Legitimación de la cultura de la violencia
2018-11-21
La campaña electoral de Jair
Bolsonaro a la presidencia de la República se caracterizó por la predicación de
mucho odio y la exaltación de la violencia, hasta el punto de tener como héroe
a uno de los más perversos torturadores, Brilhante Ustra, y de admirar la
figura de Hitler. Profirió amenazas a los opositores: que no tendrían otra
alternativa que la prisión o el exilio. Predicó el odio a los homoafetivos, a
los negros y negras, y a los indígenas. El Movimiento de los Sin Tierra y de
los Sin Techo serían considerados terroristas y tratados como tales. Los
quilombolas no servirían ni para la reproducción. Fue ofensa tras ofensa a
varios grupos de personas y minorías políticas. Tal vez mostró la mayor falta
de humanidad cuando dijo a las madres, llorosas, que buscaban cuerpos y huesos
de sus seres queridos, desaparecidos por los órganos de control y represión de
la dictadura militar: “son los perros los que buscan huesos”, así dijo
Bolsonaro.
Ese
fue el discurso de la campaña. Otro está siendo su discurso como presidente
electo, dentro de un cierto rito oficial. Aun así continúa con las
tergiversaciones y con un lenguaje tosco, fuera de la civilidad democrática.
Todo culminó con la salida de 8.500 médicos cubanos que atendían a las
poblaciones más remotas de nuestro país. Fue una protesta del gobierno cubano
ante las acusaciones de Bolsonaro a Cuba, pues es un obsesivo anticomunista.
La
atmósfera tóxica creada por la campaña electoral acabó por gestar una cultura
de violencia en sus seguidores, que lo exaltaban como “mito”. Varios LGTB
especialmente los homoafectivos, negros e indígenas han sufrido ya violencia.
Ha habido hasta muertes gratuitas a los gritos de “Viva Bolsonaro”.
¿Qué
es lo que indica este fenómeno de violencia? Bolsonaro, mediante metáforas
poderosas, como por ejemplo contra la corrupción, el anti-Petismo, el
comunismo, el tema de la seguridad pública, el de la familia y el lema
fundamental “Brasil por encima de todo” (tomado del nazismo “Deutschland
über alles”) y “Dios por encima de todos”, consiguió desentrañar la
dimensión perversa presente en la “cordialidad del brasileño”.
Esta
expresión “cordialidad del brasileño” creada por el escritor Ribeiro Couto y
consagrada por Sérgio Buarque de Holanda (cf. el Cap. V de Raíces de Brasil, de
1936) está bien explicada por él y puede significar, por un lado, bondad y
trato amable, pero también rencor y odio, por el otro. Ambas dimensiones
provienen del mismo corazón del que se deriva “cordialidad”. Sérgio Buarque
precisa: “la enemistad puede ser tan cordial como la amistad, ya que una y otra
nacen del corazón” (p. 107). Bolsonaro y sus más cercanos seguidores hábilmente
supieron sacar a la luz este otro lado sombrío de nuestra cordialidad. Reprimió
el lado luminoso y dejó que el lado maligno inundara la conciencia de miles de
personas.
Este
lado nefasto estaba escondido y reprimido en el alma del brasileño. Siempre
hubo odio y maldad frente a los antiguos esclavos negros cuyos descendientes
son el 55,4% de nuestra población actual. Esto lo mostró brillantemente Jessé
Souza en su ya famoso libro "La elite del atraso: de la esclavitud al
Lava-Jato” (2018). Pero era por parte de los representantes antiguos y actuales
de la Casa Grande. La mayoría de la prensa empresarial y conservadora y
particularmente los medios sociales de Internet universalizaron esa comprensión
negativa.
Aconsejo
al lector/a que vuelva a leer mi artículo del 5/11/18: “La dimensión perversa
de la 'cordialidad' brasilera”. En él, con más recursos teóricos, trato de
hacer inteligible este lado sombrío de nuestra tradición cultural.
¿Cuál
es el dato específico de la actual hostilidad, el lado negativo de nuestra
cordialidad? Es el hecho de que este lado negativo, que existía desde siempre,
se siente ahora legitimado por la más alta instancia política del país, por
Jair Bolsonaro. Él despertó ese lado dia-bólico y reprimió el lado sim-bólico,
y muchas personas de nuestro pueblo que le dieron la victoria electoral.
No
nos sirve de nada que el futuro presidente condene los eventuales actos de
violencia, pues se desacreditaría totalmente si los tolerase. Pero convengamos:
él fue quien creó las condiciones psicosociales para que la violencia
irrumpiera. Él está en el origen e, históricamente, debe ser responsabilizado
por haber despertado ese odio y esa violencia, que continúa en las redes sociales,
en los twitters, blogs y facebooks.
Ninguna
sociedad se sostiene sobre esa dimensión inhumana de nuestra humanidad. Para
contener ese impulso negativo que está en todos nosotros, existen la
civilización, las religiones, los preceptos éticos, los contratos sociales, la
constitución, las leyes y el autocontrol. Existen también los órganos que velan
por el orden y la contención de las formas criminales de la cordialidad.
Necesitamos
urgentemente personas-síntesis, capaces de apaciguar los demonios, y de hacer
que prevalezcan los ángeles buenos que nos protejan y nos indiquen los caminos
de la convivencia pacífica. No será Bolsonaro la persona indicada. Pero las
sombras existen... porque hay luz. Y ésta es la que debe triunfar y hacer
dichosa nuestra convivencia en este hermoso e inmenso país.
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