Rescatar la democracia mínima,
contra el “Estado pos-democrático”
2018-08-27
La democracia en nuestro país
y en general en el mundo está sufriendo una peligrosa erosión. Juez de Derecho
de Río de Janeiro y profesor universitario, Rubens Casara fue uno de los
primeros en denunciar la aparición de un «Estado post-democrático», es decir,
un «Estado» (si es que lo podemos llamar así) que rompe con el pacto social
configurado en la constitución y por las leyes, y se rige por el autoritarismo,
por la arbitrariedad y la violencia en relación con la sociedad, especialmente
hacia los más vulnerables. En Brasil, lentamente, está sucediendo eso. Un
Supremo Tribunal Federal sin capacidad, y ajeno a la gravedad de lo que está
ocurriendo, deja pasar todo, incluso la violación del sagrado precepto de la
presunción de inocencia hasta la comprobación de la materialidad del crimen
(caso Lula).
La
lucha ahora es para reconquistar la democracia, incluso la de baja intensidad,
a fin de evitar la disolución del lazo social que nos permite convivir
mínimamente. De lo contrario, entraremos en el caos y en la barbarie como se
nota en algunos lugares en Brasil de gran violencia.
No
dejaremos de reclamar, como lo hacen los movimientos sociales de base, una democracia
participativa y popular o una democracia comunitaria, que los
andinos nos están enseñando con su ideal del «buen-vivir» y del
«buen-convivir», inaugurando por primera vez en el mundo el constitucionalismo
ecológico, al insertar en la Ley Mayor los derechos de la naturaleza y de la
Madre Tierra (Pacha Mama). Con ello anticipan lo que será seguramente el nuevo
pacto natural, articulado con el pacto social de la futura sociedad mundial –si
no la destruimos antes–.
Recordemos
siempre las lecciones del gran jurista y filósofo Norberto Bobbio, con su democracia
como valor universal, valor a ser vivido en la familia, en la comunidad, en
la escuela, en los sindicatos, en los partidos y en el Estado. Murió con una
profunda frustración frente a la violencia del terrorismo, –hasta terrorismo de
Estado– en Estados Unidos.
No
podemos abandonar el sueño del gran amigo de Brasil Boaventura de Souza Santos
con su Democracia sin fin. Es sin fin porque es un proyecto abierto, que
puede ser siempre enriquecido, cuanto mayor sea la participación humana y la
responsabilidad que los ciudadanos van asumiendo en la construcción del bien
común y del buen vivir y convivir, redefiniendo sus relaciones hacia la
naturaleza en forma de sinergia, de cooperación y de cuidado.
Además,
la democracia como sistema abierto hace que podamos estar caminando hacia una superdemocracia
planetaria, en las palabras del gran asesor de Mitterrand, Jacques Attali
(cfr. Una breve historia del futuro, 2008). Esta forma de democracia
será la alternativa salvadora frente a un superconflicto que, dejado a su libre
curso, podrá poner en peligro la permanencia de la especie humana. Esta
superdemocracia resultará de una conciencia planetaria colectiva que se da
cuenta de la unidad de la especie humana, viviendo en una única Casa Común, en
el planeta Tierra, pequeño, con bienes y servicios naturales escasos, superconsumista
y superpoblado y amenazado por los cambios climáticos que están afectando a la
biosfera, a la biodiversidad y a nosotros mismos.
La
Carta de la Tierra utiliza dos expresiones que señalan el nuevo
paradigma de civilización: alcanzar “un modo de vida sostenible” (nº 14)
y “la subsistencia sostenible de todos los seres”. Aquí emerge un diseño
ecológico, es decir, otra forma de organizar la relación con la naturaleza,
el flujo de las energías y las formas de producción y de consumo que atiendan a
las necesidades humanas, que nos permitan ser más con menos y que favorezcan la
regeneración de la vitalidad de la Tierra.
Por
fin, yo por mi parte, fruto de los estudios en cosmología y ecología, he
propuesto una democracia socio-ecológica que representaría el punto más
avanzado de la integración del ser humano con la naturaleza. Ella se
inscribiría dentro del nuevo paradigma cosmológico que ve la unidad del proceso
cosmogénico dentro del cual se sitúan también la naturaleza y la sociedad y
cada persona individualmente.
Será
una civilización biocentrada la que devolverá el equilibrio perdido a la
Madre Tierra y la que garantizará el futuro de nuestra civilización. Todos, y
la naturaleza entera, seremos ciudadanos que habitarán cuidadosa y jovialmente
la Casa Común.
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