Beatos Juan y Pedro Becchetti, religiosos presbíteros
fecha: 2 de julio
†: c. 1420/ 1421 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Gregorio XVI 1835
hagiografía: Santi e Beati
†: c. 1420/ 1421 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Gregorio XVI 1835
hagiografía: Santi e Beati
En Fabriano, del Piceno, conmemoración
de los beatos Juan y Pedro Becchetti, presbíteros de la Orden de Ermitaños de
San Agustín, unidos más por la conducta de vida que por los vínculos de la
sangre.
Juan y Pedro Becchetti se consagran al
Señor en el convento de San Agustín de Fabriano (Ancona), en el siglo XIV. Sus
respectivas vidas de oración, estudio de la Sagrada Escritura, de la teología y
la predicación, devienen para Orden - organizada hacía pocos años (1226) como
rden mendicante- ejemplo y estilo de vida.
Juan, con el título de Bachiller, enseña
en 1385 en el Estudio General de Rimini, y de él el Padre General Bartolomé de
Venecia escribe que «viene recomendado por su fama de ciencia y de vida». Ese
mismo año es destinado a estudiar en Oxford, donde obtiene el grado de Maestro
en Teología. En 1391 se encontraba en Italia, y al año siguiente era regente
del Estudio agustiniano de Perugia. El Padre General le dirigía una carta el 7
de mayo de 1720.
Pedro estudia en Padua en 1385 para
obtener el grado de Lector, y en 1388 enseña en el Estudio agustiniano de
Rimini; como Maestro en Sagrada Teología será nombrado profesor en Venecia.
Desde esta ciudad emprende la peregrinación a Jerusalén, por su singular
devoción a la pasión del Señor. Vuelto a Fabriano construye junto a la iglesia
de los Agustinos una capilla similar al Santo Sepulcro de Jerusalén. El 20 de
febrero de 1420 el Padre General le envía una carta.
Los dos hermanos murieron en fabriano y
sus restos fueron expuestos a la veneración pública de los fieles en la iglesia
de San Agustín. El papa Gregorio XVI confirmó en 1835 el culto de los dos
hermanos, que se celebra en la Orden de San Agustín.
Noticias reunidas a partir de sendos
artículos del P. Bruno Silvestrini, OSA, traducidos para ETF. Debe notarse que
el autor habla de la fecha de veneración como 2 de junio, no 2 de julio, sin
embargo la última edición del Martirologio Romano los inscribe en esta fecha.
fuente: Santi e Beati
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2213
San Bernardino Realino, presbítero
fecha: 2 de julio
fecha en el calendario anterior: 4 de julio
n.: 1530 - †: 1616 - país: Italia
canonización: B: León XIII 12 ene 1896 - C: Pío XII 22 jun 1947
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 4 de julio
n.: 1530 - †: 1616 - país: Italia
canonización: B: León XIII 12 ene 1896 - C: Pío XII 22 jun 1947
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Lecce, en la región de Apulia, san
Bernardino Realino, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, ilustre por
su caridad y su benignidad, el cual, despreciando los honores del mundo, se
entregó al cuidado pastoral de los presos y de los enfermos, así como al
ministerio de la palabra y de la penitencia.
Bernardino nació en Carpi, cerca de
Módena, en 1530. Tuvo una juventud bastante alegre. Era un distinguido estudiante
que sabía equilibrar el rigor de los estudios con el sabor de la lectura de los
humanistas. Tras haber comenzado la carrera de leyes, ingresó en la Compañía de
Jesús a los treinta y cuatro años de edad. Fue recibido en Nápoles por el P .
Alonso Salmerón, uno de los primeros compañeros de san Ignacio. El P. Realino
trabajó diez años en Nápoles, predicando, catequizando y atendiendo a los
enfermos, a los pobres y a los prisioneros. Después pasó al colegio de Lecce de
Apulia, del que fue rector y en el que murió a los ochenta y seis años de edad.
Su celo generoso y su fervor apostólico le ganaron la veneración del pueblo,
quien le tenía por un santo. El culto popular contribuyó a probar algunos de
los extraordinarios milagros que los testigos del proceso de beatificación
afirmaron bajo juramento.
Seis años antes de morir, san Bernardino
se había abierto dos heridas incurables en una caída. Durante su última
enfermedad, en vista de la veneración que el pueblo profesaba al santo, se
guardó la sangre de las heridas en frascos. En unos, la sangre se conservó en
estado líquido durante más de un siglo; en otros, solía burbujear y aumentaba
de volumen; según afirman los testigos del proceso, la sangre de uno de los
frascos «hervía» en la fecha del aniversario de la muerte del santo y en todas
las ocasiones en que se le acercaba al relicario que contenía la lengua del
santo. En 1634, las autoridades eclesiásticas abrieron la tumba de san
Bernardino y descubrieron una parte del cuerpo totalmente incorrupta. Las autoridades
guardaron esa parte del cuerpo en dos receptáculos de cristal y volvieron a
sepultarlos con el esqueleto. Setenta y ocho años más tarde (es decir, noventa
años después de la muerte del santo), en 1711, el obispo de Lecce, en presencia
de varios testigos, abrió nuevamente la sepultura para dar autenticidad de las
reliquias. Uno de los receptáculos de cristal estaba roto, pero en el otro los
tejidos, perfectamente conservados, flotaban en un líquido rojo oscuro. Los
médicos que analizaron el líquido declararon que era sangre humana y que
despedía un suave olor; también afirmaron que la conservación de la sangre y el
olor que despedía, constituían un milagro, pero dicha afirmación estaba,
naturalmente, fuera de la competencia de los médicos. Poco más de dos años
después, una comisión de tres obispos, nombrada por la Sagrada Congregación de
Ritos para llevar a cabo las investigaciones, recogió las declaraciones de los
testigos de 1711 y examinó la sangre, que estaba roja, líquida y como en
ebullición. Don Gaetano Solazzo, a quien se había confiado el cuidado del
frasco de sangre que se hallaba en la catedral, atestiguó por escrito, en 1804,
que la sangre se hallaba en estado líquido y que en dos ocasiones había entrado
en ebullición, caso que todos habían considerado como milagroso. Dos religiosas
confirmaron ese testimonio y un jesuita afirmó, bajo juramento, que había
presenciado ese fenómeno en dos ocasiones, en 1852.
Hemos juzgado conveniente citar estos
detalles, que tal vez no tienen nada que ver con la santidad de Bernardino
Realino, porque se trata de uno de los ejemplos mejor probados de fenómenos de
licuefacción de la sangre. Por lo demás, ese tipo de prodigios provocan
generalmente un interés totalmente desproporcionado a su verdadera importancia
y significación. Como quiera que sea, el biógrafo de san Bernardino no
encontró, en 1895, la sangre en estado líquido en ninguno de los frascos. No
estará demás decir que la incorrupción preternatural de la sangre, en los raros
casos en que ocurre, constituye probablemente un milagro temporal, exactamente
como la conservación del cadáver de algunos santos, que, después de siglos de
incorrupción, ennegrecen y se desmoronan.
Véanse las biografías italianas de E.
Venturi (1895) y G. Germier (1943); Lettere spirítuali inedite... (1854) ed. G.
Boero. Acerca de los "milagros de la sangre", cf. Thurston, en The
Month, enero-marzo de 1927. La canonización de san Bernardino tuvo lugar en
1947.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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