El mal no existe
Párate a pensar si,
en algún momento de tu vida, has hecho mal a sabiendas; y si no lo has hecho,
¿por qué crees que los demás sí son capaces de hacerlo? Algún enfermo mental
puede que lo haga, pero éste no es responsable de sus actos. Todos, sin
excepción, buscamos nuestro bien, aunque lo disimulemos, pero la mayor parte
de las veces ese bien es equivocado, no es bien en realidad.
El miedo y el
recelo a perder el bien nos hacen egoístas, interesados y hasta crueles.
¡Cuando el verdadero bien es libre y gratuito y está dentro de nosotros!
Cuando creemos atrapar el bien nos volvemos vanidosos: ¡tontos, pero si ha
estado siempre con nosotros y no es obra nuestra!
El bien existe, es
la esencia de la vida. Cuando no sabemos verlo o disfrutarlo, a esa sensación
la llamamos mal, pero en sí el mal no existe, lo que apreciamos es una
ofuscación o menor percepción del bien, y a eso lo llamamos mal y nos da miedo,
porque estamos hechos para el bien y la felicidad, y el perderlos de vista nos
asusta, nos inquieta hasta el sufrimiento cuando no somos capaces de ver la
realidad tal cual es.
Si lo comprendes
todo, lo perdonas todo, y sólo existe el perdón cuando te das cuenta de que,
en realidad, no tienes nada que perdonar. Así es el perdón del Padre. La
civilización no ha avanzado lo suficiente para comprender que el criminal es
un enfermo que no es responsable de sus actos, como no lo son los locos. Ambos
necesitan cura y no que los encierren.
Todos cambiamos en
presencia del amor, aun cuando el amor puede ser muy duro. No olvidemos que la
respuesta del amor es siempre la que el otro necesita, porque el amor verdadero
es clarividente y comprensivo. Siempre está de parte del otro.
Un niño malo no
existe y un hombre malo no existe. Pero sí equivocados, mal programados y
locos. Pegando al hombre o encerrándolo, no lo curas. Puedes hacerle cambiar
su conducta presionándolo mucho, por miedo, pero no cambiarás la enfermedad
que lo hace funcionar así, su compulsión. La puedes reprimir, pero saldrá luego
y saldrá con más agresividad y más violencia.
Los actos compulsivos
vienen, la mayoría de las veces, por la represión sexual, que sale con una
forma simbólica, como la cleptomanía, para satisfacer deseos que están
reprimidos en el inconsciente. Como no llegues a descubrirlo y des libre paso a
esa represión, los actos compulsivos seguirán ahí y no se curarán nunca por
mucho que te empeñes en cambiar la conducta.
Si descubriésemos
el origen de nuestras represiones, nos curaríamos para siempre; por eso es tan
importante que nos conozcamos a fondo; bien despiertos y conociéndonos
nosotros, fácilmente conoceremos a los demás.
El inconsciente
humano tiene una enorme importancia. Es algo muy delicado y enormemente
complicado en su sensibilidad,
con casos de efecto causa que, al descubrirlos, se logran resultados mágicos.
Pero si esto no se conoce, ¿cómo se puede cambiar? El mal que haces a los demás
es lo mismo que hacerte el mal a ti mismo. El día que comprendas esto, el
perdón será muy fácil. Podrás defenderte del otro, lo pararás, pero no sentirás
ningún odio, sino la comprensión del amor clarividente.
El hombre es libre,
pero no existe libertad para distorsionar el bien. Sólo un loco o un dormido
hacen el mal -los que no saben lo que es la libertad o no tienen libertad para
ser ellos mismos- porque son esclavos de sus compulsiones o sus miedos. Son
llevados por su resentimiento y su egoísmo que los hacen crueles. Te tienes que
defender de sus modos, pero no confundir al enfermo con su enfermedad y
condenarlo.
Existe
el pecado, pero es un acto de locura.
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