De la ambición de disponer de mi propio tiempo, líbrame Jesús
27 julio, 2016 por Deja un comentario
La ambición de acaparar nuestro tiempo, de ir ganando minutos a nuestro día, va erosionando nuestra capacidad de contemplación y de entrar dentro de uno mismo. Nos cuesta escuchar con calma, sin dar sensación de prisa o desinterés, asumiendo como mía la preocupación del otro, porque siempre tenemos mucho que hacer y muy poco tiempo para hacerlo. La ambición de aprovechar el tiempo, para dedicarlo a nuestras cosas, nos hace vivir en la telaraña del activismo, supeditando lo urgente a lo esencial e importante, las personas a las cosas. Detrás de esa ambición por tener tiempo se esconde el círculo vicioso de la propia soberbia, que necesita afianzar el propio «yo», haciéndolo dueño y gestor del propio espacio. Pero, ese tiempo, ambicionado con desorden y avaricia, se convierte precisamente en nuestra mayor esclavitud.
El tiempo de Dios nada sabe de nuestras prisas y carreras. Mucha salvación puede encerrarse en un minuto de tu vida, en el que todo se te pone, de repente, patas arriba. ¿Crees que el Señor no tenía prisa e impaciencia por cumplir esa redención del hombre, que el Padre le había encomendado? Y, sin embargo, dejó que la historia humana corriera, y que transcurrieran los años de los hombres, cuando pasó la mayor parte de su vida escondido en una casa de Nazareth, dedicándose a hacer, aparentemente, nada. Así es el modo y el transcurrir de Dios, no el tuyo, que anda estragado entre los mil pasatiempos de esta vida. Aprovecha tu tiempo para lo verdaderamente esencial: tu salvación y tu santidad. Es la tarea fundamental de tu vida. Este tiempo, que ahora ambicionas, se te irá de las manos para siempre, con la misma rapidez con que ahora lo ves deslizarse entre tus dedos. No ambiciones lo que no es tuyo, pues sólo Dios es el dueño y señor de tu historia.
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