En Cesarea de Mauritania, san Arcadio, mártir, que se ocultó en tiempo de persecución, pero al ser detenido en su lugar un familiar suyo, se presentó espontáneamente al juez y, por negarse a sacrificar a los dioses, sufrió dolorosos tormentos hasta consumar su martirio. († c. 304)
En Constantinopla, santos mártires Tigrio, presbítero, y Eutropio, lector, a los cuales, en tiempo del emperador Arcadio, se acusó falsamente de haber incendiado la iglesia principal y el palacio senatorial como reacción al destierro del obispo san Juan Crisóstomo, por lo que fueron sometidos al martirio bajo Optato, prefecto de la ciudad, partidario del culto a los falsos dioses y contrario a la religión cristiana. († 404)
En Arlés, ciudad de la Provenza, en la Galia, santa Cesárea, abadesa, hermana del obispo san Cesáreo, quien, para ella y para sus hermanas, escribió una Regla destinada a santas vírgenes. († c. 529)
En Grenoble, en Burgundia, san Ferreolo, obispo y mártir, que fue asesinado a golpes por un sicario, mientras predicaba a la multitud. († c. 659)
En Wearmouth, en Northumbría, san Benito Biscop, abad, que en las cinco peregrinaciones que hizo a Roma se trajo consigo maestros y muchos libros, para que los monjes reunidos en la clausura del monasterio, bajo la Regla de san Benito, progresaran en la ciencia del amor de Cristo, en bien de la Iglesia. († c. 690)
En el monasterio de Rievaulx, también en Northumbria, san Elredo, abad, el cual, educado en la corte del rey de Escocia, ingresó en la Orden Cisterciense. Fue maestro eximio de la vida monástica y promovió constante y suavemente, con su ejemplo y sus escritos, la vida espiritual y la amistad en Cristo. († c. 1166)
En la ciudad de León, en España, san Martín de la Santa Cruz, presbítero y canónigo regular, que fue varón experto en Sagrada Escritura. († 1203)
En Yonezawa, al norte del Japón, beatos Luis Amagasu Uyemon y Pablo Nizhihori Shikibu, samurais, y cincuenta y un compañeros, todos ellos laicos, familiares y sirvientes, y entre ellos muchos niños, que dieron testimonio cristiano, en medio del silencio y las lágrimas de amigos y conocidos. († 1629)
En Palermo, ciudad de Sicilia, san Bernardo de Corleone, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, admirable por su caridad y eximio por su penitencia. († 1667)
En Montreal, en la provincia de Quebec, en Canadá, santa Margarita Bourgeoys, virgen, que con gran voluntad reconfortó a los colonos y a los soldados, y trabajó asiduamente para asegurar la formación cristiana de las jóvenes, fundando para ello la Congregación de Nuestra Señora. († 1700)
En Avrillé, cerca de Angers, en Francia, beato Antonio Fournier, mártir, que, artesano de oficio, fue fusilado durante la Revolución Francesa por su fidelidad a la Iglesia. († 1794)
En la ciudad de Caen, también en Francia, beato Pedro Francisco Jamet, presbítero, que se distinguió por su ayuda a las Religiosas Hermanas del Buen Salvador y por su trabajo para la restitución de la paz a la Iglesia, después de un tiempo de inestabilidad. († 1845)
En Viareggio, en la región de Toscana, en Italia, san Antonio María Pucci, presbítero de la Orden de los Siervos de María, el cual, párroco durante casi cincuenta años, se dedicó sobre todo a atender a los niños pobres y enfermos. († 1892)
En Villanueva de Córdoba, España, beato Francisco Salamanca Bujalance, sacerdote y mártir, que falleció en prisión como consecuencia de los malos tratos recibidos en la persecución religiosa que acompañó a la Guerra Civil española. († 1939)
En el lugar llamado Tomhom, cerca de la ciudad de Bangkok, en Tailandia, beato Nicolás Bunkerd Kitbamrung, presbítero y mártir, predicador eximio del Evangelio, que fue encarcelado en tiempo de persecución contra la Iglesia y, a causa de la tisis que contrajo ayudando a los enfermos, falleció de modo ejemplar. († 1944)
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