San Procopio, mártir
fecha: 8 de julio
†: c. 303 - país: Israel
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: c. 303 - país: Israel
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Cesarea de Palestina, san Procopio,
mártir, que en tiempo del emperador Diocleciano fue conducido desde la ciudad
de Scytópolis a Cesarea, donde, por manifestar audazmente su fe, fue decapitado
de inmediato por el juez Fabiano.
Un contemporáneo de Eusebio, obispo de
Cesárea (por supuesto que no debe confundirse con el historiador), nos dejó un
relato del martirio de san Procopio, el protomártir de la persecución de
Diocleciano en Palestina, así como de algunos otros mártires conocidos en
Oriente con el nombre de «los Grandes» (megalomártires). He aquí el texto de
dicho relato:
El primero de los mártires en Palestina
fue Procopio. Era un varón lleno de la gracia divina, que desde niño se había
mantenido en castidad y había practicado todas las virtudes. Había domado su
cuerpo hasta convertirlo, por decirlo así, en un cadáver; pero la fuerza que su
alma encontraba en la palabra de Dios, daba vigor a su cuerpo. Vivía a pan y
agua; y sólo comía cada dos o tres días; en ciertas ocasiones, prolongaba su
ayuno durante una semana entera. La meditación de la palabra divina absorbía su
atención día y noche, sin la menor fatiga. Era bondadoso y amable, se
consideraba como el último de los hombres y edificaba a todos con sus palabras.
Sólo estudiaba la palabra de Dios y apenas tenía algún conocimiento de las
ciencias profanas. Había nacido en Aelia (Jerusalén), pero residía en
Escitópolis (Bet Shean), donde desempeñaba tres cargos eclesiásticos. Leía y
podía traducir el sirio, y arrojaba los malos espíritus mediante la imposición
de las manos.
Enviado con sus compañeros de Escitópolis
a Cesarea, fue arrestado en cuanto cruzó las puertas de la ciudad. Aun antes de
haber conocido las cadenas y la prisión, se encontró ante el juez Flaviano,
quien le exhortó a sacrificar a los dioses. Pero él proclamó en voz alta que
sólo hay un Dios, creador y autor de todas las cosas. Esta respuesta impresionó
al juez. No encontrando qué replicar, Flaviano trató de persuadir a Procopio de
que por lo menos ofreciese sacrificios a los emperadores. Pero el mártir de
Dios despreció sus consejos. «Recuerda -le dijo- el verso de Homero: No
conviene que haya muchos amos; tengamos un solo jefe y un solo rey». Como si
estas palabras constituyesen una injuria contra los emperadores, el juez mandó
que Procopio fuese ejecutado al punto. Los verdugos le cortaron la cabeza, y
así pasó Procopio a la vida eterna por el camino más corto, al séptimo día del
mes de Desius, es decir, el día que los latinos llaman las nonas de julio, el
año primero de nuestra persecución. Este fue el martirio que tuvo lugar en
Cesarea.
Es difícil comprender cómo un relato tan
sencillo e impresionante pudo dar origen a las increíbles leyendas que se
inventaron posteriormente sobre San Procopio. Esas fábulas, tan asombrosas como
absurdas, transformaron al austero monje en un aguerrido soldado y, con el
andar del tiempo, dieron origen en Persia a tres figuras diferentes: el asceta,
el soldado y el mártir. Según la forma primitiva de la leyenda, san Procopio,
en su discusión con el juez, citaba los nombres de Hermes Trimegisto, Homero,
Platón, Aristóteles, Sócrates, Galeno y Kscaniandro, para probar la unicidad de
Dios; sufría las más increíbles formas de tortura y paralizaba el brazo de su
verdugo. Más tarde, la leyenda convirtió al santo en un duque de Alejandría y
en autor de los milagros más fabulosos; su conversión al cristianismo tuvo por
causa una visión de san Pablo y del «Labarum»; con el arma de una cruz
milagrosa, dio muerte a seis mil bárbaros que merodeaban por la región; además,
convirtió en la prisión a un regimiento de soldados y a siete nobles matronas y
obró mil prodigios por el estilo. Los milagros que esta leyenda atribuía a san
Procopio fueron posteriormente incorporados en las «Actas» de san Efisio de
Cagliari y de un mártir desconocido, llamado Juan de Constantinopla. La
evolución de la leyenda de san Procopio, si es que puede llamarse evolución a
esta serie de saltos arbitrarios, en la cronología y en la historia, es un caso
típico en la hagiología. Felizmente, el sobrio relato de Eusebio nos ha
conservado los hechos.
El P. Delehaye consagra todo un capítulo
de Las Leyendas de los Santos (c. V), a la transformación de san Procopio en
soldado. El mismo autor publicó el mejor de los textos griegos en Les légendes
grécques des saints militaires, pp. 214-233.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2289
San Quiliano de Würzburg, obispo y mártir
fecha: 8 de julio
†: s. VII ex. - país: Alemania
otras formas del nombre: Killian, Chilliano
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: s. VII ex. - país: Alemania
otras formas del nombre: Killian, Chilliano
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Herbipoli (Würzburg), ciudad de
Austrasia, san Quiliano, obispo y mártir, natural de Irlanda, desde donde viajó
a esta región para predicar el Evangelio, y en la cual fue martirizado por
velar diligentemente para que se observase en ella la vida cristiana.
patronazgo: patrono de Würzburg y de varias
ciudades y diócesis alemanas y austríacas; protector contra la gota, el
reumatismo y los problemas de vista.
Quiliano era un monje irlandés. En el año
686, antes o después de recibir la consagración episcopal, partió a Roma con
once compañeros, y el papa Conón (686-687) le encargó predicar el Evangelio en
Franconia (Baden y Baviera). El santo, asistido por el sacerdote Coimano y el
diácono Totnano, convirtió y bautizó a numerosos paganos en Würzburg. Entre
dichos convertidos figuraba el duque de la ciudad, Gosberto.
Una biografía medieval narra en la forma
siguiente el martirio de san Quiliano: El duque había contraído matrimonio con
Geilana, la viuda de su hermano. San Quiliano le indicó que tal matrimonio era
inválido, y el duque prometió separarse de Geilana; pero ésta, enfurecida,
aprovechó la ausencia de su esposo, quien había partido a una campaña militar,
para que sus esbirros decapitaran a los tres prisioneros. Consta con certeza
que Quiliano, Coimano y Totnano evangelizaron realmente la Franconia y la
Turingia oriental y que fueron mártires; pero hay razones para dudar sobre la
autenticidad de la leyenda que acabamos de relatar. Algunos autores atribuyen
el asesinato a Gosberto y tal versión no es inverosímil, ya que, dadas las
circunstancias y la época, es probable que Gosberto y Geilana hayan tratado de
suprimir, de común acuerdo, a aquellos misioneros que predicaban una doctrina
tan exigente en cuestiones de moral.
El culto de San Quiliano existió en
Irlanda, así como en las diócesis de Würzburg, Viena y algunas otras. En Acta
Sanctorum, julio, vol. II, hay dos biografías medievales de san Quiliano. Véase también Gougaud, Gaelic Pioneers of Christianity, pp. 140-141, y Les
saints irlandais hors d´lrlande, pp. 125-129. Las obras más recientes se hallan citadas en Analecta
Bollandiana, vol. LXXI (1953), pp. 450-463. En la imaginería, muy abundante, ya
sea solo o acompañado de Coiman y Totnan, lleva siempre una espada dorada en la
mano.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
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