Beata María Magdalena Martinengo, abadesa
fecha: 27 de julio
n.: 1687 - †: 1737 - país: Italia
canonización: B: León XIII 3 jun 1900
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1687 - †: 1737 - país: Italia
canonización: B: León XIII 3 jun 1900
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Brescia, en la región de la
Lombardía, beata María Magdalena Martinengo, abadesa de la Orden de Clarisas
Capuchinas, insigne por su abstinencia.
María Magdalena Martinengo da Barco nació
en el seno de una noble familia en la ciudad italiana de Brescia, en 1687.
Cuando tenía cinco meses perdió a su madre. Desde muy niña, se mostró inclinada
a la devoción y a la mortificación y tuvo algunas experiencias en las que es
difícil distinguir lo espiritual de lo patológico. Su deseo de «imitar todo lo
que habían hecho los santos» no constituía un programa recomendable a ninguna
edad.
A los dieciocho años, ingresó en el convento
capuchino de Santa María de las Nieves de su ciudad natal. En 1706 hizo la
profesión. Tres veces fue maestra de novicias y, durante algún tiempo,
desempeñó el humilde cargo de portera. En 1732 y en 1736, fue elegida superiora
y desempeñó su oficio con el mismo celo que los otros. Dios premió su generoso
y desinteresado amor con experiencias místicas extraordinarias y con el don de
milagros. La beata profesaba particular devoción a la coronación de espinas y,
después de su muerte, se descubrió que llevaba bajo el velo, alrededor de la
cabeza, una rejilla de puntas aceradas. Esta no era sino una de las
mortificaciones más «ordinarias» de María Magdalena, cuyos detalles resultarían
poco edificantes, ya que, según escribió un benedictino, muchas de sus mortificaciones
se asemejaban a las «proezas de un fakir». Pero la beata las practicaba como
una manera de expresar su amor al Redentor crucificado que había sufrido por
ella y porque «un solo corazón es demasiado poco para amarle». Además, a la
mortificación supo unir el cumplimiento de sus deberes de maestra de novicias y
superiora, el amor del silencio y una gran mansedumbre en la conversación. Su
muerte ocurrió en 1737, cuando tenía cincuenta años de edad. Fue beatificada en
1900.
Con ocasión de la beatificación se
publicaron varias biografías, basadas principalmente en los documentos del
proceso: la del P. Ladislao de Vannes, en francés (1901); en italiano, las de
los PP. Ludovico de Liborno (1899), Antonino de Bérgamo (1900), y Sisto de Pisa
(1900).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2596
Beata María de la Pasión, virgen
fecha: 27 de julio
n.: 1866 - †: 1912 - país: Italia
otras formas del nombre: Maria Gracia Tarallo
canonización: B: Benedicto XVI 14 may 2006
hagiografía: Vaticano
n.: 1866 - †: 1912 - país: Italia
otras formas del nombre: Maria Gracia Tarallo
canonización: B: Benedicto XVI 14 may 2006
hagiografía: Vaticano
En Nápoles, Italia, beata María de la
Pasión (Maria Gracia) Tarallo, virgen.
Nació el 23 de septiembre de 1866 en Barra
(Nápoles, Italia). Fue bautizada al día siguiente con el nombre de Maria
Grazia. Sus padres, Leopoldo Tarallo y Concetta Borriello, tuvieron otros seis
hijos, dos de los cuales murieron muy pronto. Dos de las hijas fueron también
religiosas en el instituto en el que ingresó la beata. Sus padres, que le
dieron una sólida formación humana y cristiana, vivían aún cuando murió María
de la Pasión y colaboraron como testigos en el proceso canónico. Su madre
declaró en dicho proceso: «Desde muy pequeña se mostraba siempre dócil y
tranquila, le gustaba estar apartada. Al ser la primera de mis hijas, con amor
y empeño superiores a su edad, me ayudaba en los quehaceres de la casa y se ocupaba
también de enseñar a sus hermanas pequeñas lo que ella aprendía en la escuela».
Deseaba ardientemente recibir la
Eucaristía. En su autobiografía escribe: «Cuando iba a la santa misa con mi
madre, viendo a las personas que se acercaban a la mesa eucarística, me ponía a
llorar porque quería recibir también yo la sagrada Comunión, pero no me lo
permitían». Por fin pudo hacerlo, a los siete años, el Lunes santo de 1873.
Recibió el sacramento de la Confirmación a los diez años, el 28 de julio de
1876. Terminada la escuela primaria, Maria Grazia aprendió y luego ejerció el
oficio de costurera. Su vida estaba totalmente orientada hacia la perfección
cristiana y la vida consagrada. Como Terciaria Franciscana vivía los consejos
evangélicos.
A los veintidós años, cuando pensaba que
ya pertenecía completamente a Jesús, su padre, que se oponía a esa vocación,
trató de disuadirla imponiéndole la aceptación del matrimonio. El joven
Raffaelle Aruto le había pedido la mano de María Grazia. Ante su padre
autoritario no se atrevió a negarse, convencida de que a pesar de ello el
matrimonio no se realizaría, pues nuestro Señor Jesucristo se lo había
asegurado en su interior. Así, el 13 de abril de 1889 se llevó a cabo el
matrimonio civil, dejando para más adelante el religioso, como era tradición en
aquella región. Pero esa misma tarde, durante el banquete para celebrarlo,
Raffaelle se sintió mal por un ataque de hemoptisis y los médicos le
aconsejaron que se trasladara a Torre del Greco para respirar aire más salubre.
Allí murió nueve meses después del matrimonio civil, el 27 de enero de 1890.
El padre de Maria Grazia quiso imponerle
un segundo matrimonio, pero ella le dijo: «Padre, ¿ni siquiera ahora quiere
rendirse? Habiendo visto lo que ha sucedido ¿no se convence de que yo debo ser
monja?». Por fin su padre la dejó seguir su camino para entregarse sin reservas
a Dios en la vida consagrada. El 1 de junio de 1891, juntamente con su hermana
Drusiana, entró en el convento de las religiosas Crucificadas Adoratrices de la
Eucaristía, fundada por la sierva de Dios María Pía Notari. Su hermana Giuditta
entró en la congregación tres años después.
Durante el proceso canónico, la fundadora,
que le había dado el nombre de María de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo,
dio testimonio de su vida virtuosa y de su fama de santidad. La maestra de
novicias declaró sobre sor María: «Durante su noviciado, bajo mi dirección,
cumplió con admirable exactitud todos sus deberes religiosos, distinguiéndose
entre sus compañeras especialmente en las virtudes de la santa obediencia y la
humildad. No llamaba para nada la atención».
Realizó plenamente su vocación por amor a
la Pasión de Jesús crucificado, a la Eucaristía y a la Virgen de los Dolores.
Decía: «Me llamo sor María de la Pasión y debo asemejarme al Maestro». Recibió
varios encargos, entre ellos la dirección espiritual de sus hermanas como
maestra de novicias, pero también otros más humildes, como cocinera, ropera y
portera. Entre todos los trabajos prefería el de fabricar las hostias para la
santa misa, pues lo veía como una prolongación de la adoración eucarística y
como parte del carisma de su instituto. Oraba continuamente; pasaba mucho
tiempo del día, y a veces durante la noche, orando en el último lugar del coro,
y permanecía en íntimo diálogo con Dios. La oración era el alimento de su alma.
Siempre fue ejemplar y edificante en la
caridad y en la oración, y toda la comunidad la admiraba. En uno de sus
escritos manifiesta su ardiente celo apostólico con estas palabras: «Mientras
en la tristeza de mi corazón consideraba hasta qué punto llega el encendido
amor del Corazón del Verbo divino a los hombres, y que estos corresponden a tan
gran amor con las más negras ingratitudes, me dije: Ah, Dios mío, ojalá pudiera
salir al mundo para gritar por las plazas: Oh mundo ciego, abre los ojos y
conoce a este Dios y ámalo. (...) El Amor no es amado, porque no es conocido».
Vivió los últimos días de su vida alimentándose únicamente de la Eucaristía.
Murió el 27 de julio de 1912. Su fama de santidad se extendió por la heroicidad
de las virtudes, por haberse ofrecido como víctima por los pecadores y los
sacerdotes, y también por los dones sobrenaturales que coronaron el camino de
su espiritualidad, santidad y mística. Fue beatificada el 14 de mayo de 2006,
en Nápoles.
fuente: Vaticano
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
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