REFLEXIÓN ESPIRITUAL
Del tratado de san Ireneo, obispo, contra las herejías
CRISTO, PRIMICIA DE NUESTRA RESURRECCIÓN
CRISTO, PRIMICIA DE NUESTRA RESURRECCIÓN
El Señor nuestro es Hijo de Dios y Verbo del Padre por
naturaleza, y también es Hijo del hombre, ya que tuvo una generación humana,
hecho Hijo del hombre a partir de María, la cual descendía de la raza humana y
a ella pertenecía.
Por esto, el mismo Señor nos dio una señal en las
profundidades de la tierra y en lo alto de los cielos, señal que no había
pedido el hombre, porque éste no podía imaginar que una virgen concibiera y
diera a luz, y que el fruto de su parto fuera Dios con nosotros, que
descendiera a las profundidades de la tierra para buscar a la oveja perdida (el
hombre, obra de sus manos), y que, después de haberla hallado, subiera a las
alturas para presentarla y encomendarla al Padre, convirtiéndose él en
primicias de la resurrección. Así, del mismo modo que la cabeza resucitó de
entre los muertos, también todo el cuerpo (es decir, todo hombre que participa
de su vida, cumplido el tiempo de su condena, fruto de su desobediencia)
resucitará, por la trabazón y unión que existe entre los miembros y la cabeza
del cuerpo de Cristo [...].
Dios se mostró magnánimo ante la caída del hombre y
dispuso aquella victoria que iba a conseguirse por el Verbo. Al mostrarse
perfecta la fuerza en la debilidad, se puso de manifiesto la bondad y el poder
admirable de Dios.
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