De cara al sol
José ARREOLA
“El amor, madre, a la Patria
No es el amor ridículo a la tierra,
Ni a la yerba que pisan nuestras plantas,
Es el odio invencible a quien la oprime
Es el rencor eterno a quien la ataca.”
José Martí.
Cabalgarás a contra orden en primera línea. Te llamará el peligro, la osadía, los deseos, la luz eterna. Caerás del caballo, por un golpe extraño, desconocido hasta ahora. Quedarás boca arriba, de cara al sol. Te sentirás convertido en otros pero siendo siempre tú. Cuando repares en el sol, cuando sientas sus rayos en el rostro, intentarás regalarle una sonrisa. Sentirás un breve dolor, un agudo dolor, un sonoro dolor, penetrando como ráfaga en tu carne. Sabrás que eres tú ese mismo que asalta el cuartel Moncada; que eres tú ese que reprime el grito cuando le arrancan los ojos. Te verás viajando a otro país, en casas de seguridad, buscando armas, haciendo preparativos para la libertad. Sentirás el necesario temor cuando desembarcando en tu patria los reciban las balas del tirano deshaciendo casi por completo la expedición, será, apenas, tu sentido de la orientación el que te salve. El calor y la humead de la sierra no te dejarán en paz, las botas estarán pesadas, el fango te llegará hasta el pecho. La sed, la maldita sed, te secará la boca pero no te impedirá saborear la victoria con los tuyos cuando declares que se han ganado el derecho de empezar. Te llenarás de heroísmo los pulmones en Girón. Aunque la disnea te impida respirar y sientas esas contracciones en el torso, tus sueños te llevarán hasta Bolivia. Sentirás lo quemante de una bala en tu pierna, escupirás a un oficial que querrá humillarte, quedarás, después, inmóvil, como en un sueño, sin sentir pero sintiendo, con tu rostro angelical. Llorarás cuando la muerte te bese las barbas y el asma. Te ahogara el calor, ni siquiera las palmas frescas te aliviarán. Todo es un segundo, todo te parecerá una eternidad. Acostado, mirando el cielo, descubrirás verdades en él y en las hojas de los árboles. Escucharás, a la distancia, la entrada de los tanques en Moneda, los disparos, las injurias, el último mensaje de un buen hombre; te llenarán de escupitajos, serás muerto nuevamente en el estadio, junto a otros miles. El sudor recorrerá tu frente, querrás gritar y levantarte, andar en el caballo, cabalgar al infinito, ahogar las penas y la angustia, terminar con la tortura, querrás matar para poder vivir. Serás desaparecido, te buscarán las abuelas, las Madres de Plaza de Mayo, reirás de tan feliz cuando te encuentren. Llorarás inexorablemente. La vista se te irá nublando, poco a poco, sin oportunidad de nada más. Se extinguirá el aire por más que intentes aspirarlo. Todos los dolores de tu tierra se posarán en tu pecho, en tu pierna, en tus brazos, en tus ojos, en tu angustia, en tu ausencia. Sentirás como las fauces de la bestia en que viviste casi se tragan a ese pedazo del mundo, a esa isla hermosa. Sentirás que vuelves a nacer, a vivir, a pelear, a ganar, aunque ya casi no respires, aunque la vista se te nuble.
El calor, la sed, el cansancio, se extinguirán, no tendrás más dolor, ni nada. Tus músculos quedarán relajados debajo del uniforme guerrillero que con tanto ahínco y sacrificio te ganaste; quedarán la levita y las antiparras en tu mochila inseparable junto a tu confidente diario de campaña. La sangre brotará de ese orificio hecho por la bala, regará la tierra, le dará vida. Todo se oscurecerá. Caerá el fusil acompañándote, dormirá a tu costado izquierdo. Sabrás que el mundo se te acaba. Que la oscuridad te irá bebiendo. Que la tierra te reclama para ser semilla. Mirarás al infinito, en él observarás lo que soñaste, lo que peleaste. Verás a los tuyos rompiendo las cadenas. Escucharás a Venezuela gritando “yanquis de mierda”; a la indígena Bolivia levantarse, llenarse de júbilo y verdad; a Ecuador decidiendo su destino. Tus ojos mirarán a la América mestiza siendo ella, libre, independiente, soberana.
Nadie, José, nadie entenderá porque ahora que la bala te está matando, se te dibuja una sonrisa. Nadie, Martí, nadie, entenderá porque te vas alegre, pese a todo. Nadie, José, nadie, entenderá porque te vas sereno, hermoso. Nadie entenderá que mueres para empezar a vivir eternamente con los pobres de la tierra. Nadie entenderá que te vas contento porque desde Dos Ríos, a instantes de la muerte, tú José, tú Martí, sabías que seríamos para siempre libres. Por eso, tú, José Martí, exhalas, este 19 de mayo de 1895, el último y contento aliento, de cara al sol como soñaste.
(Em português:)
DE CARA PARA O SOL
José ARREOLA
O amor à Pátria, mãe,
Não é o mero amor à terra,
Nem à erva que pisam nossos pés.
É o ódio invencível a quem a oprime,
O rancor eterno a quem a ataca.
José Martí.
Cavalgarás em contraordem, na primeira linha. O perigo, a ousadia, os desejos, a luz eterna te chamarão. Cairás do cavalo, por um golpe estranho, desconhecido até então. Deitado de costas, de cara para o sol, sentirás que te transformas em outros, mas sempre sendo tu mesmo. Ao perceber o sol, ao sentir seus raios no rosto, tentarás sorrir para ele. Sentirás uma breve dor, uma dor aguda, uma dor sonora, penetrando como rajada de vento em tua carne. Saberás que és tu aquele que assalta o quartel Moncada, que és tu aquele que reprime o grito quando lhe arrancam os olhos. Ver-te-ás viajando a outro país, em casas de segurança, buscando armas, fazendo preparativos para a liberdade. Sentirás o necessário temor, ao desembarcar em tua pátria, quando te receberem as balas do tirano, destruindo quase por completo a expedição. Apenas teu senso de orientação te salvará. O calor e a umidade da serra não te deixarão em paz, as botas te pesarão, a lama te chegará até o peito. A sede, a maldita sede, te secará a boca, mas não te impedirá de saborear a vitória junto aos teus, quando declarares que ganharam o direito de começar. Encherás de heroísmo teus pulmões, em Girón. Ainda que a dispneia te impeça de respirar, ainda que sintas essas contrações no peito, teus sonhos te levarão até a Bolívia. Sentirás o fogo de uma bala na perna, cuspirás num oficial que quer humilhar-te, depois permanecerás imóvel, como num sonho, sem sentir mas sentindo, com teu rosto angelical. Chorarás quando a morte te beijar a barba e a asma. O calor te sufocará, nem sequer as palmas frescas te aliviarão. Tudo é um segundo, tudo te parecerá uma eternidade. Deitado, contemplando o céu, descobrirás verdades nele e nas folhas das árvores. Ouvirás, à distância, a entrada dos tanques em La Moneda, os disparos, os insultos, a última mensagem de um bom homem; te escarnecerão, serás morto novamente no estádio, junto a milhares de outros. O suor te correrá pela testa. Desejarás gritar e levantar-te, andar a cavalo, cavalgar o infinito, afogar as penas e a angústia, acabar com a tortura; desejarás matar para poder viver. Serás um desaparecido; as Avós, as Mães da Praça de Maio te procurarão. E rirás, de tão feliz, quando te encontrarem. Chorarás inexoravelmente. Teus olhos se nublarão pouco a pouco, sem chance de mais nada. O ar se extinguirá, por mais que tentes aspirá-lo. Todas as dores de tua terra se alojarão em teu peito, em tua perna, em teus braços, em teus olhos, em tua angústia, em tua ausência. Sentirás como a garganta do ser rude em que viveste quase engole esse pedaço do mundo, essa bela ilha. Sentirás que tornas a nascer, a viver, a lutar, a vencer, embora já quase não respires, embora teus olhos se turvem.
O calor, a sede, o cansaço se extinguirão. Não mais terás dor, nem nada. Teus músculos relaxarão sob o uniforme de guerrilheiro, que com tanto afinco e sacrifício ganhaste. Restarão o casaco e os óculos em tua mochila inseparável, junto ao teu confidente diário de campanha. O sangue brotará desse orifício feito pela bala, regará a terra, dar-lhe-á vida. Tudo escurecerá. O fuzil cairá, te acompanhando, repousará junto a teu flanco esquerdo. Saberás que o mundo acaba para ti. Que a escuridão te engolirá. Que a terra te quer para semente. Contemplarás o infinito; nele verás o que sonhaste e pelo que lutaste. Verás os teus rompendo os grilhões. Ouvirás a Venezuela gritando “ianques de merda!”; e a Bolívia indígena levantar-se, encher-se de júbilo e verdade; e o Equador decidindo seu destino. Teus olhos verão a América mestiça sendo ela própria, livre, independente, soberana. Ninguém, José, ninguém entenderá por que, agora que a bala está te matando, desenha-se em ti um sorriso. Ninguém, Martí, ninguém entenderá por que vais alegre, apesar de tudo.
Ninguém, José, ninguém entenderá por que vais sereno, belo. Ninguém entenderá que morres para começar a viver, eternamente, com os pobres da terra. Ninguém entenderá que vais feliz, porque desde Dos Ríos, momentos antes da morte, tu, José, tu, Martí, sabias que seríamos livres para sempre. Por isso, tu, José Martí, exalas neste 19 de maio de 1895 o último e feliz suspiro, de cara para o sol, tal como sonhaste.
(Tradução literária de Yara Camillo).
José Arreola
México
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