Ejercicio
Piensa en algo que
hayas hecho en el pasado y que al recordarlo tengas sentido de culpabilidad.
Entiende que, como para ti lo que hacías tenía una parte de agrado, esa parte
no te dejó ver tu injusticia o pudo más que ella. Tú actuabas bajo los efectos
de la programación; paralizado e hipnotizado por ella, creías que tu felicidad
estaba en hacer aquello, ¿no? A ver si eres capaz de ver lo que sucedió como
consecuencia de una enfermedad de la que quieres sanar.
Si te das cuenta de
ello, es que despiertas a la realidad, es que te estás sensibilizando y, en
donde hay sensibilidad -apertura hacia la verdad-, no puede haber pecado. Puedes
estar enfermo y necesitar curarte, despertarte más a la realidad, pero si ya
lo puedes observar, señal de que lo estás consiguiendo. Ya sabes el porqué de
tu obrar así.
A ver si eres capaz
de perdonarte tú, sin más sentido de culpabilidad ni resentimiento. Si de
verdad has comprendido la situación y aceptado tu papel en ella, ya no habrá
remordimiento ni rechazo alguno al recordarlo.
Ahora piensa en
algún rechazo, ofensa o injusticia que has recibido de otro. ¿Era una ofensa?
¿O es que tu miedo y tu inseguridad hicieron que te sintieras ofendido? Es
posible que el otro no supiese obrar debidamente, pero piensa que, al actuar
así, a quien hizo más daño fue a sí mismo, no a ti. ¿Eres capaz de verlo?
El otro es
inocente, aunque en ese momento haya reaccionado ofuscadamente, como un loco.
Pero lo importante es que él no está capacitado para ofenderte, ni con
palabras, ni con actitudes, ni con gestos. Es tu inseguridad la que se sintió
atacada e hizo que tus mecanismos de defensa se pusieran en guardia. Recompón
la situación y verás cómo es así.
¿Qué es el pecado?
Existe el pecado, pero es un acto de locura. Tú preocúpate de desmontar tu
programación y no te preocupes de lo que te digan.
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