EL DESTINO EN UNA MONEDA
El gran general japonés Nobunaga decidió atacar, a pesar de que sólo contaba con un soldado por cada diez enemigos. El estaba seguro de vencer, pero sus soldados abrigaban muchas dudas.
Cuando marchaban hacia el combate, se detuvieron en un santuario sintoísta. Después de orar en dicho santuario, Nobunaga salió afuera y dijo: «Ahora voy a echar -una moneda al aire. Si sale cara, venceremos; si sale cruz, seremos derrotados. El destino nos revelará su rostro».
Lanzó la moneda y salió cara. Los soldados se llenaron de tal ansia de luchar que no encontraron ninguna dificultad para vencer. Al día siguiente, un ayudante le dijo a Nobunaga: «Nadie puede cambiar el rostro del destino».
«Exacto», le replicó Nobunaga mientras le mostraba una moneda falsa que tenía cara por ambos lados.
¿El poder de la oración? ¿El poder del destino? ¿O el poder de una fe convencida de que algo va a ocurrir?
PEDIR LA LLUVIA
Cuando acude a ti el neurótico en busca de ayuda, rara vez pretende ser curado, porque toda curación es dolorosa. Lo que realmente desea es encontrarse a gusto con su neurosis. O, mejor aún, anhela un milagro que
le cure sin dolor.
Al viejo le encantaba fumar su pipa después de la cena. Una noche su mujer olió que algo se quemaba y gritó:
«¡Por Dios bendito, papá! Se te están quemando los bigotes». «Ya lo sé», respondió el viejo airadamente. «¿No ves que estoy pidiendo la lluvia?».
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