Beato Ángel de Acri, religioso presbítero
fecha: 30 de octubre
n.: 1669 - †: 1739 - país: Italia
otras formas del nombre: Lucantonio Falcone
canonización: B: León XII 9 dic 1825
hagiografía: «Franciscanos para cada día» Fr. G. Ferrini O.F.M.
n.: 1669 - †: 1739 - país: Italia
otras formas del nombre: Lucantonio Falcone
canonización: B: León XII 9 dic 1825
hagiografía: «Franciscanos para cada día» Fr. G. Ferrini O.F.M.
Elogio: En Acri, localidad de Calabria,
beato Ángel de Acri, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos,
que viajó por todo el reino de Nápoles predicando la Palabra de Dios en un
estilo adaptado a la gente sencilla.
Angel nació en Acri, Calabria, el 19 de
octubre de 1669, hijo de Francisco Falcone y Diana Enrico. Ingresó al noviciado
entre los Hermanos Menores Capuchinos de Acri (Cosenza) y después de un período
de perplejidad debido al temor de no poder realizar en sí los ideales de la
Orden, en 1691 emitió los votos. Terminados los estudios y ordenado sacerdote,
se consagró a la predicación: una predicación simple y ardiente, despojada de
retórica y acompañada de milagros, que tuvo un grande y benéfico influjo
especialmente entre el pueblo del campo de la Italia meridional. En recuerdo de
sus misiones dadas continuamente, solía erigir un Calvario formado por tres
cruces. Pero los comienzos de su apostolado fueron desalentadores. Por eso
después de un primer fracaso, rogó al Señor que le diera el don de la palabra y
el Señor lo bendijo.
Fue elegido ministro provincial y varias
veces superior de conventos. Cuando estaba en el púlpito las ideas le venían
sugeridas en abundancia como por inspiración divina. Las primeras diócesis por
él evangelizadas fueron: Cosenza, Rossano, Bisignano, San Marco, Nicastro y
Oppodo Lucano. Mientras predicaba en esta última ciudad apareció sobre su
cabeza una estrella luminosa que fue admirada por todos los presentes. Las
conversiones fueron muchas. El demonio, envidioso de estos éxitos, varias veces
intentó hacerlo interrumpir las tandas de predicación.
En 1711 el Cardenal Pignatelli invitó a
Angel a predicar la cuaresma en Nápoles, en la catedral. Desde el día de ceniza
la iglesia estaba abarrotada. El hombre de Dios predicó con simplicidad. Los
oyentes primero sonreían, pero luego, ante la santidad de su vida, la
profundidad de sus palabras, los milagros que durante la cuaresma se repitieron
y las numerosas conversiones, el auditorio comprendió que las predicaciones
eran de un santo.
Tema de sus predicaciones eran los
«novísimos» y las demás verdades de la fe. Frecuentes en su vida fueron los
éxtasis; muchas veces fue visto elevado de la tierra. Mientras predicaba
algunas veces aparecía rodeado de luz celestial, otras veces se vio una blanca
paloma posarse sobre su cabeza. En 1739 fue asignado al convento de Acri, su
región natal. Ya estaba anciano y consumido por las fatigas apostólicas y sus
conciudadanos temían que muriera lejos de su país. Pero él deseaba morir en el
campo de trabajo. Seis meses antes de su muerte fue atacado de ceguera. El 30
de octubre de 1739, a la edad de 70 años con los Nombres Santísimos de Jesús y
de María en sus labios, expiró serenamente. Su sepulcro fue glorioso por sus
milagros.
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
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San Marcelo el centurión, mártir
fecha: 30 de octubre
†: 298 - país: Marruecos
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santi e Beati
†: 298 - país: Marruecos
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santi e Beati
Elogio: En Tánger, ciudad de Mauritania, pasión de san Marcelo, centurión,
que el día del cumpleaños del emperador. mientras los demás ofrecían
sacrificios, se quitó las insignias de su función y las arrojó al pie de los
estandartes, afirmando que por ser cristiano no podía seguir manteniendo el
juramento militar, pues debía obedecer solamente a Cristo, y así consumó su
martirio al ser inmediatamente decapitado.
Patronazgos: Patrono de León, España.
refieren a este santo: San Casiano de
Tánger, Santos Claudio,
Lupercio y Victorio, Santos Facundo y
Primitivo, Santos Servando
y Germán
La «Passio» de san Marcelo nos ha llegado
en dos recensiones transmitidas por diversos manuscritos, dispersos en las
bibliotecas de Roma, Bruselas, Londres, Madrid, León, Burdeos, etc. El núcleo
original se lo reconoce como históricamente auténtico, y consta de dos
interrogatorios verbales en dos tribunales diferentes, a distancia de tres
meses. Luego, alrededor de la siglo XI, esta historia sufre interpolaciones que
hacen de san Marcelo esposo de santa Nona y padre de doce hijos (Claudio,
Lupercio, Victorico, Facundo, Primitivo, Emeterio, Celedonio, Servando,
Germano, Fausto, Genaro y Marcial). El origen y la evolución de esta leyenda,
profundamente arraigada en la tradición cristiana del pueblo de León ha sido
cuidadosamente estudiado por De Gaiffier.
Transcribimos los hechos tal cual lo
cuenta la «Passio»: En la ciudad de Tingis (Tánger), en la época del
gobernador Fortunato, cuando todo el mundo celebraba el cumpleaños del
emperador, uno de los centuriones, llamado Marcelo, que consideraba los
banquetes como una práctica pagana, se despojó del cinturón militar ante los
estandartes de su legión y dio testimonio en voz alta, diciendo: «Yo sirvo al
Rey Eterno, Jesucristo, y no seguiré al servicio de vuestros emperadores.
Desprecio a vuestros dioses de madera y de piedra, que no son más que ídolos
sordos y mudos». Al oír eso, los soldados quedaron desconcertados. En seguida
tomaron preso a Marcelo y refirieron lo sucedido al gobernador Fortunato, quien
ordenó conducir al mártir a la prisión. Cuando terminaron las fiestas, el
gobernador reunió a su consejo y convocó al centurión. Cuando éste llegó, el
gobernador Astasio Fortunato le dijo: «¿Por qué te quitaste el cinturón militar
en público, en desacato a la ley militar, y porqué arrojaste tus insignias?»
Marcelo: El 21 de julio, día de la fiesta del emperador, ante los estandartes de nuestra legión, proclamé en público y abiertamente que yo era cristiano y que no podía servir al ejército, sino sólo a Jesucristo, el Hijo de Dios Padre Todopoderoso.
Fortunato: No puedo pasar por alto ese modo de proceder tan precipitado, de suerte que daré cuenta a los emperadores y al césar. Voy a enviarte a mi señor Aurelio Agricolano, diputado de los prefectos pretorianos.
Marcelo: El 21 de julio, día de la fiesta del emperador, ante los estandartes de nuestra legión, proclamé en público y abiertamente que yo era cristiano y que no podía servir al ejército, sino sólo a Jesucristo, el Hijo de Dios Padre Todopoderoso.
Fortunato: No puedo pasar por alto ese modo de proceder tan precipitado, de suerte que daré cuenta a los emperadores y al césar. Voy a enviarte a mi señor Aurelio Agricolano, diputado de los prefectos pretorianos.
El 30 de octubre, el centurión Marcelo
compareció ante el juez, a quien se comunicó lo siguiente: «El gobernador
Fortunato ha remitido a tu autoridad al centurión Marcelo. He aquí una carta
suya, que te leeré si lo deseas.» Agricolano dijo: «Lee». Entonces se leyó el
informe oficial: «De parte de Fortunato a ti, mi señor», etc. Entonces
Agricolano preguntó a Marcelo: «¿Hiciste lo que dice el informe oficial?»
Marcelo: Sí.
Agricolano: ¿Servías regularmente en el ejército?
Marcelo: Sí.
Agricolano: ¿Qué te impulsó a cometer la locura de arrojar las insignias y a hablar en esa forma?
Marcelo: No es una locura temer a Dios.
Agricolano: ¿Dijiste realmente todo lo que cuenta el informe oficial?
Marcelo: Sí.
Agricolano: ¿Arrojaste las armas?
Marcelo: Sí, porque a un cristiano que sirve a Cristo, no le es lícito militar en los ejércitos de este mundo.
Agricolano: La acción de Marcelo merece un castigo.
Marcelo: Sí.
Agricolano: ¿Servías regularmente en el ejército?
Marcelo: Sí.
Agricolano: ¿Qué te impulsó a cometer la locura de arrojar las insignias y a hablar en esa forma?
Marcelo: No es una locura temer a Dios.
Agricolano: ¿Dijiste realmente todo lo que cuenta el informe oficial?
Marcelo: Sí.
Agricolano: ¿Arrojaste las armas?
Marcelo: Sí, porque a un cristiano que sirve a Cristo, no le es lícito militar en los ejércitos de este mundo.
Agricolano: La acción de Marcelo merece un castigo.
En seguida pronunció la sentencia:
«Marcelo, que tenía el rango de centurión, ha admitido que él mismo se degradó
al arrojar públicamente las insignias de su dignidad. Por otra parte, el
informe oficial hace constar que pronunció palabras insensatas. En vista de lo
cual, disponemos que perezca por la espada». Cuando le conducían al sitio de la
ejecución, Marcelo dijo: «Que mi Dios sea bueno contigo, Agricolano». En esa
forma tan digna, partió de este mundo el glorioso mártir Marcelo.
Del cuidadoso estudio de De Gaifiier
resulta claro y evidente que Marcelo es un verdadero mártir africano y sólo en
las sucesivas interpolaciones posteriores, realizadas por escritores españoles,
se ha transformado en ciudadanos de León, sobre la base falsa de que él
pertenecía a la Legión de Trajano, el presunto fundador de la ciudad. Después
de esta identificación, realizada en siglo XVI, se creía también ser capaces de
decir cuál había sido en León la casa donde había vivido, convertida en una
iglesia dedicada al mártir. Según esa tradición, al advenimiento de la paz de
Constantino en León se habría construido una iglesia dedicada al santo. El
códice 11 del Archivo de la catedral de León refiere que Ramiro I (842-850)
«restauró la iglesia de San Marcelo en el suburbio legionense cerca de la
Puerta Cauriense, fuera de las murallas de la ciudad ...»
La devoción que había hecho de Marcelo el
patrono principal de la ciudad de León, sin embargo, nació y creció lejos de
sus restos mortales, que se conservaban en Tánger, por lo cual, inmediatamente
después de la liberación de esta ciudad por el Rey de Portugal, León tomó el
botín de su mártir. Pero también las ciudades de Jerez y Sevilla se disputaban
la posesión. El 29 de marzo de 1493, sin embargo, los restos de Marcelo,
llevados por el propio rey Fernando el Católico, hicieron su entrada en León y
se colocaron en la iglesia dedicada a él. Según documentos de la época
conservados en el archivo municipal de la ciudad, los restos tuvieron «una
bienvenida como no podía ser mejor».
Las reliquias se conservan actualmente en
un cofre de plata en el altar mayor, donde se hallan también un pergamino que
narra el ingreso a la ciudad y los milagros de los que estuvo acompañado, los
documentos relativos a la donación de una reliquia del mártir a la iglesia de
san Gil de Sevilla, y algunas cartas del rey Enrique IV de Castilla y de Isabel
la Católica al papa Sixto IV sobre el traslado del cuerpo del mártir a León.
Traducido y resumido de un artículo de
José María Fernández Catón para la Enciclopedia dei Santi. El autor fue un gran
historiador leonés, por lo que esta pequeña perla hagiográfica -que
lamentablemente sólo hemos podido hallarla en italiano- queda como anticipo de
lo que en un futuro intentaremos conseguir en castellano del mismo
investigador. El texto de la Passio lo hemos insertado tomándolo del
Butler-Guinea, en reemplazo del párrafo donde el historiador resumía este mismo
diálogo, y que valía la pena conservar entero.
El retablo que reproducimos en la imagen se hace eco de la leyenda de san Marcelo esposo de santa Nona y sus doce hijos.
El retablo que reproducimos en la imagen se hace eco de la leyenda de san Marcelo esposo de santa Nona y sus doce hijos.
fuente: Santi e Beati
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
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