Beata María Cristina de Saboya, reina
fecha: 31 de enero
n.: 1812 - †: 1836 - país: Italia
canonización: B: Francisco 25 ene 2014
hagiografía: Religión en libertad
n.: 1812 - †: 1836 - país: Italia
canonización: B: Francisco 25 ene 2014
hagiografía: Religión en libertad
En
Nápoles, Italia, beata María Cristina de Saboya, reina de las Dos Sicilias y
madre de familia, que dedicó su brevísima vida al ejercicio de la piedad
cristiana y a la caridad con los pobres.
Solo fueron veinticuatro años de vida y
apenas tres de reinado, pero la indeleble impronta de María Cristina de Saboya,
reina consorte de las Dos Sicilias, ha quedado consolidada con su
beatificación, el 25 de enero de 2014.
Pese
a que su impecable linaje -era hija de un rey de Cerdeña-Piamonte y de una
archiduquesa de Austria y bisnieta de Felipe V de España- le auguraba, en
principio, una existencia cómoda, su vida nunca fue un camino de rosas.
De
entrada, porque cuando vino al mundo el 14 de noviembre de 1812 lo hizo en el
exilio o -por lo menos- en el medio exilio: nació en Cagliari, capital de
Cerdeña, pero no lo pudo hacer en Piamonte, el territorio histórico de su
dinastía, porque estaba ocupado por las tropas napoleónicas.
Sus
primeros años fueron felices hasta que, a la edad de nueve años, vivió la
abdicación de su padre. Esta renuncia fue el inicio de una época de
inestabilidad -vivió en Niza, Moncalieri y Módena, hasta que se asentó en
Génova junto a su madre y su hermana- y de luto familiar: antes de cumplir 20
años de edad, ya había perdido a sus dos progenitores.
Superó
todos estos obstáculos gracias a la fe católica inquebrantable que tuvo desde
niña; no en vano fue consagrada a la Virgen el mismo día de su bautizo.
La
princesa quería ser monja pero entre su familia, el entorno cortesano y su
confesor la empujaron a contraer el matrimonio dinástico que le estaba
reservado.
El
elegido era Fernando II de las Dos Sicilias, que reinaba sobre un territorio,
Nápoles y Sicilia, cada vez más convulso: estaba, más que otros territorios de
la península italiana, sometido a la presión -embrionaria pero ya agobiante- de
un liberalismo masón que quería unificar a Italia en un mismo Estado.
A
María Cristina le costó aceptar: “Sigo sin entender cómo haya podido acabar,
teniendo en cuenta mi carácter, por cambiar de opinión y decir que sí; el
asunto solo puede explicarse por mi sometimiento a la voluntad de Dios, para la
que nada es imposible”.
Una
voluntad de Dios que empezó a cumplir el 20 de noviembre de 1832, día de su
boda. El Rey y ella destinaron parte de la cantidad destinada a los festejos a
establecer la dote de otras 240 esposas del reino y a la recuperación de
objetos empeñados por gente pobre en los Montes de Piedad.
Como
escribe la historiadora Cristina Siccardi, “su credo católico no era un
sentimiento sino un hecho de vida: asistía a misa a diario; no se acostaba sin
rezar el Rosario; iba a ejercicios espirituales; mandaba parar su carroza cada
vez que se cruzaba con el Viático, ante el que se arrodillaba aunque el suelo
estuviese embarrado… y dio su traje de novia a una iglesia napolitana”.
No
intervino directamente en política, pero tuvo una influencia positiva sobre su
marido. Según cuenta un autor tan poco sospechoso de catolicismo y de
monarquismo como Benedetto Croce, arrancó a su marido el indulto a muchos
condenados a muerte, entre ellos a Cesare Rosaroll, que conspiró para asesinar
a Fernando II.
Semejante
bondad –ayudaba sin parar y donó ingentes cantidades de dinero a todo tipo de
obras benéficas y culturales- desembocó en una inmensa popularidad.
Sin
embargo, tres años después de su matrimonio seguía sin cumplir con su principal
obligación, la de dar un heredero al trono. Por fin en la primavera de 1835 quedó
embarazada. El 18 de enero de 1836 nació el Príncipe Francisco, que sería el
último Rey de las Dos Sicilias.
El
parto fue complicado y la Reina Maria Cristina sabía que sus días estaban
contados. El 31, casi sin fuerzas, llevó al recién nacido ante el Rey y le
dijo: “Habrás de responder ante Dios y ante el pueblo; cuando crezca, le
explicarás que he muerto por él”. A las pocas horas, expiró.
Noticia
hagiográfica firmada por J.M. Ballester Esquivias, para Religión en Libertad. Hay otros datos sobre la beata
en el Convegni di
cultura Maria Cristina di Savoia, en italiano
fuente: Religión
en libertad
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Estas
biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una
fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia
completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor,
al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel)
y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=4992
Beata Candelaria de San José, virgen y fundadora
fecha: 31 de enero
n.: 1863 - †: 1940 - país: Venezuela
otras formas del nombre: Candelaria Paz-Castillo Ramírez
canonización: B: Benedicto XVI 27 abr 2008
hagiografía: Vaticano
n.: 1863 - †: 1940 - país: Venezuela
otras formas del nombre: Candelaria Paz-Castillo Ramírez
canonización: B: Benedicto XVI 27 abr 2008
hagiografía: Vaticano
En Altagracia de Orituco, Venezuela,
beata Candelaria de San José (Paz Castillo Ramírez), virgen, fundadora de las
Hermanas Carmelitas de la Candelaria.
Susana Paz Castillo Ramírez, tercera hija
del matrimonio de Francisco de Paula Paz Castillo y María del Rosario Ramírez,
nació en Altagracia de Orituco (Estado Guárico, Venezuela), el 11 de agosto de
1863. Su padre era un hombre recto y honrado, de gran corazón y profundamente
cristiano; gozaba del aprecio y estima de todos los habitantes; poseía
conocimientos de medicina naturista y los empleaba para ayudar a mucha gente
que solicitaba sus servicios. Su madre era una persona piadosa, trabajadora y
honrada. Tanto ella como don Francisco brindaron a sus hijos una educación tan
esmerada como lo permitían las circunstancias de su tiempo. En el aspecto
cristiano fue óptima: les infundieron el ejemplo y la palabra, la solidaridad y
la responsabilidad en las prácticas de la fe cristiana y valores humanos. Su
instrucción académica, aunque escasa y deficiente, propia de la época que le
tocó vivir, no fue un impedimento para su formación integral: frecuentó una
escuela particular donde dio sus primeros pasos en la escritura y el cultivo de
su apasionamiento por la lectura. Además, aprendió corte y confección y toda
clase de labores, especialmente bordados. Este aprendizaje fue un valioso
recurso para su posterior servicio a los más necesitados. Su padre murió el 23
de noviembre de 1870, cuando Susana contaba con 7 años de edad. Cuando murió su
madre, el 24 de diciembre de 1887, Susana, que tenía 24 años, asumió las
responsabilidades de diligente ama de casa. A la vez, se encargaba de practicar
la caridad con los enfermos y heridos que recogía y cuidaba en una casa
semi-abandonada, adjunta a la iglesia parroquial.
Junto con otras jóvenes de su pueblo y con
el apoyo de un grupo de médicos y del padre Sixto Sosa, párroco de Altagracia
de Orituco, fundó un hospital para atender a todos los necesitados. Allí, en hamacas
y catres de lona, que ella misma confeccionaba, los atendía. Con la fundación
de este centro de salud, en 1903, se dio inicio a la familia religiosa de las
Hermanitas de los Pobres de Altagracia, actualmente denominada Hermanas
Carmelitas de la Madre Candelaria. El 13 de septiembre de 1906, con
autorización del obispo diocesano, la madre Susana hizo su profesión religiosa
tomando el nombre de Candelaria de San José. El 31 de diciembre de 1910 nació
oficialmente la congregación de las Hermanitas de los Pobres de Altagracia con
la profesión de las primeras seis hermanas, en manos de mons. Felipe Neri
Sendrea, quien confirmó a la madre Candelaria como superiora general. En
diciembre de 1916 emitió sus votos perpetuos en Ciudad Bolívar.
Su vida transcurrió entre los pobres; se
distinguió por una profunda humildad, una inagotable caridad con ellos, y una
profunda vida de fe, oración y amor a la Iglesia. Además de su esmerada
atención por los enfermos, se preocupó por la educación de los niños, tarea que
dejó como legado a sus hijas carmelitas. La madre Candelaria era una religiosa
de carácter afable, recogida, de baja y modesta mirada; siempre dejaba suavidad
en cuantos la escuchaban cuando departía su cordial y amena conversación. Dos
cosas llamaban poderosamente la atención en ella: su profunda humildad y su
inagotable caridad. Tenía una gran sensibilidad ante las desgracias ajenas;
nunca decía "no" a nadie, sobre todo cuando se trataba de enfermos
pobres y abandonados. Otra característica de su entrega era la alegría; todo lo
hacía con amor y una confianza sin límites en la divina Providencia. Sus
grandes amores fueron Jesús crucificado y la santísima Virgen. Recorrió muchos
kilómetros en busca de recursos para el sostenimiento de sus obras y fundando
nuevas comunidades que respondieran a las necesidades del momento.
Gobernó la congregación durante 35 años,
desde su fundación hasta el capítulo general de 1937, en el que le sucedió en
el cargo la madre Luisa Teresa Morao. Los últimos años de la madre Candelaria
estuvieron marcados por el dolor y la enfermedad. No obstante, después de dejar
el cargo de superiora general, aceptó seguir prestando sus servicios a la
congregación como maestra de novicias. Tenía plena conciencia de su enfermedad,
pero con increíble paciencia soportaba los dolores y daba pruebas de
conformidad con la voluntad de Dios. Pedía al Señor poder morir con el nombre
de Jesús en los labios, y así fue. En la madrugada del 31 de enero de 1940 tuvo
un vómito de sangre. Tras pronunciar tres veces el nombre de Jesús, entregó su
alma al Creador. Fue beatificada el 27 de abril de 2008.
fuente: Vaticano
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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