viernes, 8 de julio de 2016

San Procopio, mártir - San Quiliano de Würzburg, obispo y mártir (8 de julio)

San Procopio, mártir

fecha: 8 de julio
†: c. 303 - país: Israel
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

En Cesarea de Palestina, san Procopio, mártir, que en tiempo del emperador Diocleciano fue conducido desde la ciudad de Scytópolis a Cesarea, donde, por manifestar audazmente su fe, fue decapitado de inmediato por el juez Fabiano.

Un contemporáneo de Eusebio, obispo de Cesárea (por supuesto que no debe confundirse con el historiador), nos dejó un relato del martirio de san Procopio, el protomártir de la persecución de Diocleciano en Palestina, así como de algunos otros mártires conocidos en Oriente con el nombre de «los Grandes» (megalomártires). He aquí el texto de dicho relato:
El primero de los mártires en Palestina fue Procopio. Era un varón lleno de la gracia divina, que desde niño se había mantenido en castidad y había practicado todas las virtudes. Había domado su cuerpo hasta convertirlo, por decirlo así, en un cadáver; pero la fuerza que su alma encontraba en la palabra de Dios, daba vigor a su cuerpo. Vivía a pan y agua; y sólo comía cada dos o tres días; en ciertas ocasiones, prolongaba su ayuno durante una semana entera. La meditación de la palabra divina absorbía su atención día y noche, sin la menor fatiga. Era bondadoso y amable, se consideraba como el último de los hombres y edificaba a todos con sus palabras. Sólo estudiaba la palabra de Dios y apenas tenía algún conocimiento de las ciencias profanas. Había nacido en Aelia (Jerusalén), pero residía en Escitópolis (Bet Shean), donde desempeñaba tres cargos eclesiásticos. Leía y podía traducir el sirio, y arrojaba los malos espíritus mediante la imposición de las manos.
Enviado con sus compañeros de Escitópolis a Cesarea, fue arrestado en cuanto cruzó las puertas de la ciudad. Aun antes de haber conocido las cadenas y la prisión, se encontró ante el juez Flaviano, quien le exhortó a sacrificar a los dioses. Pero él proclamó en voz alta que sólo hay un Dios, creador y autor de todas las cosas. Esta respuesta impresionó al juez. No encontrando qué replicar, Flaviano trató de persuadir a Procopio de que por lo menos ofreciese sacrificios a los emperadores. Pero el mártir de Dios despreció sus consejos. «Recuerda -le dijo- el verso de Homero: No conviene que haya muchos amos; tengamos un solo jefe y un solo rey». Como si estas palabras constituyesen una injuria contra los emperadores, el juez mandó que Procopio fuese ejecutado al punto. Los verdugos le cortaron la cabeza, y así pasó Procopio a la vida eterna por el camino más corto, al séptimo día del mes de Desius, es decir, el día que los latinos llaman las nonas de julio, el año primero de nuestra persecución. Este fue el martirio que tuvo lugar en Cesarea.
Es difícil comprender cómo un relato tan sencillo e impresionante pudo dar origen a las increíbles leyendas que se inventaron posteriormente sobre San Procopio. Esas fábulas, tan asombrosas como absurdas, transformaron al austero monje en un aguerrido soldado y, con el andar del tiempo, dieron origen en Persia a tres figuras diferentes: el asceta, el soldado y el mártir. Según la forma primitiva de la leyenda, san Procopio, en su discusión con el juez, citaba los nombres de Hermes Trimegisto, Homero, Platón, Aristóteles, Sócrates, Galeno y Kscaniandro, para probar la unicidad de Dios; sufría las más increíbles formas de tortura y paralizaba el brazo de su verdugo. Más tarde, la leyenda convirtió al santo en un duque de Alejandría y en autor de los milagros más fabulosos; su conversión al cristianismo tuvo por causa una visión de san Pablo y del «Labarum»; con el arma de una cruz milagrosa, dio muerte a seis mil bárbaros que merodeaban por la región; además, convirtió en la prisión a un regimiento de soldados y a siete nobles matronas y obró mil prodigios por el estilo. Los milagros que esta leyenda atribuía a san Procopio fueron posteriormente incorporados en las «Actas» de san Efisio de Cagliari y de un mártir desconocido, llamado Juan de Constantinopla. La evolución de la leyenda de san Procopio, si es que puede llamarse evolución a esta serie de saltos arbitrarios, en la cronología y en la historia, es un caso típico en la hagiología. Felizmente, el sobrio relato de Eusebio nos ha conservado los hechos.
El P. Delehaye consagra todo un capítulo de Las Leyendas de los Santos (c. V), a la transformación de san Procopio en soldado. El mismo autor publicó el mejor de los textos griegos en Les légendes grécques des saints militaires, pp. 214-233.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2289





San Quiliano de Würzburg, obispo y mártir

fecha: 8 de julio
†: s. VII ex. - país: Alemania
otras formas del nombre: Killian, Chilliano
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

En Herbipoli (Würzburg), ciudad de Austrasia, san Quiliano, obispo y mártir, natural de Irlanda, desde donde viajó a esta región para predicar el Evangelio, y en la cual fue martirizado por velar diligentemente para que se observase en ella la vida cristiana.
patronazgo: patrono de Würzburg y de varias ciudades y diócesis alemanas y austríacas; protector contra la gota, el reumatismo y los problemas de vista.

Quiliano era un monje irlandés. En el año 686, antes o después de recibir la consagración episcopal, partió a Roma con once compañeros, y el papa Conón (686-687) le encargó predicar el Evangelio en Franconia (Baden y Baviera). El santo, asistido por el sacerdote Coimano y el diácono Totnano, convirtió y bautizó a numerosos paganos en Würzburg. Entre dichos convertidos figuraba el duque de la ciudad, Gosberto.
Una biografía medieval narra en la forma siguiente el martirio de san Quiliano: El duque había contraído matrimonio con Geilana, la viuda de su hermano. San Quiliano le indicó que tal matrimonio era inválido, y el duque prometió separarse de Geilana; pero ésta, enfurecida, aprovechó la ausencia de su esposo, quien había partido a una campaña militar, para que sus esbirros decapitaran a los tres prisioneros. Consta con certeza que Quiliano, Coimano y Totnano evangelizaron realmente la Franconia y la Turingia oriental y que fueron mártires; pero hay razones para dudar sobre la autenticidad de la leyenda que acabamos de relatar. Algunos autores atribuyen el asesinato a Gosberto y tal versión no es inverosímil, ya que, dadas las circunstancias y la época, es probable que Gosberto y Geilana hayan tratado de suprimir, de común acuerdo, a aquellos misioneros que predicaban una doctrina tan exigente en cuestiones de moral.
El culto de San Quiliano existió en Irlanda, así como en las diócesis de Würzburg, Viena y algunas otras. En Acta Sanctorum, julio, vol. II, hay dos biografías medievales de san Quiliano. Véase también Gougaud, Gaelic Pioneers of Christianity, pp. 140-141, y Les saints irlandais hors d´lrlande, pp. 125-129. Las obras más recientes se hallan citadas en Analecta Bollandiana, vol. LXXI (1953), pp. 450-463. En la imaginería, muy abundante, ya sea solo o acompañado de Coiman y Totnan, lleva siempre una espada dorada en la mano.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace:http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2294

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