UN ''EVANGELISTA'' DE LA NAVIDAD PARA ESTE SIGLO
De Antonio Oliver Montserrat se he escrito que fue "un cristiano que no se avergonzaba de serlo". Gracias al carisma que los Teatinos heredaron de su navideño fundador, Cayetano de Thiene, Antonio Oliver, que continuamente iba y venia tan a gusto y por su cuenta por las sendas del adviento de su predicación, se presentó un dia ante nosotros y nos dejó a todos, de repente, como transportados y en suspenso.
Creímos de inmediato -¡esas inefables emociones que, sin esperarlas, nos arrebatan!- que era Antonio Oliver lo más parecido a un ángel de las Navidades
Resulta, así es de sencilla la cuestión, que no solía hacer otra cosa Oliver que echar a voleo palabras iluminadas a ver si alguna vez el hombre que aún no somos logra llegar, al fin, a ser el hombre que está ilamado a ser.
De modo y manera que es natural que Antonio Oliver no se avergonzara jamás de ir andando siempre por los caminos que van derechos a Belén. Antonio Oliver, un teatino mallorquín que había bebido en los hontanares navideños de San Cayetano, no solía ir por la vida de intelectual erudito jamás. Mas, eso sí, se lo sabía todo o casi. Exégeta, teólogo, conocedor de las lenguas bíblicas, hebreo, griego y latín, humanista, antropólogo, profesor brillante, llegando las fiestas de la Celebración del Misterio de Navidad, no tenía más remedio -obedecía a no se sabe qué profundos reclamos interiores-, que presentarse ante nosotros revestido o transfigurado en ángel predicador: "Os ha nacido, amigos, un Niño en Belén de Judá".
Nos dejó así Antonio -como hermosos tarjetones de felicitación- en sus lecciones de Antropología y Cristianismo, un tratado más que resplandeciente de la Navidad.
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