El martirio de san Juan Bautista
fecha: 29 de agosto
†: s. I - país: Israel
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: s. I - país: Israel
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Memoria del martirio de san Juan Bautista, a quien el rey Herodes
Antipas retuvo encarcelado en la fortaleza de Maqueronte, en el actual Israel,
y al cual mandó decapitar en el día de su cumpleaños, a petición de la hija de
Herodías. De esta suerte, el Precursor del Señor, como lámpara encendida y
resplandeciente, tanto en la muerte como en la vida dio testimonio de la
verdad.
Patronazgos: San Juan Bautista es patrono de muchos países, regiones y ciudades,
entre ellos Malta y Jordania. También de muchos oficios: tejedores, curtidores,
peleteros, talabarteros, trabajadores del alimento, bodegueros, toneleros,
carpinteros, arquitectos, albañiles, canteros, deshollinadores, herreros,
pastores, agricultores, cantantes, bailarines, músicos, exhibidores de cine,
comunicadores de masas; protector también de los corderos, las ovejas, los
animales de compañía y las vides; para invocar contra el alcoholismo, los
dolores de cabeza, mareos, ansiedad, epilepsia, espasmos, ronquera,
enfermedades de la infancia, el miedo.
Oración: Señor, Dios nuestro, tú has querido
que san Juan Bautista fuese el precursor del nacimiento y de la muerte de tu
Hijo; concédenos, por su intercesión, que, así como él murió mártir de la
verdad y la justicia, luchemos nosotros valerosamente por la confesión de
nuestra fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén
(oración litúrgica).
La ardiente predicación del Bautista y su
santidad y milagros, atrajeron la atención de los judíos sobre él y algunos
empezaron a considerarle como el Mesías prometido. Pero Juan declaró que él no
hacía más que bautizar en el agua a los pecadores para confirmarlos en el
arrepentimiento y prepararlos a una nueva vida, pero que había Otro, que pronto
se manifestaría entre ellos, que los bautizaría en la virtud del Espíritu Santo
y cuya dignidad era tan grande, que él no era digno de desatar las correas de
sus sandalias (Mc 1,7). No obstante eso, el Bautista había causado tal
impresión entre los judíos, que los sacerdotes y levitas de Jerusalén fueron a
preguntarle si él era el Mesías esperado. Pero san Juan negó ser el Cristo,
Elías, o alguno de los profetas (Jn 1,19ss). Aunque no era Elías, poseía el
espíritu de Elías y le superaba en dignidad, pues el profeta había sido figura
del Bautista. Juan era un profeta y más que un profeta, puesto que su oficio
consistía no en anunciar a Cristo a distancia, sino en señalarle a sus
contemporáneos. Así pues, como no era Elías en persona, ni un profeta en el
sentido estricto de la palabra, respondió negativamente a las preguntas de los
judíos y se proclamó simplemente «la voz del que clama en el desierto»,
utilizando la figura gozoza de Isaías 40,3, que anuncia el fin próximo del
Destierro. En vez de atraer sobre sí las miradas de los hombres, las desviaba
hacia las palabras que Dios pronunciaba por su boca. No se predicaba a sí mismo
sino a Cristo. Y Cristo declaró que Juan era más grande que todos los santos de
la antigua ley y el más grande de los nacidos de mujer (Mt 11,11). Sobre el
Bautista da también fe el historiador judío Flavio Josefo, en su obra
Antigüedades Judías: «Juan el Bautista era un hombre bueno y animaba a los
judíos a cultivar la virtud, a actuar con justicia unos a otros, a buscar la
piedad, a Dios y a venir al bautismo. De este modo consideraba aceptable el
bautismo, no para los que lo usaban para huir de ciertos pecados, sino para la
pureza del cuerpo, puesto que también su alma había estado purificada con la
justicia...»
Herodes Antipas, el tetrarca de Galilea,
había repudiado a su esposa y vivía con Herodías, quien era juntamente su
sobrina y la esposa de su medio hermano Filipo. San Juan Bautista reprendió
valientemente al tetrarca y a su cómplice por su conducta escandalosa y dijo a
Herodes: «No te es lícito vivir con la mujer de tu hermano». Herodes temía y
respetaba a Juan, pues sabía que era un hombre de Dios, pero se sintió muy
ofendido por sus palabras. Aunque le respetaba como santo, le odiaba como
censor y fue presa de una violenta lucha entre su respeto por la santidad del
profeta y su odio por la libertad con que le había reprendido. Finalmente, la
cólera del tetrarca, azuzada por Herodías, triunfó sobre el respeto. Para
satisfacer a Herodías y tal vez también por temor de la influencia que Juan
ejercía sobre el pueblo, Herodes le encarceló en la fortaleza de Maqueronte,
cerca del Mar Muerto. Al respecto señala el mismo Flavio Josefo en la obra
citada: «La gente iba agrupándose alrededor de Juan (pues se maravillaban al
oír sus palabras), y Herodes, temiendo que una tal persuasión sobre los hombres
acabara con una revuelta (pues parecía que actuaban en todo siguiendo su
consejo), decidió que era mejor anticiparse y hacerlo matar antes de que
alguien se alzara sobre él y luego tener que arrepentirse enredado en asunto.
Por eso Juan, por causa de la sospecha de Herodes, fue llevado cautivo a
Maqueronte...» Pero Herodías no perdía la ocasión de azuzar a Herodes contra
Juan y de buscar la oportunidad de perderle. La ocasión se presentó con motivo
de una fiesta que dio Herodes el día de su cumpleaños a los principales señores
de Galilea. Salomé la hija de Herodías y de Filipo, danzó ante los comensales
con tal arte, que Herodes juró concederle cuanto le pidiera, aunque fuese la
mitad de sus dominios. Herodías aconsejó a su hija que pidiese la cabeza del
Bautista y, para impedir que el tetrarca tuviese tiempo de arrepentirse,
sugirió a Salomé que exigiese que la cabeza del santo fuese inmediatamente
traída en una fuente. Esa extraña petición sorprendió a Herodes. Alban Butler
comenta: «Aun aquel hombre de ferocidad poco común se asustó al oír hablar en
esa forma a la damisela en aquella fiesta de alegría y regocijo». Pero no pudo
negarse por no faltar a su palabra. Sin embargo, como explica San Agustín, con
ello cometió el doble pecado de hacer un juramento precipitado y cumplirlo
criminalmente. Sin preocuparse de juzgar al Bautista, el tirano dio
inmediatamente la orden de que le decapitasen en la prisión y de que trajesen
en una fuente su cabeza a Salomé. La joven no tuvo reparo en tomar el plato en
sus manos y ofrecérselo a su madre. Así murió el gran precursor del Salvador,
el profeta más grande «de cuantos han nacido de mujer». Todo el episodio está
contado con detalles en Marcos 6. El historiador judío ya mencionado añade que
los judíos atribuyeron al asesinato del Bautista las desgracias que cayeron
sobre Herodes.
La fiesta de la degollación de san Juan
Bautista empezó a celebrarse en Roma en fecha relativamente tardía. No así en
otras ciudades del occidente, ya que la mencionan el Hieronymianum, los dos
sacramentarios Gelasianos y el «Liber Comicus» de Toledo (siglo VII) . Además,
dicha fiesta ya se celebraba probablemente desde antes en Monte Cassino. Como
esta conmemoración es distinta a la del Nacimiento del Bautista, de la que los
Sinaxarios de Constantinopla hacen mención el mismo día (29 de agosto), podemos
suponer que se originó en Palestina. En el Hieronymianutn aparece relacionada
con la conmemoración del profeta Eliseo. Ello se debe a que en tiempos de san
Jerónimo se creía que ambos profetas habían sido sepultados en Sebaste, a una
jornada de Jerusalén. El libro de los evangelios de Wurzburgo que data
aproximadamente del año 700, conmemora la «Deposición de Elíseo y de San Juan
Bautista»; también otros libros de los evangelios conmemoran en la misma fecha
a ambos personajes.
Este artículo está basado en el del
Butler-Guinea, tomando muchos párrafos literalmente, pero no el conjunto. Las
citas de Flavio Josefo se tomaron de la Historia Eclesiástica de Eusebio,
I,XI,4-6, quien cita a su vez el L XVIII de las Antigüedades. Sobre este
testimonio de Josefo, importantísimo como testigo externo a la fe cristiana, y
en su conjunto incuestionado por los historiadores, puede leerse el Cap. 12 y
su «excursus» en Meier, Un Judío Marginal, vol II,1, ed. castellana Verbo
Divino. Acerca de la fiesta de hoy, cf. Morin, en Revise Bénédictine (1891), p.
487; 1893, p. 120; y 1908, p. 494; F. Cabrol en Dictionnaire d'Archéologie
chrétienne et de Liturgie, vol. V, c. 1431; y L. Duchesne, Christian Worship
(1931), p. 270. La iconografía sobre el martirio del Bautista es inmensa; se ha
seleccionado: El Martirio de Juan Bautista, de Caravaggio, 1608, en el Museo de
San Juan, de La Valletta, y la Fiesta de Herodes, de Spinello Aretino, 1385, en
el Szépmûvészeti Múzeum, de Budapest.
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fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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