los letrados en la Biblia judía: 248 mandatos (lo que hay que practicar) más 365 prohibiciones (lo que nunca se debe hacer).

¿No es esta parábola de Lucas la realidad del CIELO, INFIERNO y PURGATORIO de la vida eterna en el ‘más allá’? ¿Cómo olvidar o transformar el mensaje de estas tres palabras contado, cantado, escrito, pintado, esculpido y mantenido durante tantos siglos por la RELIGION y sus tradiciones sostenidas ‘en nombre de JESUCRISTO’ y de su mensaje?

No seré yo quien, aquí y ahora, denuncie esta historia del pensamiento con mis comentarios. Deseo muy evangélicamente que se lea cada creyente en su biblia el texto que Lucas nos dejó escrito como buena noticia de su Jesús de Nazaret y que la autoridad de la liturgia nos impide escuchar porque nunca se nos leerá en el Ciclo C, en el que estamos, Lucas 16,14-18. ¿Por qué?

Recordaré por enésima vez que, según el relato de Lucas, este hombre judío y laico de Galilea que es Jesús está ‘en camino’ y desea llegar a Jerusalén y que se sepa con claridad qué viene a hacer y a decir en la capital del Reino judío, que es Jerusalén, y en su único Templo, que es la casa de su Yavé Dios.

La parábola de ‘el rico y el pobre’ se la cuenta Jesús a “los fariseos, que eran amigos del dinero, y que se burlaban de él’ (Lucas 16,14). Y añade, para TODOS, una buena noticia nueva: “La Ley y los Profetas llegan hasta Juan, desde ahí comienza a anunciarse el EVANGELIO del Reino y todos se esfuerzan por entrar en él” (Lucas 16,16). Quien escucha y acoge este EVANGELIO lo siembra en sus adentros de creyente y lo acompaña hasta que se despierta, crece, florece y frutece. Mientras leo esto así, rememoro Lucas 17,20-21 que ya he recordado en varios comentarios:

“Los fariseos preguntaban a Jesús que cuándo llegaría el Reino de Dios y él les respondió: el Reino de Dios viene sin dejarse sentir; no se podrá decir que está aquí o allí, porque el Reino de Dios está ya dentro de vosotros”.

Estas palabras del Evangelista me las guardo como si fueran el centro de su mensaje para TODOS. Este Reino de Dios tiene muchas interpretaciones. Se suele creer que se trata del CIELO, ámbito del ‘más allá’ habitado por la trinidad santa y su corte celestial de santas y santos. Suele creerse también que este Reino de Dios es la Iglesia, la verdadera y única. Y tengo para mis adentros que este Reino de Dios es la humanidad entrañable que compartimos tú y yo. Carmelo Bueno Heras   

 

CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos

Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros. Creo que, en la inmensa BIBLIA de todos los textos, como en el cuerpo de toda persona, ¡todo está relacionado!

. Ahora, Semana 44ª: 25.09.2022: Cita de Pedro Simón, Los ingratos, Espasa, Barcelona, 2021, 286 páginas.

 

(1961)

Un viento glacial azotaba el pueblo como a un crío que no se puede defender. Los sembrados de azafrán que lo circundaban amanecieron con un manto blancuzco, el primer fascículo de un invierno que siempre llegaba por entregas: primero, el aire gélido; semanas después, la niebla y la cencellada; finalmente, la nieve.

Las calles olían a humo de leña; las casas, a ropa recién sacada del arcón y al cuero de cerdo quemado de la matanza. La aldea vivía hacia dentro con el frío, como si de los caminos no viniera nada bueno.

En aquella España bajo cero, la infancia era el único deshielo posible. A la salida del colegio, de camino a casa, los niños arrancaban los carámbanos de la Fuente Honda para jugar a mosqueteros, a vaqueros o a militares.

Eran los chicos una locomotora a vapor que todo lo iba tocando, que todo lo iba voceando, que todo lo iba poniendo del revés. Cuando el juguete se les fundía entre las manos o acababa en mil pedazos contra el suelo, se inventaban otro. La única condición era que no costase dinero. Porque sobraban carámbanos, y sabañones, y palos de avellano que servían de lanzas, y terrones que hacían de granadas de mano. Pero dinero no sobraba.

Aquellos eran los únicos sonidos que conjuraban la muerte y el olvido. En el invierno más severo, podía transcurrir una semana sin oírse nada más que ese alboroto de antes y después de la escuela. Hasta que todas y cada una de las puertas se iban cerrando al ponerse el sol. Como si un cerrojo viejo bastara para blindarse contra todo lo malo del mundo.

Luego, el silencio ahí fuera.

Al llegar a casa, el chico entró exhalando el aire caliente de sus pulmones entre las manos y lo primero que hizo fue secárselas en las faldas de la mesa camilla. Se quedaba uno embobado en el trance. No sólo eran el reflejo del fuego y el olor. Era un calor viejo que tenía que ver con las cosas seguras. La madre haciendo ganchillo. El campanario dando las horas. Todo en su sitio y a cubierto. Y las párvulas botas de goma cogiendo más y más temperatura, poco a poco, sobre el picón del brasero.

A las seis de la tarde ya era de noche. Una noche cerrada y triste, sin vuelta de hoja. Todas las oscuridades se parecen, pero ninguna como la de un pueblo remoto justo después del ocaso de diciembre.

Las luces de las casas se fueron prendiendo a desgana, una aquí y otra allá, como cuando no queda más remedio. Con diferente intensidad y brillo. Hasta que el contorno del pueblo quedó delimitado por aquel mar de brasas. Visto desde lejos, parecía una constelación recién creada. El casino era a esas horas una luciérnaga amable en medio de otras luces más crudas, un lugar donde olvidar las malas cosechas y el peor vino. Corrían el chato y la copa, el tute y los Bisontes, el dominó y el serial radiofónico, los boletos y el periódico. Entonces sucedió.

Sucedió en la otra punta del pueblo, puertas adentro en una casa, a pesar de los dos candados echados.

Sucedió en el mismo instante en que el señor Luis iba a cantar las cuarenta, justo cuando don Eladio (que todavía no era don Eladio) cerraba la partida a seises […] Justo entonces sucedió […]

Lo que está ahí es el cuerpo sin vida del hijo único […] Texto completo, páginas 11-16.

 

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