Inteligencia maternal
El altruismo que despierta y desarrolla la maternidad es uno de los motores más poderosos que sacan adelante cada día a nuestra sociedad
Por: Alfonso Aguiló | Fuente: http://www.interrogantes.net/
Por: Alfonso Aguiló | Fuente: http://www.interrogantes.net/
Durante décadas se ha extendido el tópico de que la maternidad atonta y alela a las mujeres, centrando su vida en un mundo infantil y relegándolas a tareas tediosas y repetitivas. Así lo explica Katherine Ellison, una exitosa periodista de investigación galardonada con el Premio Pulitzer y que considera que todas esas ideas proceden de clichés y trivializaciones que no reflejan la realidad.
En su libro “Inteligencia maternal” muestra, a partir de recientes investigaciones científicas y de su propia experiencia como madre, que, lejos de ese viejo mito, la maternidad contribuye a estimular la inteligencia de las mujeres, al enfrentarlas a nuevos retos y a la necesidad de resolver nuevas situaciones. Su libro, que ha sido un best seller a nivel mundial, está repleto de anécdotas y relatos sobre madres jóvenes que aseguran que la maternidad es un enriquecimiento general para la mujer, acentúa su sensibilidad e incrementa sus capacidades gracias a lo que ha empezado a llamarse inteligencia maternal.
Muchas mujeres son acosadas por reticencias que flotan en el ambiente y que les empujan a postergar la decisión de engendrar un hijo. A su vez, temen que, al ser madres, sufran un declive en sus facultades personales. Está muy presente el tópico de la mujer embarazada agobiada y sensiblera que llora por cualquier tontería, o el de la madre extenuada incapaz de pensar en nada salvo en los horarios de los niños y en la lista de la compra. La angustia que genera esa imagen de la maternidad ha ido en aumento y es sin duda responsable de que muchas mujeres retrasen mucho los embarazos.
Katherine Ellison insiste en primer lugar en el enriquecimiento del repertorio emocional y la gran experiencia que aportan los niños. Remarca también la enorme fuerza natural del vínculo entre madre e hijo como una poderosa fuente de valores para la propia vida de la madre. Contrariamente a lo que ocurre con la amistad o la dedicación profesional, o incluso con el propio matrimonio, el cuidado de un hijo implica una gran capacidad para hacer frente a cualquier desafío, por difícil que este sea, y son desafíos que quizá en otro contexto les harían tirar la toalla pero que ahora les fortalecen y engrandecen como personas.
Hoy también sabemos que el cerebro humano, que antaño se consideraba petrificado en la edad adulta, puede desarrollarse a lo largo de toda la vida en respuesta a nuevos estímulos. Hace unos años, todo parecía indicar que debíamos aceptar el triste destino de ir perdiendo recursos mentales con la madurez, pero ahora sabemos que no paramos de formar nuevas neuronas y nuevas conexiones en respuesta a nuevos apremios. Esto hace que, en contra de la imagen clásica de la madre como víctima del estrés, resulten estar bastante mejor cualificadas para afrontarlo.
Es muy sorprendente la fuerza natural interior que se activa en los padres para que se obre el milagro cotidiano de que cuiden de sus hijos. ¿Qué fuerza casi sobrenatural les impulsa a invertir tal cantidad de energía en atender a un ser vivo que en los primeros estadios de su existencia no hace poco más que comer, llorar y ensuciarse? El sentido personal del confort de los padres se modifica, y viejos paradigmas son reemplazados por otros nuevos que les llevan a volcarse en la preocupación por el bienestar de otro ser humano. Ese compromiso es un factor clave para el desarrollo de cuestiones humanas tan esenciales como el afecto entre las personas, la educación, la transmisión de valores, la sociabilidad y el amor.
El altruismo que despierta y desarrolla la maternidad es uno de los motores más poderosos que sacan adelante cada día a nuestra sociedad. Un altruismo que habitualmente incluye también al padre: la transformación que experimenta un hombre quizá egoísta que se ve de pronto expuesto a un contacto cercano con niños pequeños ha protagonizado el argumento de un sorprendente número de películas producidas por Hollywood en los últimos tiempos. Cuidar de los hijos es una gran fuente de humanidad que nuestro tiempo está empezando a valorar como merece.
Comentarios al autor: aaguilo@tajamar.es
En su libro “Inteligencia maternal” muestra, a partir de recientes investigaciones científicas y de su propia experiencia como madre, que, lejos de ese viejo mito, la maternidad contribuye a estimular la inteligencia de las mujeres, al enfrentarlas a nuevos retos y a la necesidad de resolver nuevas situaciones. Su libro, que ha sido un best seller a nivel mundial, está repleto de anécdotas y relatos sobre madres jóvenes que aseguran que la maternidad es un enriquecimiento general para la mujer, acentúa su sensibilidad e incrementa sus capacidades gracias a lo que ha empezado a llamarse inteligencia maternal.
Muchas mujeres son acosadas por reticencias que flotan en el ambiente y que les empujan a postergar la decisión de engendrar un hijo. A su vez, temen que, al ser madres, sufran un declive en sus facultades personales. Está muy presente el tópico de la mujer embarazada agobiada y sensiblera que llora por cualquier tontería, o el de la madre extenuada incapaz de pensar en nada salvo en los horarios de los niños y en la lista de la compra. La angustia que genera esa imagen de la maternidad ha ido en aumento y es sin duda responsable de que muchas mujeres retrasen mucho los embarazos.
Katherine Ellison insiste en primer lugar en el enriquecimiento del repertorio emocional y la gran experiencia que aportan los niños. Remarca también la enorme fuerza natural del vínculo entre madre e hijo como una poderosa fuente de valores para la propia vida de la madre. Contrariamente a lo que ocurre con la amistad o la dedicación profesional, o incluso con el propio matrimonio, el cuidado de un hijo implica una gran capacidad para hacer frente a cualquier desafío, por difícil que este sea, y son desafíos que quizá en otro contexto les harían tirar la toalla pero que ahora les fortalecen y engrandecen como personas.
Hoy también sabemos que el cerebro humano, que antaño se consideraba petrificado en la edad adulta, puede desarrollarse a lo largo de toda la vida en respuesta a nuevos estímulos. Hace unos años, todo parecía indicar que debíamos aceptar el triste destino de ir perdiendo recursos mentales con la madurez, pero ahora sabemos que no paramos de formar nuevas neuronas y nuevas conexiones en respuesta a nuevos apremios. Esto hace que, en contra de la imagen clásica de la madre como víctima del estrés, resulten estar bastante mejor cualificadas para afrontarlo.
Es muy sorprendente la fuerza natural interior que se activa en los padres para que se obre el milagro cotidiano de que cuiden de sus hijos. ¿Qué fuerza casi sobrenatural les impulsa a invertir tal cantidad de energía en atender a un ser vivo que en los primeros estadios de su existencia no hace poco más que comer, llorar y ensuciarse? El sentido personal del confort de los padres se modifica, y viejos paradigmas son reemplazados por otros nuevos que les llevan a volcarse en la preocupación por el bienestar de otro ser humano. Ese compromiso es un factor clave para el desarrollo de cuestiones humanas tan esenciales como el afecto entre las personas, la educación, la transmisión de valores, la sociabilidad y el amor.
El altruismo que despierta y desarrolla la maternidad es uno de los motores más poderosos que sacan adelante cada día a nuestra sociedad. Un altruismo que habitualmente incluye también al padre: la transformación que experimenta un hombre quizá egoísta que se ve de pronto expuesto a un contacto cercano con niños pequeños ha protagonizado el argumento de un sorprendente número de películas producidas por Hollywood en los últimos tiempos. Cuidar de los hijos es una gran fuente de humanidad que nuestro tiempo está empezando a valorar como merece.
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