lunes, 28 de julio de 2014

“Aquellas lágrimas, versadas en el secreto de las paredes domésticas o a los pies de los altares, ¿no repiten también que es demasiado grande el precio de la lucha?” 100º Aniversario Primera Guerra Mundial 28072014

“Aquellas lágrimas, versadas en el secreto de las paredes domésticas o a los pies de los altares, ¿no repiten también que es demasiado grande el precio de la lucha?” 100º Aniversario Primera Guerra Mundial




(RV).- La primera guerra mundial comienza el 28 de julio de 1914, semanas antes de la elección al solio pontificio de Papa Benedicto XV. Gran parte de su pontificado se desarrolla durante la guerra, por lo que es grande el legado en relación al compromiso en la búsqueda de la paz, de la reconciliación, y la ayuda humanitaria.

Entre otros, recordamos la Exhortación Apostólica en el primer aniversario de la guerra, en la que invita a las partes en conflicto a reflexionar sobre las dolorosas consecuencias para las futuras generaciones que reciben “un triste legado de odio y venganza”. “¡Es sangre de nuestro hermano la que se versa sobre la tierra y en los mares!”, expresa con dolor.

El 1° Agosto 1917 el Pontífice presenta también la Carta a los líderes de las Naciones en guerra, allí, manifestando su amor por todos sin distinción de nación, religión o raza, afirma: “En el presentarles a ustedes, que sostienen en esta hora trágica la suerte de los pueblos en guerra, estamos animados por la querida y suave esperanza de verlas aceptadas y de alcanzar así, cuanto antes, la cesación de esta lucha tremenda, la cual, cada día más, se revela una inútil masacre”…
“Reflexionen sobre su grave responsabilidad ante Dios y ante los hombres; de sus resoluciones dependerá la paz y la alegría de un sinnúmero de familias, las vidas de miles de jóvenes, la felicidad de la gente misma, que ustedes tienen el deber absoluto de proporcionar. Les inspire el Señor decisiones conforme a su Santa Voluntad, y haga que ustedes, mereciéndose el aplauso del tiempo presente, se aseguren a su vez ante las generaciones venideras, el nombre de Constructores de Paz”.
Entre las voces a favor de la paz se elevó alta también aquella de Pío XII, que recurre a Radio Vaticano para exhortar a los gobernantes a no iniciar el camino de la destrucción el 24 agosto de 1939: “Es con la fuerza de la razón, no con la de las armas con la que la Justicia se hace camino. La política emancipada de la moral traiciona a aquellos mismos que así la quieren.

Nada se pierde con la paz. Todo puede perderse con la guerra. Vuelvan los hombres a comprenderse. Vuelvan a tratar. Tratando con buena voluntad y con respeto de los recíprocos derechos se darán cuenta que a los sinceros y buenos negociantes no les es nunca negado un honorable éxito. Y se sentirán grandes – de la verdadera grandeza- si imponiendo silencio a las voces de la pasión, sea colectiva que privada, y dejando a la razón su imperio, habrán ahorrado la sangre de los hermanos y a la patria, la ruina.
Nos escuchen los fuertes para no hacerse débiles en la injusticia. Nos escuchen los potentes, si quieren que su potencia no sea destrucción sino sostén para los pueblos y tutela de la tranquilidad en el orden y el trabajo”.
San Juan Pablo II, con ocasión del 50º aniversario del comienzo de la segunda guerra mundial escribe: “Tenemos el deber de sacar una lección de este pasado, para que jamás pueda repetirse el conjunto de causas capaz de desencadenar un conflicto semejante”.

“Ya sabemos por experiencia que la división arbitraria de las naciones, los desplazamientos forzosos de las poblaciones, el rearme sin límites, el uso incontrolable de armas sofisticadas, la violación de los derechos fundamentales de las personas y de los pueblos, la inobservancia de las reglas de conducta internacional, así como la imposición de ideologías totalitarias no pueden llevar más que a la destrucción de la humanidad”.

Benedicto XVI en el Ángelus del 16 de septiembre de 2012 durante el Viaje Apostólico a Líbano nos recordaba la tragedia de los conflictos y de la violencia. Desgraciadamente, decía,
“el ruido de las armas continúa escuchándose, así como el grito de las viudas y de los huérfanos. La violencia y el odio invaden sus vidas, y las mujeres y los niños son las primeras víctimas. ¿Por qué tanto horror? ¿Por qué tanta muerte? Apelo a la comunidad internacional. Apelo a los países árabes de modo que como hermanos, propongan soluciones viables que respeten la dignidad de toda persona humana, sus derechos y su religión. Quien quiere construir la paz debe dejar de ver en el otro un mal que debe eliminar. No es fácil ver en el otro una persona que se debe respetar y amar, y sin embargo es necesario, si se quiere construir la paz, si se quiere la fraternidad”.
Este domingo a la hora del Ángelus, con su pensamiento dirigido a las tres áreas de crisis, la de Oriente Medio, la Iraquí y la Ucraniana, el Papa Francisco haciendo referencia al 100º aniversario del estallido de la Primera Guerra Mundial, señaló que este conflicto al que el Papa Benedicto XV calificó como ‘inútil masacre’, desembocó, después de cuatro largos años, en una paz que resultó más frágil. Por ello recordando este “trágico suceso” expresó el “anhelo de que no se repitan los errores del pasado, sino que se recuerden las lecciones de la historia, haciendo que prevalezcan siempre las razones de la paz, mediante un diálogo paciente y valiente”.

El Papa pidió que nos unamos en oración para que el Señor “conceda a las poblaciones y a las autoridades de esas áreas la sabiduría y la fuerza necesarias para llevar adelante con determinación el camino de la paz, afrontando toda contienda con la tenacidad del diálogo y de la negociación y con la fuerza de la reconciliación, y apelando a la memoria nos exhortó a recordar que todo se pierde con la guerra y nada se pierde con la paz.

“Hermanos y hermanas ¡nunca la guerra!”.“¡Deténgase por favor” ¡Se los pido con todo el corazón! ¡Es hora de detenerse! ¡Deténganse por favor!”

Como un reflejo sobre Francisco hacemos vivas las palabras de Pío XII, que con mansa humildad rogaba para sí: “Haga el Omnipotente que la voz de este Padre de la familia cristiana, de este Siervo de los siervos, encuentre en las mentes y en los corazones una rápida y complaciente acogida”.

(GM – RV)

No hay comentarios:

Publicar un comentario