Para ser peregrino de Dios, Ignacio de Loyola se libera de las cadenas de apegos y dependencias (3)
REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
(RV).- (Con audio) Aunque se inicie por hilos sutiles de ilusión vana, las dependencias, los apegos, los afectos desordenados terminan dominándome y dominándote con la fuerza opresiva de gruesas cadenas. Así se descubre y reconoce espiritualmente Ignacio de Loyola: prisionero de redes y cadenas y como desterrado entre feroces animales.
Había sido una marioneta perniciosa. Pero con el conocimiento de Jesucristo, la oración, la contemplación, los sacramentos de la Iglesia, Dios nuestro Señor lo ayuda a descubrir los engaños del mal espíritu para seducirlo, confundirlo, enredarlo, encadenarlo y liberarse.
Con vergüenza y confusión de si mismo, viendo cuántos han sido dañados por el mal y que merecería ser condenado por sus tantos pecados, Ignacio de Loyola contempla a Cristo nuestro Señor delante puesto en cruz y considera “cómo de Creador vino a hacerse hombre y de vida eterna a muerte temporal y a sí a morir por sus pecados”.
La gratitud y alegría inmensa por la liberación que el amor de Dios le ofrece con el perdón de los pecados, mueve al santo de Loyola a preguntarse frente a Jesús que hace tanto por él: Y yo ¿que hice, que hago, que haré por Cristo?
Liberado, pero atento a las redes y cadenas del mal y trabajando para ayudar a otros a liberarse, Ignacio de Loyola continúa su peregrinación física y espiritual, por el camino del conocimiento de Cristo para amarlo más y seguirlo mejor en su Iglesia.
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