Santa Catalina Labouré, virgen
fecha: 31 de diciembre
fecha en el calendario anterior: 28 de noviembre
n.: 1806 - †: 1876 - país: Francia
canonización: B: Pío XI 28 may 1933 - C: Pío XII 27 jul 1947
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 28 de noviembre
n.: 1806 - †: 1876 - país: Francia
canonización: B: Pío XI 28 may 1933 - C: Pío XII 27 jul 1947
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En París, también en Francia, santa
Catalina Labouré, virgen de las Hijas de la Caridad, que de manera singular
honró a la Inmaculada y brilló por su sencillez, caridad y paciencia.
Zoe Labouré, hija de un campesino de
Fain-les-Moutiers, nació en 1806. Fue la única de una numerosa familia que no
asistió a la escuela y no aprendió a leer ni a escribir. Cuando su madre murió,
Zoe tenía ocho años. Algún tiempo después, su hermana mayor, Luisa, ingresó en
el instituto de las Hermanas de la Caridad, de suerte que Zoe quedó encargada
de hacer casa a su padre. A eso de los catorce años, la joven se sintió también
llamada a la vida religiosa. Su padre se opuso un tanto; pero finalmente, en
1830, Zoe consiguió ingresar en la casa que tenían las hermanas de la caridad
de San Vicente de Paúl en Chatillon-sur-Seine. En religión tomó el nombre de
Catalina. Al terminar el postulantado, fue enviada al convento de París (rue du
Bac), a donde llegó cuatro días antes de que las reliquias de san Vicente
fuesen trasladadas de Notre-Dame a la iglesia de los lazaristas en la calle de
Sevres. Al atardecer del día de esa fiesta, tuvo lugar la primera de las
extraordinarias visiones que tuvo Catalina Labouré, pero no fue aquélla la más
importantes, y transcurrieron tres meses desde entonces para que se iniciara la
serie de tres apariciones trascendentales que habrían de dar fama mundial al
nombre de la hermana. A eso de las 11.30 de la noche del 18 de julio de 1830, la
hermana Catalina despertó sobresaltada y se encontró ante «un niño
resplandeciente» que la invitaba a seguirle con un gesto de su mano. El niño la
condujo a la capilla de las monjas donde la aguardaba la Santísima Virgen. La
entrevista se prolongó durante dos horas y, según se supo más tarde, en el
curso de la misma, la Madre de Dios le advirtió que la tenía destinada a una
tarea muy difícil y le reveló ciertos sucesos futuros, como la muerte violenta
de un arzobispo de París que habría de ocurrir, como ocurrió en efecto,
cuarenta años más tarde (Mons. Darboy, en 1871).
La segunda aparición tuvo lugar el 27 de
noviembre, cuando Nuestra Señora se manifestó a Catalina en la misma capilla.
En aquella ocasión, la Madre de Dios no habló, pero en cambio se apareció
inmóvil y resplandeciente, como la figura de una estampa. Parecía estar dentro
de un gran círculo luminoso, de pie sobre una esfera; tenía las manos
extendidas hacia abajo, y de sus palmas irradiaban rayos de luz. En torno a la
figura de la Virgen aparecía la siguiente inscripción: «¡Oh, María, concebida
sin pecado, rogad por nosotros que recurrimos a vos¡», En un momento dado, la
imagen pareció darse la vuelta y, en el reverso apareció una «M» coronada por
una cruz y con dos corazones debajo, uno ceñido por una corona de espinas y el
otro traspasado por una espada. En el mismo momento, Catalina creyó oír una voz
que le mandaba acuñar una medalla con aquella imagen y aquellos símbolos. La
misma voz prometía que, cuantos portasen la medalla con devoción, recibirían
grandes gracias por la intercesión de la Madre de Dios. La visión se repitió al
mes siguiente y en varias ocasiones más, hasta el mes de septiembre de 1831. La
hermana Catalina refirió todo a su confesor, el P. Aladel, quien investigó
cuidadosamente el asunto y, convencido de su autenticidad, obtuvo del arzobispo
de París, Mons. de Quélen, el permiso de acuñar la medalla. En junio de 1832,
quedaron listos los primeros 1500 ejemplares de la que se conoció desde
entonces como la medalla «milagrosa». Según parece, ese nombre se le dio a
causa de las circunstancias maravillosas de su origen, más que a milagros
relacionados con ella. En seis años, se vendieron 130.000 ejemplares de la
«Noticia histórica de los orígenes y efectos de la Medalla Milagrosa», obra del
P. Aladel, publicada en 1834 y que fue traducida a varios idiomas, incluso al
chino. En 1836, el arzobispo de París instituyó una investigación canónica
sobre las visiones. Pero la hermana Catalina no compareció ante los miembros de
la comisión. Las precauciones que la santa había tomado para permanecer
ignorada, la promesa que había arrancado al P. Aladel de no revelar su nombre a
nadie, el secreto absoluto que había guardado sobre las visiones, excepto ante
su confesor y su repugnancia a comparecer ante las autorirdades eclesiásticas,
explican por qué los miembros de la comisión no hablaron con ella. El tribunal
tomó en consideración las circunstancias, el carácter de la visionaria, la
prudencia y buen juicio del P. Aladel y falló en favor de la autenticidad de
las visiones. La popularidad de la medalla creció rápidamente, sobre todo a
partir de la conversión de Alfonso Ratisbonne en 1842. Era éste un judio
alsaciano que había aceptado, sin entusiasmo alguno, llevar la medalla y más
tarde, tuvo una aparición de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa en la
iglesia de Sant'Andrea delle Trate, de Roma. En seguida, recibió el bautismo y
posteriormente se ordenó sacerdote y fundó la congregación religiosa de los
Padres y las Hermanas de Sión. También se hizo una investigación canónica sobre
la visión de Alfonso Ratisbonne.
El informe de la comisión y el del
arzobispo de París, se usaron a fondo en el proceso de beatificación de
Catalina Labouré, sobre cuya vida personal se sabe muy poco. Sus superiores la
calificaron de «más o menos insignificante, realista y poco imaginativa, fría y
casi apática». Desde 1831 hasta su muerte, ocurrida el 3I de diciembre de 1876,
la santa vivió sin hacerse notar en el convento de Enghien-Reuilly, donde
ejerció los cargos de portera, encargada del gallinero y encargada del cuidado
de los ancianos del hospicio. Ocho meses antes de su muerte, Catalina reveló a
su superiora, la Madre Dufes, las gracias extraordinarias que había recibido.
Todo el pueblo se volcó en sus funerales. Poco después, un niño de once años,
inválido de nacimiento, fue curado instantáneamente en el sepulcro de la santa.
Catalina Labouré fue canonizada en 1947.
Se ha escrito mucho sobre Catalina y la
Medalla Milagrosa. Probablemente la biografía más conocida es la del P. E.
Crapez. Mencionemos también la biografía del P. E. Cassinari. Anterior a éstas
es la obra de Lady Georgiana Fullerton, Life and Visions of a Sister of Charity
(1880).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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