sábado, 29 de noviembre de 2014

Más o menos iguales (AUTOLIBERACIÓN INTERIOR) Anthony de Mello

Más o menos iguales
Cuando sabes amar es señal de que has llegado a percibir a las personas como semejantes a ti. Nadie hay mejor ni peor que tú. Es posible que el otro haya obrado mal en determinada cir­cunstancia y tú no, pero habrá sido por su programación, o por circunstancias anteriores que ahora le han hecho, por miedo, comportarse así. Todos tenemos las mismas inclinaciones, y la prueba es que, si nos molestan las fallas de los demás es, precisamente, porque nos están recordando nuestras propias fa­llas, y si nosotros no nos permitimos fallar (o no queremos reconocerlo), ¿cómo vamos a aceptárselo a los de­más? En cuanto se reconoce lo propio, ya no molesta verlo en los demás.

De haber sido yo víctima de la vio­lencia, de la crueldad o el sadismo y, además, estar drogado por una programación que me da inseguridad y dis­para mis deseos de poder, ¿quién sería yo? Sería seguramente dictador, o ase­sino, o cualquier otra clase de malhe­chor. Jesús se daba cuenta de que, como todo hombre, no era mejor que los de­más. Y lo dijo: "¿Por qué me llamáis bueno...?"

Era mejor porque estaba despierto, con los ojos bien abiertos a la realidad, porque había vivido mucho, conocido a muchas personas y había aprendido a amarlas de verdad, pero sabía que eso no es ser más que los demás. Jesús no rechazaba a los malos, porque los com­prendía, pero sí rechazaba a los hipó­critas que falseaban la verdad y eran crueles con los débiles. Lo que recha­zaba era su actitud, y se lo decía en la cara para que despertasen. Hasta que no veas inocentes a las personas, no sabrás amar como Jesús.


Si lo comprendes todo, lo perdonas todo, y sólo existe el perdón cuando te das cuenta de que, en realidad, no tienes nada que perdonar.

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