Santa Juana Isabel Bichier des Âges, virgen y fundadora
fecha: 26 de agosto
n.: 1773 - †: 1838 - país: Francia
canonización: B: Pío XI 13 may 1934 - C: Pío XII 6 jul 1947
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1773 - †: 1838 - país: Francia
canonización: B: Pío XI 13 may 1934 - C: Pío XII 6 jul 1947
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Puy-en-Vélay, cerca de Poitiers, también en Francia, santa Juana
Isabel Bichier des Âges, virgen, que durante la Revolución Francesa ayudó a san
Andrés Huberto Fournet a ejercer clandestinamente su ministerio y, restablecida
la paz en la Iglesia, fundó la Congregación de las Hijas de la Cruz, para la
instrucción de los pobres y la ayuda a los enfermos.
refieren a este santo: San Andrés
Huberto Fournet, San Miguel
Garikoitz
Juana Isabel María Lucía nació en el
castillo de Ages, entre Poitiers y Bourges, en 1773. Su padre, Antonio Bichier,
era el señor del castillo y empleado del rey. Su madre se llamaba María Augier
de Moussac, y el abuelo materno de la beata desempeñaba también un cargo
público de importancia. Lo único que sabemos acerca de la niñez de Isabel es
que era tímida, impresionable y que se conmovía profundamente a la vista de los
mendigos y de los desdichados. A los diez años, ingresó en la escuela del
convento de Poitiers. Su tío, el P. de Moussac, era vicario general de Poitiers
y la superiora del convento era también pariente suya. A lo que parece, la
jovencita pasó ahí años muy felices. Su diversión favorita consistía en
construir castillos de arena. Años después, tuvo que ocuparse mucho de
construcciones y comentaba: «Era claro que este iba a ser mi oficio, puesto que
empecé a practicarlo desde niña».
Cuando Isabel tenía diecinueve años, murió
su padre. Algunas semanas después, en febrero de 1792, la Asamblea Nacional
publicó un decreto de expropiación de los bienes de los ciudadanos que habían
emigrado de Francia con motivo de la Revolución. Como el hermano mayor de
Isabel había emigrado y su madre era ya muy anciana y estaba enferma, la joven
decidió defender personalmente sus intereses. Así pues, pidió al P. de Moussac
que la dirigiese en el estudio de las leyes de la propiedad y en la manera de
llevar las cuentas. La cosa no fue fácil, pero posteriormente debía ser muy
útil a la santa. Isabel defendió, pues, a su hermano y las propiedades de su
familia; el proceso duró largo tiempo, pero la joven ganó la causa. El zapatero
del pueblo, lleno de admiración por el valor de Isabel, le dijo: «Ciudadana,
ahora lo único que os queda por hacer es casaros con un buen republicano». Pero
Isabel no tenía la menor intención de contraer matrimonio ni con un «buen
republicano», ni con un «execrable aristócrata». Todavía se conserva la
estampita de Nuestra Señora del Socorro, sobre el reverso de la cual había
escrito la joven: «Yo, Juana Isabel María Lucía Bichier, me consagro y dedico
desde hoy y para siempre a Jesús y María. 5 de mayo de 1797».
El año anterior se había transladado con
su madre a La Guimetiére, en las afueras de Béthines del Poitu. Ahí intensificó
su vida de piedad y buenas obras. Años después, una criada de la casa dijo a
algunas hijas de la Cruz: «Vosotras tenéis gran respeto a vuestra madre. Pero
os aseguro que la respetaríais aún más, si hubieseis visto como yo, lo que hizo
por Dios y por los pobres cuando era joven». La parroquia del lugar estaba
atendida por un «sacerdote constitucional», de manera que Isabel reunía todas
las noches a las familias de los trabajadores de La Guimetiére para orar en
común, cantar himnos religiosos y leer algún libro espiritual. Por entonces se
enteró de que, a unos treinta y cinco kilómetros, un sacerdote que no había
prestado el juramento constitucional había organizado su parroquia en un
granero. Se trataba del P. Fournet, conocido actualmente con el nombre de san Andrés
Fournet (13 de mayo) . Isabel fue a verle a Maillé y ambos
se entendieron perfectamente desde la primera entrevista. A partir de entonces,
Isabel fue con frecuencia al granero de Petits Marsillys. El P. Fournet la
disuadió de hacerse trapista, diciéndole : «Vuestro campo de trabajo está en el
mundo. Hay en él muchas ruinas que reedificar y mucha ignorancia que remediar».
Siguiendo la regla de vida que le trazó su director, Isabel se dedicó a reparar
los daños que causaba la división religiosa en Béthines y ayudar a su tío y al
P. Fournet en la tarea de visitar a los enfermos, los necesitados e instruir a
los niños. Durante los meses de verano, trabajaban con ella dos amigas
-Magdalena Moreau y Catalina Guiscard- y una de sus doncellas llamada María Ana
Guillon. En 1804, murió la madre de Isabel. Con la aprobación del P. Fournet,
ésta se puso un vestido negro tan burdo como el de las campesinas del lugar, lo
cual provocó una tempestad en un vaso de agua. Los parientes de Isabel, que
asistieron a los funerales elegantemente vestidos, se indignaron. El grave
vicario general reprendió severamente al P. Fournet por haber permitido aquella
extravagancia a su sobrina y dio a ésta la orden de cambiar de indumentaria.
Isabel se negó rotundamente. Las hablillas de los parientes continuaron, pero
el P. de Moussac acabó por ceder, sospechando que el gesto de Isabel
simbolizaba algo más profundo.
Así era. Desde hacía algún tiempo, el P.
Fournet estaba convencido de que la región necesitaba una comunidad de
religiosas que se encargaran del cuidado de los enfermos y de la instrucción de
las niñas en los distritos rurales y creía que la Srta. Bichier estaba llamada
a dirigir esa comunidad. Isabel replicó que jamás había sido siquiera novicia,
mucho menos superiora. Entonces San Andrés la envió a hacer un año de noviciado
con las carmelitas de Poitiers; pero, temiendo tal vez que no volviese nunca,
le mandó que se transladase al noviciado de la Sociedad de la Providencia.
Entre tanto él empezó a organizar en La Guimetiére la futura comunidad con
cuatro jóvenes, entre las que se contaban Magdalena Moreau y María Ana Guillon.
Cuando Isabel no llevaba más que seis meses en el noviciado, el P. Fournet la
mandó llamar, a pesar de todas sus protestas. Como La Guimetiére estaba
demasiado lejos de Maillé, la comunidad se trasladó en mayo de 1806, al
castillo de Molante. Ahí empezaron las religiosas a enseñar a los niños, a
atender a los pobres, a los enfermos y a hacer actos de reparación por los
ultrajes cometidos contra el Santísimo Sacramento en la Revolución. Al
principio, San Andrés y Santa Isabel proyectaban simplemente una congregación
local. Las primeras religiosas hicieron los votos temporales a principios de
1807, en tanto que encontraban una congregación ya establecida a la que
pudiesen afiliarse. Pero ya a fines de 1811, habían comprendido que era
necesario fundar una nueva congregación. Como ya contaba la comunidad con
veintisiete religiosas, hubo de trasladarse a una casa más grande en Maillé.
Cinco años más tarde, las autoridades eclesiásticas de Poitiers aprobaron
oficialmente a las Hijas de la Cruz (Tal es el nombre propio de la
congregación, aunque hay otras del mismo nombre. La fundadora gustaba de llamar
a sus religiosas Hermanas de San Andrés, en honor del santo patrono del P.
Fournet), cuyo nombre tenía una significación tan profunda para la «buena madre
Isabel». El cargo y la vocación de Isabel le acarrearon considerables pruebas y
fatigas, a las que ella añadía aún ayunos, vigilias y otras austeridades. Por
su parte, el P. Fournet no la trataba precisamente con dulzura.
En 1815, a raíz de un accidente sufrido en
un vehículo, la santa tuvo que ir a operarse a París. El rey Luis XVIII la
recibió en las Tullerías. A su vuelta a Maillé, Isabel sufrió una de las
mayores pruebas de su obediencia y humildad. El P. Fournet la acogió fríamente
y le comunicó que había cesado de ser superiora. Se dice que san Andrés
procedió en esa forma porque había sido engañado por las malas lenguas; pero no
es imposible que la verdadera razón haya sido el deseo de evitar que los éxitos
de París hicieron daño a Isabel, ya que una semana después la restituyó en su
cargo. Entre 1819 y 1820, santa Isabel inauguró trece conventos. Pero en la
misma época surgió una disputa acerca de la jurisdicción, que estuvo a punto de
acabar con la congregación. Felizmente, las cosas se arreglaron y continuaron
los progresos de la obra al mismo ritmo. Las autoridades civiles querían que se
fundasen pequeños conventos en las regiones rurales y que las religiosas
trabajasen entre los campesinos del lugar; así pues, entre 1821 y 1825, las
Hijas de la Cruz fundaron unas quince casas en una docena de diócesis
diferentes. Después, el obispo de Bayona las llamó al sur de Francia, y la
congregación se introdujo en Béarn, el País Vasco, Gascuña y Languedoc. Para
1830, había ya más de sesenta conventos, y los viajes de la madre Isabel podían
rivalizar con los de santa Teresa.
Cuando se abrió el convento de Igon, en el
País Vasco, fue nombrado director espiritual un joven vicario llamado
Garicoits, a quien la Iglesia venera ahora como san Miguel
Garicoits. Santa Isabel le animó a fundar la congregación de los
Sacerdotes del Sagrado Corazón de Bétharram, de suerte que el santo solía
decir: «Es la obra de la buena madre. Yo no hice más que seguir sus
instrucciones». Cuando murió san Andrés, en 1834, («la pérdida más grande y más
triste que hemos sufrido», según declaró santa Isabel), el P. Garicoits se
convirtió en el segundo P. Fournet de las Hijas de la Cruz, por lo menos en lo
que se refería a los conventos del País Vasco, y lo fue hasta su muerte. En
1836, la salud de santa Isabel empezó a declinar. Sus fuerzas estaban
exhaustas; a ello se añadió una erisipela facial y un recrudecimiento de los
males que la habían obligado a operarse en París, veinte años antes. En la
primavera de 1838, su estado de salud era alarmante, pues tenía continuos
dolores muy agudos y deliraba a ratos. Finalmente, al anochecer del 26 de
agosto, tras diez días de agonía que soportó con heroica paciencia, Dios la
llamó a Sí.
Santa Isabel Bichier des Ages fue
canonizada en 1947. Se cuentan muchas anécdotas acerca de su bondad y piedad.
Una de éstas es especialmente oportuna en una época como la actual, en que los
cristianos han discutido interminablemente si hay que socorrer al enemigo
hambriento1. La santa encontró un día en un granero a un enfermo.
Inmediatamente le transportó al convento, y el enfermo falleció en la noche. A
la mañana siguiente, el inspector de policía se presentó a decirle que era
culpable de haber prestado auxilio a un incendiario. La santa respondió: «Estoy
pronta a ir a la prisión. Lo único que tengo que declarar es que vos hubiérais
hecho lo mismo que yo en iguales circunstancias. Encontré a ese hombre
gravemente enfermo, le traje conmigo y le asistí. A pesar de mis esfuerzos,
falleció. Estoy dispuesta a repetir la historia ante el juez». Esta escena es
característica de la sencillez con que santa Isabel ponía en práctica su ideal
cristiano. Si bien se pueden poner ciertas objeciones a las opiniones
teológicas y políticas de Luis Veuillot, hay que reconocer que era un hombre con
buen ojo para descubrir a los santos. Dicho autor dijo una vez acerca de Isabel
Bichier: «Es uno de los temperamentos más ricos que he encontrado: bondadosa,
resuelta, estricta, inteligente, trabajadora y, sobre todo, verdaderamente
humilde. No se arredra ante ninguna dificultad. Jamás obstáculo alguno es
demasiado grande para su energía sobrehumana. Las pruebas interiores no alteran
su serenidad exterior, y el éxito no le hace perder la cabeza. Permanece
tranquila en medio de las más furiosas tempestades. Dificultades, desvíos,
éxitos, muestras de respeto, injurias, nada altera la serenidad de un alma que
ve a Dios en todas las cosas y obedece a su voz».
El P. I. Rigoud escribió la primera
biografía de Isabel (traducida al italiano en 1934). También escribió una vida
de san Andrés Fournet, cofundador de las Hijas de la Cruz. La biografía más
completa y documentada es la del P. Jules Saubat. En la Vie Spirituelle, núm.
320 (julio de 1947) hay un estudio del P. Domec sobre la santa.
1 Nótese que el original inglés de esta edición del Butler-Guinea es de época de la Segunda Guerra.
1 Nótese que el original inglés de esta edición del Butler-Guinea es de época de la Segunda Guerra.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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