Más o menos iguales
Cuando sabes amar
es señal de que has llegado a percibir a las personas como semejantes a ti.
Nadie hay mejor ni peor que tú. Es posible que el otro haya obrado mal en
determinada circunstancia y tú no, pero habrá sido por su programación, o por
circunstancias anteriores que ahora le han hecho, por miedo, comportarse así.
Todos tenemos las mismas inclinaciones, y la prueba es que, si nos molestan las
fallas de los demás es, precisamente, porque nos están recordando nuestras
propias fallas, y si nosotros no nos permitimos fallar (o no queremos
reconocerlo), ¿cómo vamos a aceptárselo a los demás? En cuanto se reconoce lo
propio, ya no molesta verlo en los demás.
De haber sido yo
víctima de la violencia, de la crueldad o el sadismo y, además, estar drogado
por una programación que me da inseguridad y dispara mis deseos de poder,
¿quién sería yo? Sería seguramente dictador, o asesino, o cualquier otra clase
de malhechor. Jesús se daba cuenta de que, como todo hombre, no era mejor que
los demás. Y lo dijo: "¿Por qué me llamáis bueno...?"
Era mejor porque
estaba despierto, con los ojos bien abiertos a la realidad, porque había vivido
mucho, conocido a muchas personas y había aprendido a amarlas de verdad, pero
sabía que eso no es ser más que los demás. Jesús no rechazaba a los malos,
porque los comprendía, pero sí rechazaba a los hipócritas que falseaban la
verdad y eran crueles con los débiles. Lo que rechazaba era su actitud, y se
lo decía en la cara para que despertasen. Hasta que no veas inocentes a las
personas, no sabrás amar como Jesús.
Si
lo comprendes todo, lo perdonas todo, y sólo existe el perdón cuando te das
cuenta de que, en realidad, no tienes nada que perdonar.
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