En Roma, en el cementerio de Trasón, en la vía Salaria Nueva, san Saturnino de Cartago, mártir, quien, según refiere el papa san Dámaso, bajo el emperador Decio, por confesar a Cristo, primero fue atormentado en el potro en su misma patria, y después, extraditado a Roma, tras superar otros atroces tormentos, convirtió a la fe al tirano Graciano, y finalmente alcanzó la corona del martirio al ser decapitado.
En Toulouse, de la Galia Narbonense, conmemoración de san Saturnino, obispo y mártir, que, según la tradición, en tiempo del mismo Decio fue detenido por los paganos en el Capitolio de esta ciudad, y arrastrado por las escaleras desde lo alto del edificio, hasta que, destrozados la cabeza y el cuerpo, entregó su alma a Cristo.
En Ancira, de Galacia, san Filomeno, mártir, que en la persecución bajo el emperador Aureliano, y siendo prefecto Félix, después de arrojarlo al fuego le acribillaron manos, pies y cabeza con clavos, y así consumó su martirio, según se refiere.
En Todi, de la Umbría, santa Iluminada, virgen.
En Sarug de Batnan, de Osroene, en Mesopotamia, san Jacobo, obispo, que ilustró con su fe purísima a esta Iglesia por medio de sus sermones, homilías y traducciones, y es reconocido por los sirios como doctor y columna de la Iglesia, junto con san Efrén.
En Daventer, de Frisia, traslación de san Radbodo, obispo de Utrecht, pastor docto y prudente, que murió visitando a los campesinos.
En York, en Inglaterra, beato Eduardo Burden, presbítero y mártir, que habiendo estudiado en el Colegio de los Ingleses en Reims, ya ordenado presbítero, por regresar a los dominios de la reina Isabel I fue condenado al patíbulo ante una turba enfurecida.
En la misma ciudad, ocho años más tarde, beatos Jorge Errington, Guillermo Gibson y Guillermo Knight, mártires y sacerdotes, que, vigilados como proscritos por el mero hecho de ser presbíteros, fueron martirizados cruelmente.
En la isla de Sumatra llamada Aceh, beatos mártires Dionisio de la Natividad (Pedro) Berthelot, presbítero, y Redento de la Cruz (Tomás) Rodríguez, religiosos de la Orden de los Carmelitas Descalzos, a quienes los mahometanos sometieron a esclavitud y, finalmente, llevaron a la orilla del mar para acabar asaetándolos y decapitándolos.
En Valladolid, beato Bernardo de Hoyos, religioso de la Compañía de Jesús y presbítero, que escribió amorosamente del Sagrado Corazón de Jesús.
En Lucera, de la Apulia, san Francisco Antonio Fasani, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, varón de exquisita doctrina, sumamente fundamentado en la escuela de la predicación y de la penitencia, el cual sirvió hasta tal punto a los pobres y necesitados, que nunca dudó en despojarse incluso de sus vestidos para cubrir al mendigo, ofreciendo a todo el mundo ayuda cristiana.
En Roma, beata María Magdalena de la Encarnación (Catalina) Sordini, virgen, fundadora de las Hermanas de la Adoración Perpetua.
En el lugar llamado El Saler, cerca de Valencia, en España, beato Alfredo Simón Colomina, presbítero, de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, que en la persecución contra la Iglesia confirmó con su sangre su fidelidad al Señor.
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