Padre Antonio Rivero: “Hacernos como niños”
Comentario del 25º Domingo Ordinario
DOMINGO 25 DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo B
Textos: Sb 2, 17-20; St 3, 16- 4, 3; Mc 9, 29-36
Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.
Idea principal: Hacernos como niños.
Síntesis del mensaje: Reconquistemos la infancia espiritual.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, protagonistas a primera vista en el evangelio de hoy: los niños. Los japoneses tienen al niño en vitrina, los alemanes en el colegio, los españoles en los altares. Los judíos en cambio los toleraban porque serían algún día adultos. Su presencia nada significaba en las sinagogas, ni en parte alguna. Parecía que el llegar a viejo era la cima de los méritos. Conversar con un niño era tirar y desperdiciar las palabras. Cuando vemos a los apóstoles apartando de su Maestro a los críos entendemos que no hacían sino lo que hubiera hecho cualquier otro judío de la época. Pero Jesús rompería con su época. Donde prevalecía la astucia, entronizaría la sencillez; donde mandaba la fuerza, ensalzaría la debilidad; en un mundo de viejos, pediría a los suyos que volvieran a ser niños. Sí, algo tiene de especial la niñez para Jesús.
En segundo lugar, el niño de ordinario no tiende trampa, no es malicioso (1ª lectura). El niño tampoco se deja llevar de la codicia hasta el punto de ambicionar lo indeseable (2ª lectura). El niño es transparente, sincero. Quien mejor entendió esta infancia espiritual fue santa Teresita del Niño Jesús. He aquí sus palabras: “puedo, pues, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad. ¡Engrandecerme, es imposible! He de soportarme tal como soy, con mis innumerables imperfecciones; pero quiero buscar la manera de ir al cielo, por un caminito muy recto, muy corto, por un caminito enteramente nuevo…Quiero también encontrar un ascensor para remontarme hasta Jesús, puesto que soy demasiado pequeña para subir por la ruda escalera de la perfección…He pedido, entonces, a los Libros Santos que me indiquen el ascensor deseado, y he encontrado estas palabras pronunciadas por boca de la misma Sabiduría eterna: Si alguno es pequeñito que venga a mí. Me he acercado, pues, a Dios, adivinando que había encontrado lo que buscaba, y, al querer saber lo que hará Dios con el pequeñito, he proseguido buscando, y he aquí lo que he encontrado: Como una madre acaricia a su hijito, así os consolaré yo: a mi pecho seréis llevados, y os acariciaré sobre mis rodillas…¡Ah!, nunca habían venido a alegrar mi alma unas palabras tan tiernas y tan melodiosas. El ascensor, que me ha de subir al cielo, son vuestros brazos, ¡oh, Jesús! Para esto, no tengo ninguna necesidad de crecer, antes, al contrario, conviene que continúe siendo pequeña y, cada día, lo sea más”. Sí, algo de especial tiene la niñez a los ojos de Dios.
Finalmente, Jesús nos invita hoy a la reconquista de la infancia espiritual. Les dejo aquí unos párrafos de mi libro sobre Jesucristo: “la infancia que Jesús propone no es el infantilismo, que es sinónimo de inmadurez, egoísmo, capricho. Es, más bien, la reconquista de la inocencia, de la limpieza interior, de la mirada limpia de las cosas y de las personas, de esa sonrisa sincera y cristalina, de ese compartir generosamente mis cosas y mi tiempo. Infancia significa sencillez espiritual, ese no complicarme, no ser retorcido, no buscar segundas intenciones. Infancia espiritual significa confianza ilimitada en Dios, mi Padre; fe serena y amor sin límites. Infancia espiritual es no dejar envejecer el corazón, conservarlo joven, tierno, dulce y amable. Infancia espiritual es no pedir cuentas ni garantías a Dios. Ahora bien, la infancia espiritual no significa ignorancia de las cosas, sino el saber esas cosas, el mirarlas, el pensarlas, el juzgarlas como Dios lo haría. La tergiversación de las cosas, la manipulación de las cosas, los prejuicios y las reservas, ya traen consigo la malicia de quien se cree inteligente y aprovechado. Y esta malicia da muerte a la infancia espiritual. La infancia espiritual no significa vivir sin cruz, de espaldas a la cruz; no significa escoger el lado dulzón de la vida, ni tampoco escondernos y vendar nuestros ojos para que no veamos el mal que pulula en nuestro mundo. No. La infancia espiritual, lo comprendió muy bien santa Teresita del Niño Jesús, supone ver mucho más profundo los males y tratar de solucionarlos con la oración y el sacrificio. Y ante la cruz, poner un rostro sereno, confiado e incluso sonriente. Casi nadie de sus hermanas del Carmelo se daba cuenta de lo mucho que sufría santa Teresita. Ella vivía abandonada en las manos de su Padre Dios. Y eso le bastaba”.
Para reflexionar: Gran tarea: hacernos como niños. Requiere mucha dosis de humildad, de sencillez. Dios nos dice que debemos pasar por la puerta estrecha, si queremos entrar en el cielo. En el Reino de Dios sólo habrá niños, niños de cuerpo y de alma, pero niños, únicamente niños. Dios, cuando se hizo hombre, empezó por hacerse lo mejor de los hombres: un niño como todos. Podía, naturalmente, haberse encarnado siendo ya un adulto, no haber “perdido el tiempo” siendo sólo un chiquillo…Pero quiso empezar siendo un bebé. Lo mejor de este mundo, ¡vaya que lo sabía Dios!, son los niños. Ellos son nuestro tesoro, la perla que aún puede salvarnos, la sal que hace que el universo resulte soportable. Por eso dice Martín Descalzo que si Dios hubiera hecho la humanidad solamente de adultos, hace siglos que estaría podrida. Por eso la va renovando con oleadas de niños, generaciones de infantes que hacen que aún parezca fresca y recién hecha. Los niños huelen todavía a manos de Dios creador. Por eso huelen a pureza, a limpieza, a esperanza, a alegría. ¡No maniatemos a ese niño que llevamos dentro con nuestras importancias, no lo envenenemos con nuestras ambiciones! Por la pequeña puerta de la infancia se llega hasta el mismo corazón del gran Dios.
Para rezar: Señor, hazme como un niño. Sólo así podré entrar en tu Reino. Que vaya cada día recuperando mi inocencia. Que sea transparente en mis palabras, intenciones y acciones.
Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario