Su hijo ha dado ha conocer un manuscrito inédito
Las páginas ocultas de Frank Capra: el diablo quiso corromperle tentándole a hacer un cine sin moral
En cualquier lugar del planeta en el que uno se encuentre, es más que probable que esta Navidad vea ¡Qué bello es vivir!, la película que dirigió Frank Capra en 1946 sobre un ángel (Henry Travers) que baja del cielo a mostrarle a un hombre bueno a punto de suicidarse (Jame Stewart) qué horrible sería el mundo sin él.
Aquel año, Capra, que ya atesoraba 6 Oscar, no ganó el de mejor director, al que estaba nominado. Se cruzó en su camino William Wyler con otra obra maestra (Los mejores años de nuestra vida) que por su temática encajaba a la perfección en las emociones de un país recién salido de la guerra. Sin embargo, obtuvo un galardón aún mayor: varias de las escenas de It’s a wonderful life! (su título original inglés) forman parte no solo de la mejor historia del cine, sino de la historia personal de cientos de millones de personas a lo largo de más de setenta años.
De Capra, el inmigrante siciliano convertido en perfecto retratista del “sueño americano” en la gran pantalla, se sabía todo o casi todo. “Es sin duda uno de los grandes creadores del cine clásico, uno de los fundadores de la maravillosa fábrica de los sueños que fue el séptimo arte, junto a D.W. Griffith, Cecil B. DeMille, Charles Chaplin, Leo McCarey, King Vidor o Howard Hawks. Como la de ellos, su obra está dibujada con valores humanos, una profunda fe en las personas y una visión trascendente de la vida, las relaciones personales y el alma”, nos explica el escritor y crítico cinematográfico Fernando Alonso Barahona.
Fernando Alonso Barahona, novelista, poeta y crítico cinematográfico, ha publicado biografías de algunos de los grandes genios de la edad dorada de Hollywood: John Wayne, Charlton Heston, Ingrid Bergman...
Todo ello acaba de confirmarse con el descubrimiento de unos manuscritos inéditos que ha dado a conocer recientemente su hijo Tom. Los escribió en 1966 en su casa del paradisiaco Silver Lake, en Alta Sierra (California), cinco años después de filmar su última producción. “Cerraba la puerta y escuchábamos durante cuatro horas la máquina de escribir. Luego se iba a pescar”, evoca el menor de los cuatro hijos que tuvo con su segunda esposa, Lucille [Lou] Warner, con quien estuvo casado 52 años.
Frank y Lou, en Londres en 1937.
Cuando Frank murió, casi centenario, en 1991 (Francesco Rosario Capra había nacido en 1897), sus hijos se repartieron sus cosas. Entre ellas, una caja que Tom y su esposa Kris no abrieron hasta 2012. Y allí se encontraron dos manuscritos cuya existencia desconocían.
El primero es una novela, Cry Wilderness, sobre un hombre modesto que lucha contra el establishment, un tema habitual en sus películas: “Supo retratar como nadie al hombre medio americano (Gary Cooper o James Stewart) y al idealista enfrentado a la política corrupta (la inolvidable y actual Caballero sin espada)”, comenta Fernando Alonso.
James Stewart, agotado tras horas de filibusterismo parlamenterio, en Caballero sin espada [Mr Smith goes to Washington, 1939]: la lucha de un joven e idealista senador contra los políticos al servicio de intereses contrarios al bien común.
El segundo son unas memorias escritas en una época en la que él entendía que Hollywood le había dado la espalda. Se titula Night voices [Voces nocturnas] y Kris desvela un hecho sustancial que cuenta su suegro en esos papeles: “Él cree que habló con el demonio una noche en la que estaba sentado en la casa junto al lago, bebiendo mucho. Y el diablo intentó convencerle de que hiciese películas sin valores”.
Que el Maligno -cualquiera fuera la forma en la que se manifestó esa tentación- no se salió con la suya lo prueban los hechos: no volvió a dirigir ninguna producción. Lo cual a Alonso Barahona no le sorprende, porque “Capra nunca quiso renunciar a su cine de humanidad y valores positivos, aunque no estuvieran de moda en el cine de los progresivamente descreídos años sesenta”.
Gary Cooper encarna los principios de Capra en Juan Nadie [Meet John Doe, 1941], un vagabundo convertido en héroe social, fiel a la verdad y al bien aunque suponga su holocausto personal.
Aunque la novela ya está a la venta, con prólogo de Ron Howard (Una mente maravillosa,2001), no está prevista por el momento la publicación de Night Voices, de la que solo se conoce esta pequeña pero significativa historia sobre el estado de espíritu del maestro cuando aún estaba en edad de rodar obras tan grandes como las que jalonan su filmografía.
“Desde 1931, con la película La mujer milagro, ya se vislumbra el estilo de Capra. Es una de sus primeras películas y en ella aparecen dos elementos imprescindibles en su obra: la fe cristiana y la gente, la buena gente", sostiene Barahona: "Es una declaración de intenciones del director. La misma que recorrerá buena parte de sus mejores películas: Sucedió una noche (1934), Vive como quieras (1938), Caballero sin espada (1939), Juan Nadie (1940), Arsénico por compasión (1944), ¡Qué bello es vivir! (1946), Estado de la Unión (1948) o Un gángster para un milagro (1961). Todo un mosaico de vida norteamericana del siglo XX imprescindible para comprender la sociedad de su tiempo y que no ha perdido vigencia en absoluto”.
Católico de bautismo, llegado a Estados Unidos cuando tenía solo 5 años, en su juventud Capra no se tomó muy en serio su fe. Se casó en 1923, se divorció en 1928 (se casaría cuatro años después, ya para siempre, con Lou) y se denominaba a sí mismo como “Christmas catholic”, un “católico de Navidad”, solamente cultural. Hasta que un amigo suyo de la Ciencia Cristiana le recordó: “Tus talentos, Capra, no son tuyos, no te los has ganado. Dios te los dio, son un regalo suyo para que los uses para Él”. Esa reflexión le hizo cambiar, personal y profesionalmente: “Mis películas deben hacer que cada hombre, cada mujer, cada niño sepa que Dios les ama, que yo les amo, y que la paz y la salvación solo se harán realidad cuando aprendan a amarse unos a otros”.
En su autobiografía de 1971, The Name above the Title, explicó así su trayectoria: “La humanidad necesitaba dramatizaciones de la verdad de que el hombre es esencialmente bueno, un átomo viviente de la divinidad, de que la compasión por los demás, amigos o enemigos, es la más noble de las virtudes. Había que hacer películas que dijeran estas cosas”.
En 1982, Frank Capra recibió el premio del American Film Institute a la trayectoria de toda su vida. Le introdujo George Stevens, introducido a su vez por James Stewart. En su discurso (minuto 3:55), el director dice de sí mismo que "el arte de Frank Capra es sencillísimo: es el amor a las personas". Añadiendo dos ideales, "la libertad de cada persona y la igual importancia de cada persona", se tiene los principios que han guiado todas sus películas. Y da un consejo a los jóvenes productores: "No sigáis la corriente. ¡Empezad la corriente!".
“En su vida personal fue un hombre bueno, inteligente y culto, conservador y amante de su patria americana”, concluye Fernando Alonso Barahona: “Pero si Capra permanecerá siempre en nuestros corazones es por esa obra maestra absoluta: ¡Qué bello es vivir! Cada vida cuenta, los ángeles de la guarda existen porque son lo mejor de nosotros mismos, la conciencia que Dios ha colocado en cada persona. Y la amistad es el auténtico tesoro. En estos tiempos de mediocridad e incertidumbre, la visión –una vez mas– de esta película maravillosa es siempre una caricia en el espíritu. Nuestro espíritu”.
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