Santa Marta, santa del NT
fecha: 29 de julio
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
Memoria de santa Marta, que recibió en
su casa de Betania, cerca de Jerusalén, a Jesús el Señor, y muerto su hermano
Lázaro, profesó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, que has venido al
mundo».
patronazgo: patrona de la vida doméstica, de
las amas de casa, trabajadores domésticos, mucamas, cocineras, lavanderas y
trabajadores del hogar, dueños de restaurantes, trabajadores de hoteles,
escultores y pintores; contra el flujo de sangre, protectora de los moribundos.
refieren a este santo: Santa María
Magdalena
oración:
Dios todopoderoso, tu Hijo aceptó la
hospitalidad de santa Marta y se albergó en su casa; concédenos, por
intercesión de esta santa mujer, servir fielmente a Cristo en nuestros hermanos
y ser recibidos, como premio, en tu casa del cielo. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Marta, María, Lázaro... la nueva organización
del Martirologio Romano ha dado un importante paso al inscribir en un mismo día
a los tres hermanos, de quienes las únicas noticias que tenemos tienen que ver
con que son hermanos y están juntos. Lamentablemente, aun falta que algún
ajuste ulterior de la liturgia haga que la memoria obligatoria de santa Marta
se transforme en memoria obligatoria de los tres santos juntos. Durante siglos
se confundió a María de Betania con María Magdalena, lo que es incorrecto desde
el punto de vista de cómo son presentados los respectivos personajes en el
Evangelio.
Marta y su hermana María como anfitrionas
de Jesús en «un pueblo» -aunque sin mencionar ni a Lázaro ni al pueblo de
Betania-, aparecen en un breve relato de san Lucas, 10,38-42, y a su vez las
dos hermanas relacionadas con Lázaro y con Betania aparecen mencionadas en Juan
11,1-53, el largo y significativo relato de la resurrección de Lázaro (que
resulta ser la motivación inmediata de la muerte de Jesús, v.47ss) y nuevamente
en Juan 12,1-8, con la escena de la unción en Betania. Hubo muchas mociones
dentro de la exégesis, sobre todo en el siglo XX, de interpretar estos
personajes como ficticios, es decir, que serían símbolos «puros», no
provenientes de recuerdos concretos sino «fabricados», por así decir, en la
catequesis de los primeros años para enseñar actitudes cristianas concretas.
Debe tenerse presente que los evangelios se compusieron como catequesis, es
decir, no como meros recuerdos biográficos de Jesús, sino para enseñarnos quién
es él, para enseñarnos a ver lo no-visible de Jesús; por ello es lógico que
todos los elementos que componen los evangelios contengan algo de simbolismo.
Prácticamente nada de lo que se dice en los evangelios se cuenta simplemente
porque forma parte de un recuerdo histórico, sino que todo está al servicio de
contar ese significado de Jesús. Sin embargo, dicho esto, debe afirmarse con la
misma contundencia que todo lo que los evangelios cuentan sobre Jesús lo basan,
no en su propia imaginación, sino en cosas que realmente han sucedido, en
personajes que realmente rodearon a Jesús, y en acontecimientos que se
verificaron; aun cuando esas cosas, esos personajes, esos acontecimientos, han
sido siempre «trabajados» simbólica y literariamente para provocar una
enseñanza en el lector.
Tomemos el caso de Lázaro. ¿Existió un
personaje Lázaro, amigo de Jesús, al que Jesús haya resucitado? salvo para
quien quiere mantener una postura en extremo hipercrítica, y que de antemano
rechace toda conexión de los evangelios con la realidad, el análisis de los
relatos muestra que todo lo que se dice sobre Lázaro se refiere a una persona
concreta. Es claro que para cualquiera es difícil de aceptar la resurrección de
un muerto, y no ya la resurrección trascendente de Jesús, que resucita y pasa a
«otra dimensión de realidad», sino la de alguien que ayer estaba enterrado y
hoy está otra vez comiendo con los suyos... pero la resurrección de Lázaro no
es mas difícil de aceptar que la de la hija de Jairo. Y si Jesús no resucitó
muertos porque es difícil de aceptar, ni expulsó demonios porque es difícil de
aceptar, ni realizó milagros porque es difícil de aceptar.... ¿por qué se
supone que resultó tan urticante y molesto al punto de que valía la pena
sacarlo de en medio al precio que fuera? Jesús resucitó a Lázaro, y manifestó
con ello un poder sobre la vida, de tal modo que años más tarde, y habiendo
vivido la experiencia de la Pascua, el evangelio de Juan pudo reflexionar y
encontrar en ese hecho una gran profundidad de enseñanzas catequéticas sobre el
poder de la luz, sobre el dolor y el amor fraterno, sobre la esperanza, sobre
la fe en que Jesús es el Cristo, y utilizar ese hecho real de la resurrección,
que tal vez fue conocida de unos pocos, ya que ocurrió en una aldea, y
proyectar a través de ello una «clase magistral», los capítulos 11 y 12 de
Juan, que hacen la bisagra entre la predicación de Jesús y su «Hora».
Sobre Marta y María tenemos las dos
actitudes bien plasmadas en el relato de Lázaro: Marta que sale al encuentro,
discute con Jesús, en el capítulo 12 sirve la mesa: Marta es activa. De María
se dan tres pinceladas: permaneció en la casa (es decir, de duelo), pero en
cuanto oyó que Jesús la llamaba «se levantó rápidamente, y se fue donde él» (v.
29), cuando lo ve a Jesús «cayó a sus pies» (v. 32), y en la escena del
capítulo 12 «ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos» (v. 3).
Curiosamente, la tres referencias a María la muestran "a ras de
suelo", mientras que Marta está erguida, discute, va y viene. Juan enseñó
cuestiones importantes en torno a la fe por medio de estas dos hermanas, pero
el centro de lo que estaba hablando está puesto en la resurrección de Lázaro y
en la próxima muerte de Jesús. San Lucas, sin embargo, supo encontrar en esas
dos hermanas dos actitudes que seguramente han sido una constante en la vida de
la Iglesia desde el inicio, y que más tarde darán lugar a los caracteres
«activo» y «contemplativo», así que nos cuenta una escena en donde esos dos
caracteres están manifiestos al extremo: Marta, que «se preocupa y se agita», y
María que «ha elegido la parte buena», contraposición que sirve para dar otro
ejemplo más de una doctrina que es absolutamente central en la predicación de
Jesús y que recorre los cuatro evangelios: sólo una cosa es importante;
aunque eso único importante se tematiza en distintas partes del Evangelio con
distintos nombres: buscar el Reino de Dios y su justicia, permenecer unidos a
la Vid, ver al Padre, etc.
Marta, María, Lázaro, tres hermanos,
amigos de Jesús, que han sido vehículos para enseñanzas que difícilmente no
tengamos en la memoria, precisamente porque han sido transmitidas a través de
hechos extraordinariamente cotidianos: la agitación e inquietud que provoca la
vida misma, el deseo frecuentemente insatisfecho de permanecer en silencio ante
Dios, el dolor de una pérdida... acontecimientos de los que ninguna vida está
libre, aunque son aquellos de los que más nos cuesta hablar.
No tiene sentido detenerme aquí en lo que
la leyenda posterior ha hecho de estos personajes: de Lázaro un obispo de
Chipre o de Marsella, de Marta, evangelizadora de la Galia junto con María,
etc... son tradiciones, no sólo incomprobables, sino en muchos detalles
ridículas, y pienso que poco agregan a la comprensión de la santidad de aquellos
que la recibieron irradiada del propio Jesús.
Como bibliografía es recomendable
detenerse en alguna buena exégesis del capítulo 11 de Juan, un relato central
en el mundo del cuarto evangelio; por mi parte recomiendo el análisis que hace
Raymond Brown en «El Evangelio según Juan», ed. Cristiandad, tomo I, págs
738ss. También pueden servir comentarios como el «San Jerónimo», ya sea el
clásico o el nuevo, pero ante un relato tan lleno de detalles, conviene algo
más completo. Quien quiera conocer las leyendas en torno a Lázaro y sus
hermanas, una fuente buena es el Butler-Guinea, en sus artículos del 22 de
julio (María), 29 de julio (Marta) y 17 de diciembre (Lázaro), sobre todo los
dos primeros. No lo he seguido aquí porque preferí centrarme más en la cuestión
de la Escritura, pero es, como siempre, una lectura de buena calidad. La
Enciclopedia Católica, a pesar de sus muchos años, tiene un artículo de Léon Clugnet (1910) muy
interesante y aun valioso sobre las tradiciones provenzales en torno a san
Lázaro, lamentablemente, la traducción castellana que hay en línea apenas
si permite enterarse de lo que habla.
Cuadros:
-Nicolas Froment: La resurrección de Lázaro, 1461, Galleria degli Uffizi, Florencia
-Tintoretto: Jesús en casa de Marta y María, 1570-75, Alte Pinakothek, Munich.
Cuadros:
-Nicolas Froment: La resurrección de Lázaro, 1461, Galleria degli Uffizi, Florencia
-Tintoretto: Jesús en casa de Marta y María, 1570-75, Alte Pinakothek, Munich.
Abel Della Costa
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2617
San Luis Martin, padre de familia
fecha: 29 de julio
n.: 1823 - †: 1894 - país: Francia
canonización: B: Benedicto XVI 19 oct 2008 - C: Francisco 18 oct 2015
hagiografía: Vaticano
n.: 1823 - †: 1894 - país: Francia
canonización: B: Benedicto XVI 19 oct 2008 - C: Francisco 18 oct 2015
hagiografía: Vaticano
En Burdeos, Francia, san Luis Martin,
esposo de santa Celia Guerín y padre de Santa Teresa del Niño Jesús, canonizado
conjuntamente con su esposa, cuya memoria se celebra el 28 de agosto, como
ejemplo de matrimonio cristiano.
refieren a este santo: Beato Luis
Beltrame Quattrocchi, Beata María
Beltrame Quattrocchi, Santa Teresa del
Niño Jesús
Aunque, conforme a la práctica habitual
del Martirologio, inscribimos a santa Celia y a san Luis en sus respectivas
fechas de fallecimiento, han sido beatificados y canonizados como matrimonio, y
corresponde que tratemos conjuntamente su hagiografía.
Luis Martin nació en Burdeos el 22 de
agosto de 1823. Era el segundo de los cinco hijos del matrimonio
Pierre-François Martin, capitán del ejército francés, y Marie Anne Fanny
Boureau, cristianos de fe viva. La primera formación de Luis estuvo vinculada a
la vida militar y se benefició de las facilidades que tenían los hijos de los
militares. Al jubilarse su padre, la familia se trasladó a Alençon (1831) y
Luis estudió con los Hermanos de las Escuelas Cristianas de la ciudad. Tanto en
la familia como en el colegio recibió una sólida formación religiosa.
Terminados los estudios, no se inclinó hacia la vida militar, sino que quiso
aprender el oficio de relojero, primero en Bretaña, luego en Rennes,
Estrasburgo, en el Gran San Bernardo (Alpes suizos) y por último en París.
A los veintidós años sintió el deseo de
consagrarse a Dios en la vida religiosa. Para ello, se dirigió al monasterio
del Gran San Bernardo, con intención de ingresar en esta Orden, pero no fue
admitido porque no sabía latín. Con gran valor se dedicó a estudiarlo durante
más de un año, con clases particulares; pero, finalmente, renunció a ese
proyecto. No se sabe mucho de este período: sólo que su madre en una carta le
exhortaba a «ser siempre humilde», y que mostró su valentía y sangre fría
salvando de morir ahogado al hijo del amigo de su padre, con el que residía.
En Alençon puso una relojería. Sus padres,
tras la muerte de los otros hijos, vivieron siempre con él, incluso después de
su matrimonio con Celia Guérin. Hábil en su oficio, tenía amigos y conocidos
con los que le gustaba pescar y jugar al billar, y era apreciado por sus
cualidades poco comunes y por su distinción natural, que explica por qué le
presentaron un proyecto de matrimonio con una joven de la alta sociedad, al que
se negó. En 1871 vendió el edificio a un sobrino. El amor al silencio y al
retiro lo llevó a comprar una pequeña propiedad con una torre y un jardín. Allí
instaló una estatua de la Virgen, que le había regalado la señora Beaudouin;
trasladada más tarde a Buissonnets, esta imagen fue conocida en todo el mundo
como la «Virgen de la Sonrisa».
Celia Guérin nació en Gandelain,
departamento de Orne (Normandía), el 23 de diciembre de 1831. Era hija de
Isidoro Guérin, un militar que a los 39 años decidió casarse con Louise-Jeanne
Macè, dieciséis años más joven que él. De esta unión nacieron también Marie
Louise, la primogénita (fue monja visitandina), e Isidore, el más pequeño. Para
los padres de Celia la vida había sido dura, lo que repercutía en su manera de
ser: eran rudos, autoritarios y exigentes, si bien tenían una fe firme. Celia,
inteligente y comunicativa por naturaleza, dice en una de sus cartas que su
infancia y juventud fueron tristes «como un sudario». A pesar de ello, cuando
su padre, viudo y enfermo, manifestó el deseo de ir a habitar con ella, lo
acogió y cuidó con devoción hasta que murió en 1868. Afortunadamente encontró
en su hermana Marie Louise un alma gemela y una segunda madre.
Cuando se jubiló su padre, la familia se
estableció en Alençon en 1844. La señora Guérin abrió un café y una sala de
billar, pero su carácter intransigente no favoreció el desarrollo del negocio.
La familia salía adelante con dificultad, gracias a la pensión y a los trabajos
de carpintería del padre. En pocos años, la situación financiera se hizo muy
precaria y no mejoró hasta que las hijas contribuyeron con su trabajo a cuadrar
el balance familiar. Esta situación económica influyó en los estudios de las
hijas: Celia entró en el internado de las religiosas de la Adoración perpetua;
aprendió los primeros rudimentos del punto de Alençon, un encaje de los más
famosos de la época; luego, para perfeccionarse, se inscribió en la "Ecole
dentellière". Mientras tanto, la hermana mayor se dedicó al bordado, con
su madre. No tenemos documentación de este período, pero Celia conservaba un
excelente recuerdo de este tiempo.
Se dedicó a la confección de dicho encaje.
Deseó formar parte de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, pero no
la admitieron. Pidió luz al Señor para conocer su voluntad y el 8 de diciembre
de 1851, después de una novena a la Inmaculada Concepción, se resolvió
interiormente dedicarse a hacer punto de Alençon. Con la ayuda de su hermana
comenzó esta empresa y ya a partir de 1853 era conocida como fabricante del
punto de Alençon. En 1858 la casa para la que trabajaba recibió una medalla de
plata por la fabricación de este encaje y Celia una mención de alabanza. Poco después,
su hermana entró en el monasterio de la Visitación y tomó el nombre de María
Dositea.
Un día, al cruzarse con un joven de noble
fisonomía, semblante reservado y dignos modales, se sintió fuertemente
impresionada. En poco tiempo los dos jóvenes llegaron a apreciarse y amarse, y
el entendimiento fue tan rápido que contrajeron matrimonio el 13 de julio de
1858, tres meses después de su primer encuentro. Llevaron una vida matrimonial
ejemplar: misa diaria, oración personal y comunitaria, confesión frecuente,
participación en la vida parroquial. De su unión nacieron nueve hijos, cuatro
de los cuales murieron prematuramente. Entre las cinco hijas que sobrevivieron,
Teresa, la futura santa patrona de las misiones, es una fuente preciosa para
comprender la santidad de sus padres: educaban a sus hijas para ser buenas
cristianas y ciudadanas honradas. A los 45 años, Celia recibió la noticia de
que tenía un tumor en el pecho y pidió a su cuñada que, cuando ella muriera,
ayudara a su marido en la educación de los más pequeños: vivió la enfermedad
con firme esperanza cristiana hasta la muerte, el 28 de agosto de 1877.
Luis se encontró solo para sacar adelante
a su familia: La hija mayor tenía 17 años y la más pequeña, Teresa, cuatro y
medio. Se trasladó a Lisieux, donde residía el hermano de Celia; de este modo
la tía Celina pudo cuidar de las hijas. Entre 1882 y 1887 Luis acompañó a tres
de sus hijas al Carmelo. El sacrificio mayor fue separarse de Teresa, que entró
en el Carmelo a los 15 años. Luis tenía una enfermedad que lo fue invalidando
hasta llegar a la pérdida de sus facultades mentales. Fue internado en el
sanatorio de Caen, y murió el 29 de julio de 1894.
El compromiso eclesial de los esposos
Martin recuerda que «la futura evangelización depende, en gran parte, de la
iglesia doméstica» (Familiaris consortio, 52), y tiene el sabor de la ternura.
Los esposos fueron beatificados por papa Benedicto XVI en 2008, en Lisieux
(Francia) y canonizados por papa Francisco en Roma, en 2015.
fuente: Vaticano
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=4695
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