EL HOMBRE COMO AVENTURA
El hombre, a pesar de la tentación de las ''seguridades'', se hace más hombre en la medida en que más naves queme, a fin de no volver nunca hacia atrás. Como estamos en un ciclo de cursos sobre el Cristianismo, necesariamente hablamos de Dios, como referente último, que es a lo que de verdad aspira el ser humano. Pero deberíamos dejar de hablar tanto de Dios y hablar más del hombre, porque de Dios hablan los que dicen que saben algo de él, en cambio, los que no sabemos nada, procuramos hablar menos, con lo cual posiblemente sabremos más. Reconocemos que no sabemos nada, o si prefieren, lo que decimos de Dios, lo decimos desde lo que no sabemos de él. Una cosa sí sabemos, y es que Dios no cabe en nuestra cabeza, es infinitamente mayor de lo que podemos pensar sobre él. Nosotros somos finitos y Dios es infinito, y el infinito no cabe en nigún rincón de lo finito.
Podemos decir que sabemos otra cosa, que el hombre que se toma en serio a sí mismo y camina siempre, llegará un momento que tope con Dios. A quien busca a Dios con sincero corazón, Dios le sale al encuentro, Dios se le revela; Jesús es la Encaranación de Dios.
El hombre que se conforma con lo que es, es un pequeñón, no se da cuenta que su dimensión es la de ser más grande, y no se aventura a serlo por cobardía. Esto es lo que le está pasando a nuestra época. Digo en nuestra época para no ofender, porque casi todos estamos padeciendo el mal de conformarnos con la pequeñez que somos y, si intuimos algún otro tipo de grandeza, la negamos o decimos que eso corresponde al vecino, sin darnos cuenta de que es la nuestra.
Pues bien, el hombre que toma en serio su propia vocación emprende un camino y se va poniendo metas: la meta de la felicidad humana, la meta del poder, que en estos últimos años se ha alargado tanto, o la meta de... Pero al fin de cuentas uno se puede preguntar: ¿y hacia dónde caminamos cuando vamos de meta en meta? Esto es tomar en serio nuestra aventura, preguntarnos siempre hacia dónde vamos, porque siempre aparecerá una meta más allá, la meta de ser nosotros mismos, la meta de ser yo mismo. Ciertamente no se trata de una meta o de un ideal de hombre que esté fuera del hombre. Debemos decirlo una vez más: el ideal del ser del hombre está dentro de nosotros; nacemos para ser tarea de nosotros mismos y ese ideal que está dentro, nos empuja, tira de nosotros hacia nuestro propio ser. No nacemos para ser algo que está fuera de nosotros, nacemos para sernos, y ese 'ser-se' que decía Unamuno, lo descubrimos cuando uno cae en la cuenta de lo que es y de aquello de que todavía no es, y lo que todavía no somos, es más de lo que estamos siendo. Es fundamental entender esto, porque esa es la realidad última del ser humano: somos más lo que deseamos ser que lo que actualmente somos.
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