El “Yo decido sobre mi cuerpo” es una arquetípica premisa, irrenunciable para el feminismo radical que con sustento en la ideología de género y apoyo del estado impone a todos los ciudadanos sus políticas públicas sobre lo que considera son los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres. Amén de hacer pagar la cuenta de dichas políticas incluso a las mayorías cristianas y católicas a través de instrumentos tributarios. Es una realidad que discrimina y aplasta los valores con el peso del Estado en muchos países…
Así ha ocurrido por décadas en Corea del Sur, según ha declarado a L’Osservatore Romano hace algunos días Teresa Lee, Licenciada por la Universidad católica de Seúl, experta en salud reproductiva, quien desde hace dieciséis años trabaja en el Happy Family Movement, cuya actividad consiste en instruir y aconsejar a las mujeres, o a las parejas, sobre los métodos naturales de regulación de la fertilidad.
En Corea existió por años señala la experta, una política que fomentaba el uso de anticonceptivos y de esterilización gratuita, donde el estado alentaba además a que las mujeres concibieran un solo hijo. “Ahora, de repente, el Gobierno descubre que la población sudcoreana está envejeciendo muy rápidamente, y da la alarma”, asegura.
La irracional manipulación ideológica del estado
Lee conoce los sufrimientos y expectativas que ha impuesto el Estado a millones de mujeres en las dos Corea. Pero también los frutos en calidad de vida y economía que disfrutan aquellas que –acompañadas por Happy Family Movement- se resitieron a la publicidad estatal optando por métodos naturales de regulación de la fertilidad y embarazo. “Hace unos diez años venían a verme mujeres casadas –indica Lee-, la mayor parte de las cuales rozaban los 30 años y querían saber cómo evitar quedar embarazadas usando métodos naturales. Hoy, en cambio, me consultan mujeres que me piden todo lo contrario: cómo quedar embarazadas usando métodos naturales. En diez años la situación ha dado un vuelco”.
Seguros de que la familia es la riqueza fundamental de la sociedad Happy Family Movement, enseña a las mujeres métodos naturales para estimular la fertilidad e identificar los ciclos de fertilidad. Según registros de la propia Organización Mundial de la Salud que hoy promueve incluso el aborto, el método defendido por Lee tiene un 98,5 % de efectividad, señala la propia experta. No perturba –agrega- los ritmos naturales del organismo femenino, ni su anatomía; y mucho menos existen objeciones religiosas o morales contra su uso.
La experta coreana, explica que aprendió el conocido método Billings de los mismos esposos australianos fundadores en 1998, en un seminario dictado en la ciudad de Daegu. Durante este tiempo, entre las mujeres que acudían al consultorio, cuenta, “había muchas que habían quedado embarazadas contra su voluntad, y muchas otras que habían abortado. Esto sucedía porque los anticonceptivos tradicionales no siempre funcionaban. Yo las instruía en el método Billings, cuyo éxito es superior en el noventa por ciento. Mucho depende de la actitud que la mujer adopta respecto a este método. El enfoque psicológico es importantísimo. La mujer que quiera experimentar el método Billings, debe saber que este requiere compromiso y mucha dedicación. El problema es que muchas mujeres aún desconfían de este método natural y me consultan con actitud prevenida”.
Con años de práctica profesional Lee afirma que el ‘Billings’ es mucho más certero que los métodos anticonceptivos tradicionales… y menos oneroso. “Pero las mujeres no están bien informadas. En los diarios o en la televisión no se habla de él. La misma Iglesia, aquí en Corea, es escéptica, y falta un apoyo financiero real. No me gusta decirlo, pero en cierto modo también la Iglesia parece haberse adecuado al espíritu de nuestro tiempo”, denuncia.
Variables que perjudican la maternidad, el nuevo trauma
Las estadísticas de su organización indican que el tiempo necesario para regular el uso del método natural va de seis meses a un año. Lee agrega que el retorno y respeto a la propia naturaleza humana es una clave que humaniza la vida. En particular hoy -precisa- en países donde tras años de políticas estatales basadas en químicos y abortos las mujeres no logran tener hijos. Lugares, agrega, donde la edad del matrimonio se ha elevado notablemente. “Las mujeres que recurren a nosotros son incluso mayores de cuarenta años, y no han tenido ningún hijo pese a que están casadas desde hace mucho tiempo. La paradoja es que muchas de estas mujeres usaron la píldora en el pasado, y ahora que quieren tener un hijo, descubren que no pueden lograrlo. Pero también hay problemas de tipo psicológico. Además de enseñarles el método natural para aumentar la posibilidad de que queden embarazadas, tratamos de restablecer la armonía en la pareja”
Con esta realidad impuesta por el Estado, explica, “muchas mujeres que han recurrido, sin éxito, a la inseminación artificial, hoy están de regreso. Somos su última esperanza”.
Teresa cuestiona el fondo ideológico en la intervención de los estados pues sus medidas dañan en definitiva el cuerpo de la mujer y la familia. “Antes podías ir a un centro de salud y obtener píldoras y preservativos gratis. Hoy el Gobierno fomenta la difusión de la inseminación artificial; se trata de dar un giro de ciento ochenta grados… No existe ninguna valoración de orden moral en todo esto, sino que se trata de un mero cálculo económico: si hoy hay menos niños, significa que dentro de una o dos generaciones habrá un escaso número de contribuyentes que sostengan el sistema jubilatorio, ya desfasado por una población cada vez más vieja. En una palabra, es la economía la que dicta los valores de la ética común”.
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